Y quizá el millonésimo primer remedo, o el mil millonésimo, se beneficiara de este gesto.
Meditabundo al filo del abismo, Drake veía crecer su propio yo. Se extendía por un millón de galaxias, aumentando en número a cada día, a cada año que pasaba. La amenaza del Shiva para la humanidad era ya historia. No había peligro en ninguna parte, no había conflicto en ningún sitio. El potencial de su desarrollo personal era ilimitado. Algún día podría llegar a abarcar el universo entero.
Y sin embargo…
Sin embargo sentía que le faltaba algo.
¿Cómo era posible? Su labor había finalizado. Había recuperado hasta el último de los componentes que había enviado a cada uno de los planetas amenazados alguna vez por el Shiva. Todos los que no habían perecido en la batalla estaban allí. A lo largo de eones se habían añadido a su compuesto extendido. Era imposible que se le hubiera pasado uno por alto.
De modo que era un espejismo. Nada iba mal. Nada había perdido u olvidado, nada.
Drake se sentía, por primera vez que pudiera recordar, en paz. Al fin podía relajarse.
Libro tres
Odisea
26
El recuerdo que tenía Drake del último minuto era nítido e intenso. Estaba de pie en la portilla de la nave, contemplando el mundo a sus pies. Había transcurrido casi un día completo desde su encarnación, y ahora estaba listo para subir a bordo de un trasbordador e iniciar el descenso.
Ya conocía el planeta y el cielo local. Durante la encarnación habían descargado en él ingentes cantidades de información sobre ambos. Pero esos eran conocimientos abstractos. Ansiaba ahora lo auténtico: la sensación del suelo alienígena bajo sus pies dotados de garras, el primer aliento de lo que allí se considerara aire, la vista del sol y las lunas y las constelaciones cuajadas de estrellas, desdibujadas por la neblina, la bruma y el celaje de la noche.
Echó un último vistazo abajo. El mundo era parecido a la Tierra, lo que se reflejaba en su encarnación: brazos, piernas y una cabeza sin cuello; manos con tres dedos; un cuerpo capaz de caminar erecto en vez de gatear, o reptar, o arrastrarse por un lecho marino sembrado de rocas.
Se dio la vuelta para subir al trasbordador y, en ese momento, habló el sistema de control de la nave.
—Presencia de Shiva detectada. Aterrizaje anulado. Cesura activada. La fase de entrada final comenzará dentro de cinco segundos.
¿Tan pronto? El mensaje de la nave acababa de comunicarle que iba a morir. Había anticipado una larga y solitaria vigilia en la superficie, sustentado tan solo por los recuerdos de Ana, y al final del todo la llegada de una influencia Shiva y una suerte incierta. En vez de eso iba a encontrar el olvido dentro de cinco segundos.
Puesto que no había nada que pudiera hacer al respecto, Drake se quedó perfectamente inmóvil, observó y escuchó. La cesura había aparecido ya. Podía ver una espiral arremolinada de negrura con un ojo más oscuro en el centro. Una cesura era una rendija en el espacio-tiempo, pero esta parecía más bien un embudo sin fondo, una chimenea cónica de tinta y aceite.
La nave se encontraba al borde. Drake, sabedor de que habían llegado sus últimos instantes de consciencia, pensó en Ana. Ya nunca volvería a verla.
Cerró los ojos con fuerza…
…y los abrió. Se había producido un violento momento de desorientación durante el cual su cuerpo fraccionado se retorció y giró en cien direcciones a la vez. Pero cuando terminó, estaba vivo. Todo estaba en calma. La portilla a su lado no mostraba indicios de caos, nada de fulgor cegador ni negrura estigia, nada salvo estrellas serenas.
¿Había impedido el Shiva que actuara la cesura?
—¿Qué ha salido mal? ¿Por qué no ha funcionado?
Antes de que tuviera tiempo de responderse a sí mismo, la nave contestó:
—No ha salido nada mal. Todo se ha desarrollado de acuerdo con la teoría.
—¿Sabes qué ha pasado? —De todas las improbabilidades, esta era la mayor: que Drake y la nave hubieran sido lanzados a otro universo que parecía exactamente igual al suyo. Volvió a asomarse a la portilla. El cielo mostraba estrellas, nubes de gas, y los tenues parches imprecisos de nebulosas en espiral. Pero las estrellas dibujaban pautas desconocidas, y el planeta se había desvanecido por completo—. ¿Dónde estamos?
—¿Concretamente? Lo desconozco.
—Se suponía que la cesura debía aniquilarnos… arrojarnos a otro universo. Este parece nuestro universo.
—Lo es. He estimado las constantes físicas locales y son las mismas dentro de los límites de medida. La probabilidad de que ocurra algo así en otro universo es sumamente pequeña. En estos momentos estoy calculando los parámetros globales del universo.
—¿Sabes qué nos ha ocurrido?
—No tengo pruebas, pero guiándome por la lógica deductiva se puede inferir una posibilidad plausible. La operación de las cesuras sigue una pauta estadística impredecible, de ahí que no se pueda aventurar el resultado de cada uso específico. Pero las probabilidades se conocen desde hace tiempo. En casi todos los casos, la cesura sirve para eyectar un objeto que entra en ella a otro universo. Una vez entre un millón, la cesura actúa como medio de transporte instantáneo a un destino elegido. Y a veces, tan raramente que habíamos asumido que jamás ocurriría en la práctica, la cesura podría transportar un objeto a un lugar y época desconocidos dentro de nuestro propio universo. La evidencia indica que eso es lo que nos ha ocurrido. Según todos los informes, se te explicó este posible resultado hace tiempo.
Drake lo recordaba… vagamente. Se había mencionado cuando la idea de emplear cesuras surgió por vez primera; en aquel momento no hizo caso, considerando las cesuras como simples armas. Pero el Condensado de Bose-Einstein que formaba el cerebro enfriado de la nave no olvidaba nada, y su memoria atómica en red contenía millones de veces tanta información como todos los antiguos sistemas de almacenamiento de la Tierra combinados. La nave, probablemente, sabía todo lo que alguna vez le habían dicho a Drake, en forma de diminuto subconjunto de su base de datos.
Contempló las estrellas del exterior con nuevos ojos.
—Seguimos estando en nuestro universo, pero lejos de donde empezamos. ¿Puedes llevarme de regreso al cuartel general?
—Podría, con el tiempo. No puede hacerse inmediatamente, por diversas razones. Para empezar, esta nave solo puede viajar a velocidades sublumínicas. Por consiguiente, el viaje prolongado se hace lento. Segundo, la cesura puede provocar traslaciones tanto en el tiempo como en el espacio. Ahora estamos en una galaxia más antigua que aquella de la que partimos. Eso sugiere, asimismo, el paso de una considerable cantidad de tiempo.
—¿A qué te refieres con «considerable»?
—Todavía no lo he determinado. Podrían ser miles de millones de años. Lo sabré con seguridad cuando haya completado mi estimación de las constantes globales del universo. Tercero, ya he intentado encontrar evidencia de señales superlumínicas. No hay nada que cruce el umbral. Por consiguiente, es imposible que estemos en nuestra galaxia original, o de lo contrario la comunicación por ondas-S habría sido sustituida por otra cosa. Por último, no reconozco ninguna pauta espacial galáctica, como haría si nos encontráramos dentro del supergrupo galáctico local. Hemos viajado, como mínimo, cientos de millones de años-luz. El problema de descubrir la localización de nuestra galaxia es formidable. Aunque lo resolvamos, seguiría quedando pendiente el problema de llegar hasta ella.