—Tendremos que correr ese riesgo. Ten en cuenta únicamente aquellos sistemas con más del noventa y cinco por ciento de probabilidades de tener vida, y con más de un diez por ciento de tener vida inteligente. ¿Cuántos hay?
—Entre ciento veinte y doscientos cincuenta. No se puede precisar más.
—¿A qué distancia está el candidato más cercano?
—A seis mil años luz.
—Llévanos allí. Y otra cosa. Has dicho que no detectabas ni rastro de señales de ondas-S. ¿Se debe a que recorren solo una distancia finita?
—No. En principio, su alcance es ilimitado. En la práctica se rigen por una ley cuadrática inversa entre el emisor y el receptor. Con el equipo de detección de a bordo de la nave, las señales se vuelven indistinguibles del trasfondo a no más de unas pocas decenas de miles de años luz. Eso resulta adecuado para señalizar dentro de una galaxia, pero no fuera de ella. Sin embargo, aun el más potente y concentrado de los haces de ondas-S pasaría desapercibido para nuestro equipo en un radio de cien millones de años luz. Por eso estoy convencido de que no estamos cerca de nuestro supergrupo local original.
—Pero tendríamos más oportunidades con un receptor más potente. ¿Puedes construir uno?
—Cuento con las especificaciones precisas para construir receptores mucho mayores…, receptores de tamaño casi ilimitado que serían capaces de captar señales superlumínicas de las profundidades del espacio. Sin embargo, su fabricación no podría realizarse a bordo. Haría falta una instalación de espacio libre, y mucha ayuda.
—No te preocupes por eso, por ahora.
Seis mil años luz hasta el objetivo más próximo. Siete millones de años luz hasta la siguiente galaxia. Paso a paso. Tenían por delante incontables miles de millones de años, tiempo más que suficiente para cualquier cosa.
—Dispongo ahora de más información, que amplía mis estimaciones anteriores. He completado el cálculo de los parámetros globales del universo. En concreto, he medido el desplazamiento de la galaxia hacia el rojo. El resultado es asombroso: Ya no hay desplazamiento hacia el rojo en las galaxias distantes.
La nave hizo una pausa. Drake estaba descubriendo cómo funcionaban sus procesos analíticos. Aguardó.
—Suponiendo que estemos todavía en el mismo universo, lo que me inclino a creer, la desaparición del desplazamiento hacia el rojo resulta sumamente significativo. Significa que el universo ha superado el ecuador de su esperanza de vida total y ha comenzado la fase de desplazamiento hacia el azul. Dentro de los límites del error de observación, mis estimaciones de la época actual muestran que la singularidad inicial previa a la expansión tuvo lugar hace treinta y tres mil millones de años. La singularidad final, el escatón, se producirá dentro de treinta y dos mil millones de años.
De modo que no tenían por delante incontables miles de millones de años, sino treinta y dos mil millones. En ese destino final aguardaba el Punto Omega, la última esperanza de resurrección para Ana. Solo que Drake no quería esperar tanto tiempo. Y estaba ocupado con sus propios cálculos.
—¡Hemos dado un salto de ocho mil millones de años!
—Casi nueve mil millones.
Ocho mil millones, nueve mil millones, treinta y dos mil millones… Para Drake las cifras eran tan astronómicas que no significaban nada. Paso a paso.
—Me has preguntado por la naturaleza de nuestras futuras actividades. Te lo puedo explicar. Cuando acabemos de hablar, quiero que se me cargue en un continente electrónico… de forma indolora, por favor, a ser posible. Te dirigirás hacia el sistema estelar elegido. Una vez allí, realizarás observaciones de los planetas donde haya vida. Si alguno de ellos da muestras de contener una forma de vida inteligente con una base tecnológica activa, resucítame. Si no, selecciona el siguiente blanco estelar más prometedor y continúa el viaje. Repite el procedimiento al llegar allí. Si no hay inteligencia, o si solo hay inteligencia sin tecnología, sigue buscando. Despiértame solo cuando encuentres inteligencia tecnológica, o si se produce alguna emergencia que no puedas solucionar por ti mismo. ¿Entendido?
—Falta por especificar un elemento importante. Me has ordenado que te resucite cuando lleguemos a un mundo que satisfaga tu criterio, pero no has especificado la forma de tu encarnación.
—Cierto. —Drake desistió, a regañadientes, de pasar el resto del futuro en su antigua forma humana—. Dame un cuerpo capaz de sobrevivir en el planeta en cuestión. Mejor aún, que sea la misma forma corporal que la de la forma de vida inteligente en cuestión.
—¿Y si hubiera más de una?
—Dame la forma de la que parezca más humana. —Drake contempló su cuerpo, descartado nada más asumirlo. ¿Había algún motivo por el que debiera permanecer en él por más tiempo? No se le ocurría ninguno. Pasarían seis mil años —como mínimo absoluto— antes de que tuviera alguna razón para recuperar el conocimiento. No debía darle más vueltas. Tenía que considerarlo un ciclo de sueño normal, no una etapa tan vasta como la totalidad de la historia escrita previa a su nacimiento—. Estoy listo para la transmisión. Si no puedes decidir qué forma emplear cuando lleguemos, porque no haya ninguna parecida a la humana, no te preocupes. Escoge una cualquiera.
—¿Con qué criterio?
—Me da igual. Lanza al aire una moneda virtual, si hace falta… pero no me despiertes para preguntarme si prefiero la cara o la cruz.
27
Postindustrial
Drake despertó despacio y con facilidad. En cuanto fue capaz de pensar, supo que algo había salido tremendamente mal.
Su cuerpo no parecía extraño… parecía demasiado conocido. La sangre corría como el licor por sus venas, y su talante era embriagadoramente eufórico. Solo se le ocurría un motivo por el que eso pudiera ser así.
Abrió los ojos, levantó la cabeza y contempló su cuerpo desnudo. Lo que sospechaba; estaba en su nueva forma humana, una nueva versión inmaculada de sí mismo. También estaba a bordo de la nave.
—¿Qué ha pasado? —Esas cuerdas vocales nunca antes se habían utilizado, pero estaban en perfecto estado. Probó a reírse. Fuera lo que fuera que había salido mal, el laboratorio estaba en excelentes condiciones. Igual que él—. ¿No querrás decirme que has encontrado un planeta lleno de humanos que se parecen a mí en otra galaxia?
—No. Creo que hemos encontrado una forma de vida inteligente, pero está claro que no es humana.
—Entonces, ¿por qué me has dado este cuerpo?
—Era la opción por defecto.
La nave parecía tan frustrada como exultante se sentía Drake. Tenía que andarse con cuidado. Los efectos pasajeros cerebrales producidos por la residencia en su nuevo cuerpo todavía no habían remitido. Podía sentir los bruscos cambios de humor. ¿Cuánto tiempo había durado su letargo?
—¿Qué quieres decir con «opción por defecto»? Dime qué está ocurriendo.
—Se han seguido tus instrucciones al pie de la letra. Volamos a nuestra primera estrella objetivo. Uno de sus planetas albergaba vida, pero no había evolucionado más allá de los procariontes unicelulares. Es imposible que se desarrolle allí inteligencia alguna hasta dentro de varios miles de millones de años. De modo que puse rumbo al segundo objetivo, a doce mil años luz de distancia. Pude determinar, a una distancia de medio año luz, que la naturaleza de la atmósfera de todos los planetas del sistema era tal que no podría sobrevivir ninguna forma de vida que nosotros conociéramos. Aun así, seguí adelante y al acercarme descubrí que la vida había aparecido y desaparecido intermitentemente en un mundo. Nunca había alcanzado la inteligencia, y se había extinguido cuando las temperaturas subieron durante la expansión y el aumento normales de la secuencia principal de su estrella primaria.