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Lentamente, Niall le separó las piernas con las rodillas. Su raíz palpitante rozó la punta de la femineidad y, en una niebla dulce de miedo y deseo, ella le oyó decir:

– Te dolerá, pero solamente esta vez, Skye. Después, nunca más sentirás dolor, amor mío.

– ¡Sí! ¡Sí! ¡Por favor, sí! -jadeó ella, sin saber lo que quería, pero deseándolo con toda su alma. Un dolor profundo y ardiente le abrió las entrañas y luego desapareció, dando paso a un calor tierno y palpitante. Los ojos plateados buscaron a los azules y la pasión fue espejo de la pasión mientras él la amaba. Durante un momento, yacieron suspendidos en el tiempo y después ella gritó de placer cuando la turgencia de él explotó y la llenó de jugos cremosos.

Tras unos minutos, él se hizo a un lado y la acunó entre sus brazos. Le acarició el cabello, fascinado por su densidad casi mágica. Cuando habló de nuevo, su voz de terciopelo llevaba en sí el principio de un temblor.

– Gracias, Skye, amor mío. Gracias por el mejor de los regalos que puede recibir un hombre.

Ella se movió para verle la cara, porque ahora que era mujer se sentía más valiente.

– Te he esperado toda mi vida, Niall Burke. No me dejes ahora, porque preferiría ser tu perra que la esposa de Dom O'Flaherty. Me iré contigo.

Él suspiró.

– No podría dejarte ahora, Skye. Anularemos tu matrimonio por adulterio. No pienso devolverte a Dom O'Flaherty. Nos iremos al castillo de mi padre por la mañana. Tu esposo es un pavo vanidoso. Un buen arreglo financiero y una novia noble y rica lo calmarán.

– ¿No vas a dejarme? -Los ojos de Skye brillaban de felicidad-. ¡Oh, Niall! ¡Te amo! ¡Te amo tanto!

– Dios, amor mío, yo te adoro… -Niall la besó con pasión-. ¡Te amo yo también, amor mío! ¡Te amo!

Sus cuerpos se unieron otra vez. Skye se sentía dominada y perdida en esas sensaciones nuevas, dulces, tormentosas que la recorrían de arriba abajo. Su cuerpo respondía a cada caricia de Niall y buscaba en cada una un nuevo estremecimiento.

Él luego se echó de espaldas, y la levantó para colocársela encima. La manera en que se sonrojó lo sedujo por completo. Ella escondió la cara en el hombro. Él rió entre dientes.

– No, querida, ahora tú debes hacerme el amor a mí.

– Pero, Niall, no sé hacerlo -protestó ella.

– Tócame, Skye. Es la mejor manera de empezar.

Ella se sentó con una pierna a cada lado del torso de él. No podía mirarlo a los ojos. Le acarició el pecho con mano temblorosa. La mata del vello era suave, la piel tersa y cálida. Después le acarició el hombro y después el musculoso brazo. En un movimiento rápido y valiente, se inclinó y le rozó la mejilla con su seno. Niall lo cogió y esperó la reacción de Skye. Ella frotó la cara de él con su pecho y después apoyó su endurecido pezón sobre los labios de Niall. Skye jadeó cuando notó que el pezón era devorado por esos labios masculinos. La lengua de Niall jugó con él y la llenó de flechas de fuego. Ella se retorció, los ojos entrecerrados.

Los brazos de él la rodearon y otra vez se encontró de espaldas sobre la cama. Niall le tomó la mano y la condujo hasta su sexo. Ella lo acarició y el efecto fue devastador. Él gimió en la oscuridad y hundió la cara en la masa oscura del cabello de ella. El olor limpio y perfumado del jabón que ella usaba, mezclado con el olor de su feminidad, lo enloquecieron. Otra vez hundió su enorme espada en el sexo anhelante de ella, que suspiró profundamente y tomó de él todo lo que pudo. Sus brazos lo apresaron con fuerza.

– Cruza tus piernas alrededor de mi cuerpo, amor mío. Siempre necesito más de ti. -La voz de Niall sonó extraña, feroz, ronca. Ella obedeció y gimió con suavidad cuando sintió que él se hundía todavía más en ella. El mundo que la rodeaba estalló en un remolino de placeres. No podía ser mejor que eso, pero fue mejor de algún modo, progresivamente mejor.

– ¡Niall! ¡Niall, me muero! -sollozó ella, incapaz de tolerarlo más. Él sabía lo suficiente como para controlarse, pero no podía detenerse ahora.

– Un poquito más, Skye. ¡Dios! ¡Eres tan dulce! ¡No quiero parar ahora! -murmuró con voz confusa.

– No, no. ¡No te detengas! -gimió ella en un frenesí de placer. No quería dejar ese mundo maravilloso. ¡Más adentro! ¡Más! ¡Más rápido! ¡Más! Se habían perdido uno en el otro. Y cuando llegaron juntos al clímax, ella gimió, alegre y triste a un tiempo.

Él la abrazó y dijo en voz bien baja:

– ¡Skye! ¡Mi Skye! Eres la perfección, amor mío. La perfección más pura. Te amo tanto, amor mío…

Los ojos azules y grises estaban turbios de cansancio pero brillaban de amor.

– ¡Dame un hijo, Niall Burke! -murmuró ella con fiereza.

Él le acarició la mejilla con ternura.

– A su tiempo, querida, a su tiempo. Ahora duerme, Skye. Mañana le diremos a todo el mundo que no vamos a separarnos, y será una noticia muy sorprendente. Necesitaremos estar descansados para afrontar la furia que desatará.

– ¿Entonces es cierto que no vas a dejarme? -La voz de Skye temblaba.

– Sí, amor mío. Sólo el diablo puede separarnos ahora.

– Iría contigo al infierno si fuera necesario, Niall -aseguró ella con pasión.

Finalmente, fundidos en un abrazo, se durmieron, confiando en el poder de su amor.

Capítulo 3

Arropados por la luz grisácea del amanecer, Niall Burke y Skye dormían abrazados. Con el corazón latiéndole en la boca, un jovencísimo pinche de la cocina del castillo se deslizó a través de la ventana, que no estaba trabada, y durante un momento miró con la boca abierta a las dos personas que dormían desnudas en la cama. El hombre estaba boca abajo, su brazo cruzado sobre el cuerpo de la mujer. Ella estaba acurrucada junto a él.

El niño, que siempre estaba metido en la cocina, ocupado con sus deberes de ayudante, pensó que esos dos eran el espectáculo más hermoso que había visto en su vida. Se sintió triste por lo que tenía que hacer. La mujer se movió en sueños y el muchacho, que recordaba su obligación, sintiéndose culpable, anduvo de puntillas por la habitación, corrió el pestillo sin hacer ruido y abrió la puerta.

Dubhdara O'Malley y tres de sus hombres de armas entraron sigilosamente y avanzaron hacia la cama. A un gesto de O'Malley, Niall Burke fue arrancado del lecho y amordazado. Luego, dos de los hombres de O'Malley lo arrastraron afuera, al pasillo, y la puerta se cerró silenciosamente tras ellos. Niall luchó con rabia contra sus captores, que lo empujaron hasta el vestíbulo del castillo. No tenía miedo porque sabía que si esos hombres hubieran querido matarlo, ya lo habrían hecho.

– ¡No gritéis, mi señor! -ordenó O'Malley cuando entraron en una habitación que daba al vestíbulo principal.

Niall indicó que no lo haría, moviendo la cabeza. Le soltaron y le quitaron la mordaza. Niall tomó la copa que le ofrecían. Era cerveza. Bebió y empezó a vestirse. El pinche le había traído la ropa de la habitación. Niall Burke estaba furioso pero no quería discutir con el O'Malley estando desnudo. Eso lo hubiera puesto en desventaja. Su antagonista habló primero.

– Os marcháis inmediatamente, mí señor. El joven O'Flaherty ha pasado una noche muy desgraciada, bebiendo y abusando de la dama de compañía de Skye. Si os ve, puede haber problemas. Preferiría no tener que decirle al MacWilliam que su hijo sufrió un percance en mi propiedad.

Niall metió los pies en sus botas.

– Quiero que anulen el matrimonio de Skye, O'Malley. Hace tres días que trato de veros para pediros que suspendáis el matrimonio. Amo a Skye y ella siente lo mismo por mí. La quiero por esposa. Haré que O'Flaherty reciba una compensación por las molestias, una nueva novia y una gran suma de dinero. ¿Por qué pensáis que actué de esa manera anoche? ¿Para divertirme? Amo a vuestra hija. Y espero que mis actos obliguen a O'Flaherty a dejarla.

Dubhdara O'Malley parecía sorprendido.