—Quizá la difundieran a voleo.
—No puede darse ese caso. Las señales de ondas-S son como cualquier otra, han de comprimirse mucho para que resulten legibles a más de unos cuantos cientos de años luz. Pero aunque las señales fueran difundidas a voleo, tendrían un identificador de origen. Sin embargo, no es eso lo más preocupante. El verdadero problema es que las señales son ininteligibles. No tenemos entre manos una sola señal detectada, donde el problema podría reducirse a la resolución de ambigüedades. Estamos recibiendo millones de raudales de bits, una abundancia de muestras. Aunque contamos con todos los protocolos de comunicación conocidos, estas señales superlumínicas no se adecuan a ninguno de ellos.
—Puede que se trate de un nuevo protocolo, algo que empezó a utilizarse después de que entráramos en la cesura. Hace mucho que desaparecimos, los cambios son inevitables.
—Cierto. Pero las señales son totalmente irreconocibles. El cambio es probable, incluso necesario para reflejar nuestras necesidades y tecnologías. Sin embargo, del mismo modo que el cuerpo humano porta en su interior elementos de vuestra historia más arcaica, desde las uñas al vello corporal o las agallas embrionarias, todas las señales superlumínicas deberían mostrar al menos cierto parecido con los viejos protocolos de comunicación. Estas no. Son completamente desconocidas.
—¿Todavía intentas decodificarlas?
—Naturalmente. Sin embargo, no soy optimista. Ya he empleado el ochenta por ciento de las herramientas analíticas que tengo a mi disposición, sin éxito. La explicación más probable es, al mismo tiempo, la menos satisfactoria.
A Drake no le hacía falta preguntar de cuál se trataba. Había discutido esa posibilidad con el cerebro de la nave en cada una de sus encarnaciones.
—Supongamos que se trata de una civilización independiente, alienígenas que nunca se han encontrado con los humanos pero que están lo suficientemente avanzados como para emplear señales de ondas-S. ¿Cómo afectaría eso a nuestras posibilidades de enviarles una señal a ellos?
—¿Enviar una señal? Eso sería sumamente sencillo. Nuestro detector de ondas-S puede transmitir tan exacta y rápidamente como recibe. Esa no sería la cuestión en este caso. La cuestión es: ¿Qué ocurrirá con nuestra señal cuando la reciban en la otra galaxia?
—Eso será problema mío, ¿no? —Drake no veía ningún sentido a seguir hablando en términos generales—. Una vez vuelva al formato electrónico, ¿cuánto tiempo tardarás en transmitirme superlumínicamente?
—Unas cuantas horas, a lo sumo.
—Pues manos a la obra. ¿Has dicho ochocientos millones de años luz?
—Ochocientos dieciocho millones, para ser más precisos.
—¿Cuánto tiempo de viaje supone eso para ti… teniendo en cuenta el combustible, el mantenimiento y todo lo demás?
—La mayor parte transcurriría en punto muerto, puesto que entre las galaxias no hay fuentes de materiales o energía disponibles. Necesariamente, eso implicaría largos períodos de baja o nula aceleración. El tiempo de viaje sería de mil millones de años o más.
—¿Puedes sobrevivir a eso?
—Desde luego. Ya hemos resistido diez veces ese intervalo. Sin embargo, me veo obligado a mencionar otras dos características anómalas de las señales recibidas. Para empezar, aunque hay muchas señales, millones de ellas, se dividen claramente en dos categorías distintas.
—¿Cómo lo sabes, si no entiendes lo que dicen?
—Gracias al análisis estadístico de los flujos de datos. Ese análisis revela sin lugar a dudas dos tipos diferentes, aunque el contenido de cada uno sigue siendo desconocido. Y esa es la segunda anomalía. En principio, mis herramientas analíticas deberían permitir la interpretación de cualquier posible señal. Da igual que el remitente sea humano o no-humano, orgánico o inorgánico, familiar o completamente alienígena. Si se siguen las leyes de la lógica, que siempre hemos creído universales, la señal tendría que ser inteligible.
—¿Pero estas no lo son? Qué curioso. Quizá resulte más sencillo dilucidar lo que ocurre cuando estemos allí para verlo. —Drake estaba expresando una confianza que no sentía. Presentía la agitación de antiguos recuerdos en su interior. Dos tipos de señales que evidentemente eran señales, pero que no se podían interpretar. ¿De qué le sonaba eso?
»Antes de nada, devuélveme al formato electrónico. A continuación envíame. Cuando me haya ido, puedes tomar el camino más lento y seguirme. —Señales incomprensibles. Algoritmos que deberían ser capaces de interpretar cualquier cosa, pero que no lo conseguían. Pospuso la pregunta. Ya tendría tiempo de pensar en ella cuando llegara al origen de la señal—. Introdúceme en formato electrónico para que pueda ponerme en marcha. Suponiendo que todo salga bien, me enviaré de vuelta aquí y te contaré lo que está ocurriendo.
Suponiendo que todo salga bien.
Se le ocurrió a Drake, al recuperar el conocimiento, que hacía eones que nada salía bien. Sin duda esta vez tampoco. En vez de despertar en otra galaxia, entregado en forma de onda-S y reconstruido a la consciencia, seguía a bordo de la nave. Y aunque estaba despierto, sin duda no estaba encarnado. En vez de eso se encontraba en formato electrónico, compartiendo sensores y procesadores con la nave. Se dio cuenta, asimismo, de que lo rodeaban cien o más versiones de su ser, aletargadas a su alrededor.
—Vale. No ha funcionado. ¿Y ahora qué pasa?
Parte de la respuesta se presentó ante él antes de que hablara la nave. Los sensores de luz visible revelaban de frente el disco de una galaxia barrada. A juzgar por cómo llenaba el cielo sobre su cabeza, estaban a escasas decenas de miles de años luz de distancia; al alcance de la mano, en términos galácticos.
Además, era la galaxia. El equipo receptor de señales de la nave mostraba los brazos en espiral inundados de las resplandecientes chispas de las transmisiones de ondas-S. La galaxia llameaba con ellas, rutilantes puntos efímeros de azul y carmesí. La nave los había codificado por colores en tipo 1 y tipo 2; estadísticamente diferentes entre sí, pero igualmente misteriosos.
Si la nave estaba ahí, tan cerca del origen de las señales, es que debían de haber transcurrido mil millones de años o más desde que perdiera el conocimiento.
¿Por qué no contestaba la nave a su pregunta? Comprendió entonces que la nave había respondido. Se había transferido un nuevo bloque de información, y su consciencia electrónica ya estaba procesándolo, miles o millones de veces más deprisa que su viejo cerebro orgánico. Sabía, sin necesidad de que se lo dijeran, que…
La nave había permanecido durante siglos en el punto focal del colosal despliegue. Había transmitido a Drake como señal superlumínica, no una sola vez, sino cien veces y más. Había aguardado pacientemente la señal de respuesta. Al despliegue no llegaba nada más que el mismo torrente de comunicaciones ininteligibles.
Al final, la nave hubo de tomar una decisión complicada. Si abandonaba el despliegue, se perdería cualquier posibilidad de recibir una señal intergaláctica de Drake. La nave se vería obligada de nuevo a confiar en el simple sistema de detección de ondas-S que llevaba a bordo. Por otra parte, permanecer en un mismo sitio a la espera de una señal por parte de Drake podría ser una tarea eterna.
La nave abandonó finalmente el despliegue y emprendió su solitario viaje de mil millones de años a través del golfo intergaláctico. Al hacerlo, perdió la facultad de percibir señales superlumínicas procedentes de su destino hasta que la galaxia objetivo estuviera lo suficientemente cerca como para permitir el funcionamiento del sistema de a bordo.