—Demonios, nos han dicho muy pocas cosas —dijo Fowler—. ¿Y eso era mentira?
—Sí —dijo tranquilamente Rod—. Implícitamente, claro está. No fue un malentendido. Lo he comprobado. Tenemos muchas grabaciones en las que los pajeños decían implícitamente algo falso, se daban cuenta de que lo habían hecho al observar nuestras reacciones y se corregían. No. Esa pajeña empujó a Sally deliberadamente a creer algo que no es cierto.
—Pero ¿qué más nos da a nosotros el saber o no saber que los Mediadores tienen hijos? —preguntó Fowler.
—El hecho nos indica que dos Marrones y un Blanco tuvieron cuatro hijos —dijo lentamente Renner—. En una nave pequeña. En el espacio. En condiciones peligrosas. Por no mencionar el hacinamiento.
—Sí. —Ben Fowler se levantó y se quitó la túnica de gala; la camisa que llevaba debajo era vieja, muy gastada y cuidadosamente remendada en tres lugares—. Rod, ¿qué es lo que piensan exactamente los pajeños de sus hijos? —preguntó Fowler—. Quizás piensen que no valen nada hasta que no pueden hablar. Que pueden prescindir de ellos.
—No es cierto —dijo Renner.
—La forma correcta —dijo lentamente Rod—, la forma cortés de discrepar de la opinión del senador sería decir: «Pienso que ése no es el caso». La cara de Renner se iluminó.
—Ah. Está bien. De todos modos, el senador se equivoca. Los pajeños piensan mucho en sus hijos. La única religión de la que me hablaron enseña que sus almas se dividen para entrar en sus hijos. Prácticamente adoran a los pequeños.
—Vaya —Fowler alzó su vaso para una segunda ronda; frunció el ceño impaciente—. ¿Podría ser que les gustasen tanto que tuviesen hijos siempre que pudiesen?
—Es posible —dijo Rod—. Y en este caso la amenaza es obvia. Pero…
—Exactamente —dijo Fowler—. Entonces el planeta se llenará inevitablemente. Lo cual significa que los pajeños tienen problemas de presión demográfica como no hemos tenido nosotros jamás…
—Quizás puedan controlarlos —dijo Rod—. Porque si no pueden… llevan encerrados en aquel sistema mucho tiempo.
—¿Con qué resultado? —preguntó Fowler—. ¿Qué sabemos de la historia pajeña?
—No mucho —dijo Renner—. Tienen una civilización muy antigua. Mucho, realmente. Fueron capaces de desplazar asteroides hace por lo menos diez mil años. Casi me da miedo pensar cuánta historia han tenido. —Kevin se movió en la silla para disfrutar de todos los efectos del masaje— Así que han tenido mucho tiempo para resolver sus problemas demográficos. Sólo desde la época en que lanzaron aquella sonda de Eddie el Loco hasta ahora, podrían haber llenado el planeta. No lo han llenado, así que pueden controlar la población…
—Pero no quieren —proclamó Ben—. ¿Y qué significa eso? Si consiguieran llegar aquí, el territorio del Imperio, ¿cuánto tardarían en superarnos en número? —El senador Fowler jugueteó pensativo con un sector gastado de su camisa—. Quizás por eso intentaran utilizarnos. Un índice de nacimientos muy elevado y ningún deseo de reducirlo. —De pronto pareció tomar una decisión—. Rod, que tu gente investigue esto. Quiero todo lo que sepamos sobre historia pajeña.
—De acuerdo —dijo Rod con tristeza. ¿Y qué significará esto para Sally cuando lo tengamos? Porque…
—Parece usted el fiscal en un juicio por asesinato —dijo Renner—. Dios mío, senador, tienen una historia larga. Tienen que haber resuelto de sobra el problema de la presión demográfica.
—Muy bien. ¿Cómo? —preguntó Fowler.
—No lo sé. Pregúnteles —sugirió Renner.
—Pienso hacerlo. Aunque desde que sabemos que pueden mentirnos y que nos mienten… Pero bueno, ¿por qué ha de sorprenderle esto a un político? —se preguntó Ben—. En fin. Ahora que lo sabemos, quiero tener las cosas muy claras antes de entrar ahí y enfrentarme a los pajeños.
—Las posibilidades comerciales son fabulosas —proclamó Jock; los brazos indicaban emoción—. Esos humanos son indescriptiblemente ineficaces en el uso de sus recursos. No tienen ningún instinto para las herramientas complejas.
—¿Ninguno? —preguntó Ivan.
—Ninguno, por lo que he visto —Jock indicó la trivisión—. Tienen que adiestrar a los jóvenes para cualquier actividad. Muchos de los programas de ese aparato son para ese fin.
—Pero tienen tiempo de aprender —reflexionó Charlie—. Viven mucho. Más que ningún Amo.
—Sí, pero qué derroche… No tienen Marrones, no tienen Relojeros…
—¿Estás seguro de que no tienen Relojeros? —interrumpió Ivan.
—Sí. No vimos ninguna señal en las naves, ni hemos visto ninguno en la trivisión, ni aparecen los productos que fabrican los Relojeros. No hay ningún artículo personal individualizado.
—Ya lo he visto. Los guardias que nos atendieron en la Lenin los traían…
—Hechos por nuestros propios Relojeros…
—Exactamente —dijo Ivan—. Ahora sabemos por qué destruyeron la MacArthur. Y por qué nos temen.
Los Mediadores parlotearon animadamente hasta que Ivan les cortó de nuevo.
—¿Estáis de acuerdo? —preguntó en el tono de ordenar que confirmasen la información.
—¡Sí! —dijeron al unísono; Charlie habló rápidamente, silenciando a Jock.
—La Minera que cogieron a bordo debía de llevar un par de Relojeros. Los humanos no saben nada de los Relojeros y debieron de dejarles escapar. Y si consideramos que podían correr libremente por la nave y que tuvieron tiempo para adaptarse a ella…
—Sin embargo nos dijeron que tenían Relojeros —dijo Ivan. Jock adoptó la postura que indicaba que estaba esforzándose por recordar. Al cabo de un segundo dijo.
—No. Sally nos permitió suponer que los tenían. Cuando su Fyunch(click) le sugirió que los Relojeros humanos debían de ser mayores, Sally dijo que sí.
—Y los guardiamarinas parecieron sorprenderse cuando hablamos de ellos por lo de la construcción de sus botes salvavidas —dijo lisamente Charlie—. Sí, tienes razón, no cabe duda.
Hubo un silencio. Ivan pensaba.
—Ellos saben que tenemos una subespecie prolífica —dijo luego—. Reflexionen sobre eso.
—Temen que causáramos deliberadamente la destrucción de la MacArthur —dijo Charlie—. ¡Maldita sea! Por qué no nos lo dirían. Podríamos haberles advertido de los peligros, y los humanos no tendrían nada que temer. ¿Por qué demonios dispuso el universo que el primer pajeño con que se encontraran fuera un Marrón?
—Dijeron que la MacArthur estaba afectada por una plaga —musitó Jock—. Y lo estaba, aunque no les creímos. Una plaga de Relojeros. Pero, si realmente creen que destruimos de modo deliberado su nave, o permitimos que la destruyeran, ¿por qué no nos lo han dicho? ¿Por qué no preguntan?
—Ellos ocultan sus puntos vulnerables —dijo Charlie—. Y nunca admiten una derrota. Ni siquiera en los minutos finales, los guardiamarinas se negaron a rendirse.
Hubo un silencio. Habló Ivan.
—Los humanos no querían que supiésemos que había Relojeros a bordo hasta que los liquidaran. Estaban seguros de que podrían hacerlo. Después, no querían que supiésemos que los Relojeros podían destruir sus naves.