Llegó a la carretera y se arrodilló para examinar la superficie.
—¿Recibes todo esto? —Todo lo que registraba con sus sentidos y sus instrumentos debería ser enviado automáticamente a la nave, que flotaba en una órbita estacionaria.
—Todo. Continúa.
—Tan solo estaba probando.
Drake tanteó la superficie. La carretera estaba hecha de una fina grava cristalina encajada en una resistente matriz bituminosa. Era fuerte y duradera, pero unos finos hilos de brillante vegetación roja habían encontrado asidero en la orilla. Una estrecha franja a lo largo del centro de la calzada se veía más brillante que el resto, como si la mantuviera limpia algo que la rozaba constantemente.
—Hace mucho que no se utiliza esto como carretera. Creo que podrías haber dado en el clavo. Han avanzado a una forma electrónica pura y han dejado atrás las cosas materiales. No repararon la torre derruida porque ya no les hacía falta. —Drake contempló el sol de reojo. Estaba más bajo en el cielo, y las nubes listadas pasaban por delante de él—. Si hay algún rastro de ellos, debería estar en las ciudades.
—Faltan dos horas para el anochecer. —La nave había visto e interpretado su gesto—. La ciudad en la que estás a punto de entrar no aparecía iluminada por la noche en nuestra observación orbital. Se acercan nubes de lluvia por el oeste. Es posible que pierda la capacidad para controlar tu entorno visualmente. Si pretendes llevar a cabo una exploración detallada, deberías quedarte en el trasbordador y esperar a que amanezca.
—Es solo un paseo. Echaré un vistazo rápido y volveré al trasbordador para pasar la noche.
Las dos torres que había en el centro de la ciudad no medían más que una pequeña fracción de la altura de sus contrapartidas junto al canal, pero a medida que avanzaba la puesta de sol proyectaron largas sombras en dirección a Drake. Eran más altas de lo que había pensado, cien metros y más. La mayor estaba en el centro exacto de la ciudad. Drake se encaminó hacia ella cruzando un esquelético dibujo de sombras de vigas sobre la oscura carretera.
—Estoy en el primer edificio. Hay plantas alrededor de las paredes, pero no se detienen ahí. Veo enredaderas que penetran por esa abertura.
Señaló un boquete en la pared del edificio. El arco semicircular medía un metro ochenta de alto y se hundía unos cuarenta centímetros en el suelo. Terminaba en una cornisa lisa de algo más de un metro de ancho. Podría entrar con facilidad si estaba dispuesto a pisotear las enredaderas.
—¿Qué posibilidad hay de que me lastimen las plantas?
—Es posible, pero improbable a menos que sean sensibles al movimiento. Son lo suficientemente distintas a nivel químico como para que no respondan ante ti como forma viviente. Advertencia: En los próximos diez minutos la cobertura nubosa anulará mi seguimiento visual.
Drake metió la cabeza por la abertura. Sus ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la penumbra. Estaba asomado a una pequeña habitación, con otra abertura semicircular al otro lado. La vida vegetal, rosa y cubierta de polvo, formaba un manto sobre todas las cosas. Al otro lado de la siguiente abertura pudo ver una rampa descendente y, junto a ella, el tenue perfil de lo que parecía algún tipo de máquina gris.
Levantó los pies para no tocar las plantas y apoyó una mano en el costado de la abertura. Una capa superficial de material, de aproximadamente seis milímetros de espesor, quedó reducida a polvo blanco cuando la tocó. El polvo le hizo estornudar. Detrás del revestimiento, la pared se revelaba como una sólida placa metálica.
En ese momento su unidad de comunicación emitió un repiqueteo imperioso. La disminuida voz de la nave dijo, con apremio pero débilmente:
—Tu señal se está debilitando.
Drake se apartó.
—¿Interferencia activa?
—Creo que no. Es una atenuación natural. Debe de haber algún tipo de escudo o aislante en las paredes y el techo del edificio. Preveo que comience a llover donde te encuentras en los próximos quince minutos.
Drake volvió a contemplar la carretera que conducía a la torre. No se movía nada. Incluso la suave brisa, con su característico olor, había cesado por completo. El sol poniente se ocultaba tras un banco de nubes.
—Voy a echar un vistazo aquí dentro. ¿Sabes cómo es el tejado?
—Ya no es visible a causa de la nubosidad, pero nuestro examen previo mostraba dos grandes aberturas circulares. No se podía ver nada a través de ellas. Si la sala que has encontrado tiene la altura típica, el edificio se levantará tres pisos por encima del nivel del suelo.
—La rampa que he visto baja, no sube. Veré si hay alguna manera de llegar a las plantas superiores.
Drake avanzó y se subió a la cornisa. No pudo evitar pisar las plantas que había al otro lado. Cedieron bajo su peso, con un sonido chirriante de gomosos tentáculos aplastados.
—¿Seguimos en contacto?
La unidad de comunicación guardó silencio. Drake se apresuró a cruzar un cuarto para entrar en el siguiente. Contenía maquinaria gris, sólida, alienígena y poco informativa. Vio un cilindro achatado y erecto de un metro aproximado de altura que podría ser cualquier cosa, desde un alternador espacial a un lavavajillas. Acarició la superficie superior y se ensució los dedos de mugre. Todo estaba cubierto por una espesa capa uniforme de polvo.
La rampa era empinada según los estándares humanos, con una inclinación de treinta grados. Bajó con cuidado, abriéndose paso entre capas de material pegajoso, fino como la gasa, que se rompían fácilmente en sus manos. De pronto oscureció mucho más. En este nivel no había ninguna abertura que diera al exterior, y la luz natural procedente de arriba era cada vez menos. Dentro de cinco minutos tendría que dar media vuelta. Deseó haber sacado una linterna de la pinaza. Si quería explorar los niveles inferiores debería esperar a mañana.
Había llegado al fondo de la rampa. Su zapato tropezó con algo que se alejó rodando delante de él. Se dirigió hacia el sonido y se agachó para ver a qué le había dado una patada.
Tras un vistazo se quedó paralizado en esa postura. No podía distinguir los colores en la penumbra, pero su pie había golpeado un objeto de forma y tamaño familiares. Era como uno de los caracoles rosas que se arrastraban por la valla que había junto al canal. Este estaba muerto.
Drake lo cogió. Era sorprendentemente ligero. Su superficie exterior era lisa y gomosa, lo que le permitía conservar su forma cilíndrica original, pero el interior se había vaciado por una larga hendidura practicada en un extremo. Se preguntó por un momento si no sería algún tipo de forma momificada. Su olfato le indicaba lo contrario. Llevaba muerto el tiempo suficiente para que se pudriera el cadáver.
Vio otra media docena de restos desperdigados por el suelo. Uno de ellos era más grande que los demás, una versión blanca y gigante de la criatura roja con patas que había observado en el cercado del canal. Erguido y estirado, este se alzaría por encima de él. Pero ya nunca se alzaría por encima de nada. Lo habían partido casi en dos a la altura del vientre.
Se retiró, buscando la rampa mucho más deprisa de lo que había bajado. Pegajosas telarañas se aferraban a él y hubo de levantar las manos para protegerse los ojos. No se sintió tranquilo hasta haber desandado sus pasos, subido a la cornisa y llegado a la penumbra crepuscular del exterior.
—¿Tenemos contacto?
—Recibo tu señal con claridad. No hay contacto visual.