– ¡Vamos, muchacho! Tal vez tenga poco en el mundo, pero tengo mi buen nombre y mi palabra de honor. La palabra de Dubhdara O'Malley nunca ha sido cuestionada porque es tan buena como el oro. Nunca la he roto, ¡nunca! Y no pienso hacerlo ahora. Skye está prometida a Dom desde su nacimiento. Y aunque hubiera pospuesto la ceremonia, vuestro padre no os permitiría casaros con una O'Malley de Innisfana. Marchaos a casa. Dejadme reparar lo que ha sido quebrado esta noche, incluyendo el corazón de mi pobre niña.
– No me iré sin Skye, O'Malley. ¡Ella viene conmigo!
El dueño del castillo hizo un leve gesto a sus hombres. Niall Burke recibió un golpe en la cabeza y cayó al suelo inconsciente.
– Al barco, y decidle al capitán MacGuire que lo lleve al castillo de su padre. Que entregue también esta carta al MacWilliam y que espere una respuesta -ordenó O'Malley, tenso.
Luego permaneció en silencio mirando cómo su invitado de honor era acomodado sobre el hombro de uno de sus hombres y salía así de la habitación. Luego sin mirar atrás, O'Malley volvió al dormitorio de su hija. La sacudió para despertarla.
– ¡Skye, hija…! ¡Despierta!
Los ojos azules se abrieron lentamente y se llenaron de sorpresa.
– ¿Papá? -Su mirada recorrió atemorizada la habitación y su voz se convirtió en un grito de terror-. ¿Y Niall?
– Se ha ido, Skye. Niall Burke ha regresado con su padre.
– ¡No! Me prometió que no nos separaríamos… Me lo prometió.
– Los hombres hacen promesas así bajo el influjo de la pasión. Promesas que no piensan cumplir -aseguró el O'Malley con brutalidad-. Levántate y vístete, hija. Te irás con Eibhlin a su convento de Innishturk hasta que el ánimo de Dom se tranquilice un poco y estemos seguros de que no llevas la semilla de un bastardo de Burke en tu vientre. Te enviaré a alguien para que te ayude a vestirte.
– Me estás mintiendo. ¿Qué le has hecho a Niall?
– No miento, Skye. Burke se ha ido.
– ¿Dónde está Molly?
– Está enferma -dijo O'Malley mientras dejaba la habitación.
Skye permaneció sentada, mareada, confusa. ¡Él le había prometido, sí, prometido, que no se separarían! ¡Y lo había dicho en serio! Ella lo sabía… ¿Dónde estaba? ¿Lo habían matado? ¡Dios, no! Empezó a temblar. No. No lo habían matado, claro que no. Su padre no mataría al heredero de su señor.
«Tal vez -le insinuaba una voz perversa en su cabeza-, tal vez tu padre dice la verdad. Después de todo, no tienes experiencia con los hombres. Tal vez el heredero del gran señor se divirtió contigo y ahora ha vuelto a sus asuntos.»
El corazón de Skye empezó a latir con furia y, durante un momento pensó que se desmayaría. Luego, Skye hizo acopio de valor, el valor que había ido reservando lentamente a través de los años. Si se dejaba vencer por sus dudas, enloquecería. Debía confiar en su intuición. Skye O'Malley no permitiría que el pánico, se apoderase de ella.
Bajó de la cama, caminó desnuda por la habitación y sacó ropa de su baúl. Empezó a vestirse. Primero se puso la ropa interior, y a continuación una especie de falda que había diseñado ella misma. O'Malley siempre se quejaba de que su hija usara ropa de hombre, pero Skye, cuando acompañaba a su padre en el barco se sentía incómoda con faldas largas, así que había convertido sus faldas en pantalones muy anchos del largo de la rodilla. Por debajo, usaba calzas y botas de cuero altas. Había cortado sus camisas a la altura de la cintura y las metía bajo esa falda para sentirse más libre.
Se lavó y se vistió, trenzó su cabello negro y se lo fijó con una horquilla, tomó una capa oscura a cuadros y dejó la habitación. En la puerta se encontró con un hombre de armas que la esperaba para cargar el baúl de la ropa y acompañarla hasta el barco.
Skye bajó por las escaleras con gesto de reina. En el vestíbulo principal del castillo la esperaban su padre, su hermana Eibhlin y Dom. Dom tenía muy mal aspecto: los ojos inyectados en sangre, hinchados y neblinosos y la cara marcada por arañazos y golpes. Ella se preparó para enfrentarse a él.
– Buenos días, Dom.
Él la miró con furia, asintió y guardó silencio. Ella se encogió de hombros y se volvió hacia su padre.
– Estoy lista, papá. Pero, antes de irme, quiero saber la verdad. Niall no me habría dejado voluntariamente.
Los ojos azules de Dom O'Flaherty se abrieron, luego se entrecerraron en un gesto de amenaza. Se volvió hacia su suegro.
– ¿Qué traición es ésta, O'Malley? Ya me parece terrible que Burke haya exigido el derecho de pernada sobre mi esposa delante de todo el mundo. Ahora parece que ella estaba de acuerdo. -Se volvió rabioso hacia Skye-. ¡Putita del demonio! ¿Hace cuánto que pasa esto? ¿Hace cuánto que gozas lo tuyo con Burke? ¡Debería marcarte la espalda con una fusta!
Skye miró a su esposo con frialdad. Su voz sonó tranquila y suave.
– Hace sólo unos días que conozco a Niall, Dom. Sí, estamos enamorados. No sé cómo pasó, pero pasó. No me gustas demasiado, Dom, pero no te habría herido ni humillado deliberadamente. Niall Burke quiere casarse conmigo. Concédeme la anulación. No me amas, de eso estoy segura. Niall buscará una nueva esposa para ti y te recompensará generosamente para que tu orgullo no te importune demasiado.
Dom la miró, pensando que Skye había perdido el juicio.
– ¿Me disteis una loca por esposa, O'Malley? -Se volvió hacia Skye-. Escucha, estúpida, el MacWilliam no va a dejar que su heredero se case con alguien como tú. Niall Burke es un seductor. Lo único que quería era fornicar contigo, y estoy seguro de que lo hizo muy bien si su reputación no miente… ¡Se acabó! Ahora irás con Eibhlin a Innishturk hasta que yo pueda estar seguro de que la semilla de Burke no ha prendido en tu vientre. Cuando vuelvas, Skye, serás una buena esposa, te guste o no, y no seguirás portándote como una puta. ¡Ahora apártate de mi vista, querida esposa!
– ¡Papá!
– Obedece a Dom, Skye. Él es tu amo ahora.
– ¡Nunca, nunca!
Dom O'Flaherty se abalanzó sobre Skye y, tomándola del brazo, la abofeteó con brutalidad varias veces. Sorprendida y asustada, ya que su padre nunca le había pegado, Skye solamente hizo un leve gesto para protegerse de los golpes.
– ¡Puta! Te advertí lo que pasaría si me desobedecías… -Dom la sacudió con rabia. Furiosa y resentida, Skye se apartó de él con gesto adusto.
– ¡Hijo de perra! -gritó entre dientes, y su voz sonaba como la de una víbora-. Si vuelves a pegarme, te clavaré un cuchillo en ese podrido corazón que tienes…
– ¡Es suficiente! -rugió O'Malley interponiéndose entre ellos-. ¡Ya basta, Dom! -Su voz retumbó severa y tensa-. Eibhlin, llévate a tu hermana a la barca, rápido, obedece.
Los ojos de Skye se habían teñido de negra furia.
– Jamás te perdonaré esto, papá -sentenció dolida. Lo miró con un odio absoluto y se marchó con su hermana.
En el exterior, el día era frío y gris. El viento sacudía los vestidos de las mujeres que se apresuraban hacia el muelle atravesando la rosaleda. Skye se detuvo un instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Cortó una rosa roja, la olió, suspiró y siguió su camino, procurando no mancharse de barro. Un bote de pesca y dos de los hombres de su padre las esperaban en la playa. Vio su gran baúl de ropa en el bote. Uno de los hombres ayudó a Eibhlin a subir a bordo. Skye hizo un gesto para rechazar la ayuda y subió sola. Se colocó al timón. Tomó la barra entre las manos y la manejó mientras uno de los marineros empujaba el bote para sacarlo de la arena húmeda y el otro izaba la vela.
El marinero Connor sonrió, asintió y dejó que Skye tomara el mando. Llegarían a la isla de Innishturk en un abrir y cerrar de ojos, porque nadie navegaba tan bien como la señora Skye. El otro marinero, que era nuevo entre los hombres de O'Malley, se sentó en silencio.
Skye pilotó el bote con habilidad alrededor de la bahía del castillo y lo llevó hacia mar abierto. El día mejoraba y soplaba una ligera brisa. El botecito embestía contra las olas azules y profundas. Innishturk, apenas unas millas náuticas más allá, era aún un bulto negro en la distancia. Skye eligió el curso que los llevaría más cerca del convento de Eibhlin.