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El cura levantó las manos en un gesto de desesperación. No podía dominar a su hermano. Dubh era el hombre más personal que conocía. Bueno, por lo menos había algo positivo en todo eso. La pobre Peigi estaría a salvo de la lujuria de su esposo durante unos meses.

En el verano de 1541, el O'Malley de Innisfana zarpó de su puerto-fortaleza en la isla Innisfana hacia el mar del oeste. Fue el primero de los muchos viajes de Skye, que aprendió a caminar sobre la inestable cubierta del barco de su padre. Sus dientecitos de bebé dejaron huellas en el timón. Mientras su nodriza, Megi, se acurrucaba en su jergón, luchando contra el mareo y rezando para que la Virgen la protegiera de un naufragio, Skye O'Malley aplaudía con sus regordetas manitas de bebé y se reía de las tormentas.

El bultito indefenso se convirtió en una niña tambaleante que daba sus primeros pasos y después en una chiquilla.

Dubhdara O'Malley era el señor de los mares que rodean Irlanda. Tenía muchos barcos y cientos de hombres leales.

Skye pronto se convirtió en su heredera reconocida y en la favorita de los rudos marineros. Todos la malcriaban y la mimaban. Casi no conocía a su madre y hermanas y no tenía ni tiempo ni paciencia para ellas y las anodinas vidas que llevaban en tierra.

En la primavera de 1551 su madre murió. Muy pronto, su tío Seamus le dijo al O'Malley que debía obligar a Skye a quedarse en tierra y aprender algo de lo que debe saber una dama para acceder al matrimonio. Como bien decía el cura, el futuro marido de Skye apreciaría mucho más a una esposa que pudiera dirigir un hogar que a una mujer que supiera pilotar un barco a través de la niebla. A regañadientes, Dubhdara envió a Skye a Innisfana para que aprendiera a comportarse como una dama.

Furiosa porque la habían arrancado de su amado mar, Skye se dedicó a hacer sufrir a sus hermanas. Sin embargo, se dio cuenta muy pronto de que Dubhdara no cambiaría de idea.

Debía aprender a comportarse como una dama.

Cuando la hermana que la precedía, Sine, se casó unos meses después, Skye ya había aprendido las artes del hogar y estaba lista para seguir sus pasos.

Pero, aunque había estudiado las artes femeninas, no estaba preparada para el matrimonio. ¡Ella, Skye O'Malley, jamás lo estaría!

PRIMERA PARTE

Irlanda

Capítulo 1

Era un día espléndido de principios del verano del año 1555. La isla de Innisfana, con sus altos acantilados verdes que caían al mar profundo, brillante, azul, resplandecía de claridad en la boca de la bahía O'Malley. Clima inglés, lo llamaban los irlandeses de la región, y era lo único inglés que merecía su aprobación. Soplaba una ligera brisa y en el cielo, sobre la isla, las gaviotas y las golondrinas flotaban en el viento y se lanzaban contra el agua; sus chillidos fantasmales eran el único contrapunto al monótono rumor de las olas.

Alto contra el horizonte se alzaba el castillo de los O'Malley, una típica construcción de piedra de color gris oscura. Tenía varios pisos de altura y una vista impresionante del mar desde todas sus ventanas. Estaba rodeado por su ancho foso y, más allá, por una rosaleda, plantada por la difunta lady O'Malley. Tras su muerte, de la que ya se había cumplido el cuarto aniversario, la nueva lady O'Malley había cuidado de la rosaleda. Las rosas estaban en flor y esa parte del predio era un carnaval de amarillos, rosados, rojos y blancos, el fondo perfecto para la celebración de la boda de la hija menor.

En la torre del castillo, en el vestíbulo principal, las cinco hijas mayores de la familia O'Malley parloteaban contentas con su madrastra mientras cosían y bordaban el ajuar de la novia. Hacía mucho que no estaban juntas. Ahora cada una tenía su propio hogar, y se encontraban solamente en ocasiones especiales.

Eran tan parecidas ahora como de niñas. De altura media, todas eran más bien regordetas, con ese tipo de figura reconfortante que hace que un hombre se sienta templado en una noche de invierno. Todas tenían la piel clara y las mejillas del color del durazno maduro; los ojos grises y serios, y el cabello castaño, largo y lacio. Ninguna era hermosa, ninguna era decididamente fea tampoco.

La mayor, Moire, había cumplido los veinticinco años y hacía doce que era una mujer casada. Era madre de nueve hijos, siete de los cuales eran varones. Su padre la tenía en gran estima. Peigi, a sus veintitrés años, estaba casada desde hacía diez y tenía nueve hijos, todos varones. Su padre la consideraba todavía más maravillosa. Bride, de veintiuno, se había casado hacía ocho años y tenía solamente cuatro hijos, dos de ellos varones. Dubhdara toleraba a Bride y la exhortaba continuamente a que insistiera en su maternidad.

– De todas vosotras, eres la que más se parece a vuestra madre -reprendía con voz amenazante.

Eibhlin, de dieciocho años, era la única que había sentido la vocación religiosa. Había sido tan serena y callada que nadie sospechó su piedad hasta que el muchacho al que estaba prometida murió de un ataque de sarampión en el año en que Eibhlin tenía doce años. Cuando O'Malley estaba empezando a pensar en alguien que lo reemplazara como futuro marido de su hija, Eibhlin le rogó que la dejara entrar en un convento. Realmente deseaba esa vida. Y como su tío Seamus, que ahora era obispo de Murrisk, estaba presente en ese momento, a Dubhdara O'Malley no le quedó más remedio que aceptar. Eibhlin entró en su convento a los trece años y hacía poco que había tomado sus votos definitivos.

Sine O'Malley Butler tenía dieciséis años, hacía tres que se había casado y tenía un hijo varón. Ahora estaba embarazada de ocho meses, a pesar de lo cual no había querido perderse la boda de Skye.

Las hermanas casadas estaban vestidas con sencillez, con trajes de seda con mangas de campana y escotes bajos, redondeados. El vestido de Moire era de color azul oscuro; el de Peigi era escarlata, el de Bride, violeta, y el de Sine, amarillo dorado. Las puntillas de cinta de sus camisas aparecían con elegancia a través de los corsés bajos.

Eibhlin era la única nota discordante. Su vestido de tela negra, que la cubría de arriba abajo, sólo tenía el austero adorno de una pechera blanca y rectangular en la cual se apoyaba un crucifijo de ébano con el borde de plata. Para la cintura usaba una soga de seda negra, que colgaba en dos trenzas retorcidas al costado de su vestido. Una de las trenzas, que lucía tres nudos, simbolizaba la Trinidad. La otra, con otros tres, los votos de pobreza, castidad y obediencia. En vivido contraste, sus hermanas llevaban cadenas de oro y plata en la cintura y cada una de ellas había atado allí un rosario, una caja de costura, un espejo o, simplemente, las llaves de la casa.

Como ésa era una reunión familiar informal, las hermanas casadas llevaban el cabello suelto y peinado con raya en medio. Sine y Peigi habían agregado unas pequeñas gorras de tela arqueadas. Eibhlin, que, por supuesto, llevaba el cabello cortado desde que hizo los votos, usaba un gorro de alas blancas sobre su toca también blanca de monja.

La reunión estaba presidida por la segunda esposa de Dubhdara O'Malley, Anne, que tenía la misma edad que su hijastra Eibhlin y estaba embarazada de su cuarto hijo, como su hijastra Sine. Anne era una mujer muy hermosa, de cabello ensortijado y castaño, ojos alegres y una naturaleza sensible y dulce. El vestido de seda de Anne era de un color rojo oscuro como el vino y estaba diseñado como los de sus hijas políticas. Pero, sobre el escote fruncido, lucía un collar doble de perlas color crema. Ninguna de las hijas de O'Malley había reprobado el matrimonio de su padre con Anne y todas la querían. Era imposible no querer a Anne.

Después del nacimiento de Skye, Dubhdara O'Malley había obedecido el edicto de su hermano el cura y había abandonado el lecho conyugal durante nueve años, para no causar la muerte a Peigi. Sin embarazos, Peigi había recuperado sus fuerzas y su hermosura. Pero, una noche, Dubhdara llegó a casa después de un largo viaje. Era muy tarde. No tenía amante y no había sirvientas a la vista. Estaba ebrio y fue a buscar a su esposa al lecho. Nueve meses después Peigi O'Malley murió dando a luz al tan esperado varón, nacido el 29 de septiembre y bautizado Michael. El niño tenía seis años ahora.