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»En fin, tuvimos suerte. El MILSTAR perdió su aura de secretismo, poco a poco. Esa fue su ruina. No podía soportar la luz pública. Por fin, tras años y más años de ardua resistencia cuando nadie creía realmente en el programa pero se mantenía como fuente de trabajo y burladero político, se cortó el suministro de fondos y se puso punto y final a su desarrollo. El MILSTAR nunca llegó a ponerse en funcionamiento… en la Tierra. Pero algo parecido se desarrolló, y sigue en activo —Drake indicó la galaxia que había delante de la nave— ahí.

Drake había sido arrastrado en el tiempo y el espacio por una oleada de sensaciones que hacía eones que no experimentaba. Sabía que había hablado por Ana, más que por sí mismo. Esos eran los temores de ella expresados en voz alta, su indignación, su alivio ante la elusión de una Tierra condenada. Comprendió a su vez, por vez primera, que la existencia en una forma electrónica pura admitía la emoción, la pasión y el anhelo.

La nave había asimilado los hechos implícitos en su mensaje, ya que no su intensidad.

—De modo que aunque exista un sistema de señales de ondas-S en esa galaxia —dijo— sus creadores y propietarios originales hará tiempo que desaparecieron. Por consiguiente, no hay impedimento ético ni práctico que nos impida usurpar su empleo. Deberíamos ser capaces de inhibir el sistema de encriptación. En cuanto lo hayamos conseguido, y se pueda enviar y recibir nuestro propio tipo de señales de ondas-S…

—No podemos hacerlo.

—Creo que poseo las aptitudes analíticas necesarias, aunque posiblemente tú no seas consciente de ellas.

—El problema no es ese, sino cómo llegar hasta allí. —Drake volvió a señalar la galaxia que tenían delante.

—Nos separan tan solo veintiún años luz. Ya hemos recorrido cuarenta mil veces esa distancia, sin ningún problema. El tramo restante es despreciable.

—No. Es allí donde espero que surjan los problemas. Míralos. —Drake mostró un despliegue de mundos ennegrecidos y mudos para que los examinara la nave—. No sabemos qué hizo esto; quizá siga en activo, incluso. Puede que esté esperando un nuevo objetivo que atacar. Las armas podrían haberse quedado sin blancos. El que una galaxia esté desprovista de vida no significa automáticamente que sea seguro ir allí.

—En ese caso, solicito que propongas una alternativa. —La nave giró su equipo de captación de imágenes, pasando lentamente de la isla de materia que tenían delante al gran océano espacial que los rodeaba—. La siguiente galaxia más cercana se encuentra a doscientos cincuenta mil años luz de distancia. No mostraba ningún indicio de transmisión de ondas-S. ¿Sugieres que la tomemos como destino? Estoy listo para seguir tus instrucciones.

Ahí estaba el problema. No había otra alternativa. Ninguna otra galaxia, en una búsqueda que se extendía hasta la mitad de la historia conocida, había dado muestras de emitir señales superlumínicas. Era el peor momento para decidir que la nave abandonara el gran sistema de detección, arduamente construido a lo largo de tantos años, prematuramente. Pero era verdad. Lo más prudente sería sondear todas las galaxias del universo en busca de transmisiones de ondas-S, antes de precipitarse a resolver el enigma de la que tenían enfrente.

Era culpa de Drake. Tendría que haberlo meditado más antes de actuar. El precio que conllevaba la precipitación era elevado: tenían que regresar a su sistema de detección, a mil millones de años de distancia, y efectuar otra búsqueda interminable.

Ese era el precio. Pero no estaba dispuesto a pagarlo.

¿No se podría hacer algo con las instalaciones que tenían delante, tan tentadoramente cerca? Comparado con la otra opción, recorrer veinte mil años luz era como ir a la casa del vecino. Sabía, con absoluta certeza, que aquí existían plenos recursos de señales superlumínicas en perfecto funcionamiento. No encontraría nada parecido antes de que se extinguiera el universo.

Mientras el campo de visión de los sensores de la nave ejecutaba su constante giro en el espacio, Drake contempló la vasta extensión de galaxias. No habían cambiado. Él sí. ¿Cuándo había perdido su temple y su firmeza? ¿Desde cuándo era tan cauto?

Tiempo atrás, sin pensárselo dos veces, lo habría arriesgado todo. Ahora, hiciera lo que hiciera, arriesgaría menos que todo. Sin duda existían todavía otras versiones de él, aunque fuera en los confines del universo. No sabían que él existía; pensarían que había muerto hacía quince mil millones de años, cuando la nave fue tragada por la cesura. Pero ¿y eso qué? Seguirían allí. ¿Tenía algo que perder, si se arriesgaba ahora a encarar la amenaza que tenía delante?

¡Sí!… Pero morir, e ir no sabemos adónde…

¿A eso se reducía todo? ¿Al simple miedo a morir?

—¿Nos dirigimos todavía a la galaxia?

—Sí. No hemos cambiado el rumbo.

—En ese caso olvida la alternativa. Mantén la dirección. Llévanos al mundo más cercano que detectes como fuente de mensajes de ondas-S.

Muchas cosas andan envueltas en el seno del porvenir.

¿Cuánto tiempo hacía que no pensaba así? Era hora de correr el riesgo y poner a prueba las bondades de la realidad.

Correr el riesgo con una cosa no significaba que hubiera que olvidar la cautela en todo lo demás.

Drake eligió permanecer consciente, aunque no encarnado, a lo largo de toda la lenta fase de acercamiento a la galaxia. La velocidad de la nave tendría que ser sublumínica. Mientras tanto, los mensajes de ondas-S centelleaban y destellaban sobre su cabeza de un brazo de espiral a otro, más enigmáticos que nunca. A sugerencia de Drake, el cerebro de la nave asumió que los mensajes estaban deliberadamente encriptados e intentaron descifrarlos. El esfuerzo ocupó la mayor parte de la potencia de computación de la nave durante doce mil años. No obtuvo ningún resultado satisfactorio para los mensajes de tipo 1 ni de tipo 2.

Mientras ocurría todo esto, Drake no dejaba de vigilar la galaxia que tenían delante. Desconocía el alcance de las armas que había allí. En cualquier momento, el acercamiento de la nave podría ser detectado y podría surgir una fuerza alienígena para consumirlos. Estaba listo para apagar por completo la nave y esperar que el silencio terminara con el asalto o, si eso fallaba, girar en redondo e intentar correr más que la destrucción.

El cambio llegó con el decimotercer milenio. Se produjo mientras Drake y la nave analizaban las libertades y restricciones comparativas de sus dos mentalidades.

—¿Qué habrías hecho tú en una situación similar? —La nave no estaba satisfecha con su actuación.

—¿Suponiendo que yo fuera una nave, con tu historial y tu inteligencia inorgánica? Lo primero que haría, después de que Drake Merlin insistiera en ser enviado como señal superlumínica a esta galaxia, sería decirme que los humanos encarnados tienden a ser impulsivos y a tomar decisiones precipitadas. Evolucionamos así porque el antiguo cuerpo humano rara vez vivía más de un siglo. Siempre andábamos con prisa, así tenía que ser. De modo que, como nave, habría dedicado una considerable cantidad de tiempo a evaluar mis posibles acciones. Luego esperaría que yo preguntara qué se podía hacer en la estructura de detección de ondas-S que habíamos construido y en ningún otro sitio. Una vez hecho todo eso, habría puesto rumbo hacia aquí.

—¿Y qué habrías hecho como humano en la misma situación?

—Si no pudiera ver ningún posible sentido a mi existencia…

El comentario de Drake sobre el suicidio, idea alienígena para la inteligencia de la nave, fue interrumpido.

A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A. El detector de ondas-S de la nave chirrió y rechinó sobrecargado mientras atronaba un mensaje en su interior.

A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A-W-A.