El sonido súbito de la puerta al abrirse la despertó. Tensa y asustada escuchó a alguien caminando en la oscuridad. Debía ser Dom, de vuelta del baile y probablemente, borracho. Se quedó quieta con la esperanza de que él creyera que estaba durmiendo.
– Skye -le llegó un susurro.
– ¡Niall! -Skye se sentó en la cama-. ¿Estás loco? Por el amor de Dios, ¡vete, rápido, antes de que vuelva Dom! ¡Te lo ruego, mi señor!
Él cerró la puerta despacio y echó el cerrojo.
– Dom está borracho, tirado en el salón con sus amigos. Mi paje lo vigila. Si se despierta, nos avisará mucho antes de que él pueda volver. -Por Dios, qué hermosa era ella con esa nube negra de cabellos que giraba alrededor de sus hombros, los ojos enormes y enturbiados ahora por la preocupación. Se sentó en el borde de la cama y la abrazó-. Estuviste llorando. -Una afirmación, no una pregunta.
– Era más fácil cuando creía que me habías traicionado -dijo ella con tristeza, sabiendo que él la entendería.
– También lo era para mí, querida… -Él se estiró y le acarició el cabello.
– ¿Tu esposa…? -Skye tenía que preguntar.
– Está en una de sus interminables vigilias en la capilla. Lo hace para evitarme, pero a mí no me importa. Acostarse con ella es como acostarse con un cadáver.
– Oh, Niall… -La voz se le quebró, inclinó la cabeza y la apoyó en el hombro de él.
– ¡Skye! ¡Amor mío! ¡No llores! Maldita sea, Skye, me vas a romper el corazón.
La boca de Niall buscó la de Skye. Ella suspiró, le rodeó el cuello con sus brazos y se entregó al cuidado del que amaba. La mano de Niall encontró el bulto de los senos y parecía tan natural que los acariciase, tan bueno… Ella separó su boca de los labios de Niall el tiempo suficiente para murmurar:
– Sí, Niall, sí, ámame… -E inmediatamente las bocas se unieron de nuevo y ella se perdió en una pasión arrolladora que le recorrió el cuerpo como un vendaval y la dejó casi inconsciente.
La boca de él le acarició el montículo que florecía ahora con el nuevo bebé.
– Ojalá fuera mío -murmuró con voz ronca-. ¡Dios! ¡Estás tan hermosa con ese bebé que crece en ti! Como una de esas diosas celtas de la fertilidad.
– Recé tanto -dijo ella-, recé tanto para que me hubieras dejado un bebé esa noche. Y lloré horas cuando supe que no era así. Eibhlin dice que ese llanto le hizo temer por mi salud mental. Después vino Dom… -La voz de Skye se apagó sin terminar la frase…
– Lo mataré -aseguró Niall en voz baja.
– ¿Y tu pobre esposa? ¿La matarías también? ¿Qué mal ha hecho esa pobre criatura? Dices que quería ser monja y por lo que veo debía de tener verdadera vocación. ¿No ha sufrido tanto como yo, entonces? -Skye suspiró y se apartó de él, sus ojos azules llenos de fuego-. ¡Niall, amor mío! Estamos casados con otros y no podemos remediarlo. No hay esperanza para nosotros. Te amo, Niall, pero cuando vuelva a Ballyhennessey no quiero verte de nuevo, nunca más. No puedo verte y esconder mi amor al mundo. Dom ya sospecha. No quiero que haya problemas entre vosotros dos, porque él es como un niño y puede ser muy traicionero. No soy ingenua y no voy a pedirte que me olvides. Ninguno de los dos olvidará, pero debemos separarnos.
Él la abrazó de nuevo.
– No puedo pensar en dejarte otra vez -dijo con voz ronca.
– La verdad, amor mío, es que nunca me has tenido de veras -le contestó ella con tristeza infinita.
Durante un minuto, se aferraron uno al otro porque no querían que ese interludio agridulce terminara para siempre. Después, él la besó con ternura y se separó de ella, acomodándola en la cama.
– Encontraré momentos para acercarme a ti durante esta visita -dijo-. Pero prométeme una cosa. Prométeme que me pedirás ayuda cuando la necesites. Sea cuando sea, amor. No puedo vivir tranquilo si no me das tu palabra, Skye, júramelo. No pienso permitir que O'Flaherty te maltrate.
– No le tengo miedo a Dom, Niall. Siempre que finja ser una esposa obediente en público, su vanidad estará satisfecha, y sé que me necesitará. -Ella no quería decirle la verdad, contarle las ceremonias degradantes a la que la sometía su esposo, porque sabía que eso lo enfurecería y que, de todos modos, no podría hacer nada al respecto-. Quédate conmigo un momento más -le rogó. Él le tomó la mano, sonriendo. Ella cerró los ojos y pronto se durmió. Él sacó la mano con lentitud y se levantó, abrió la puerta y salió de la habitación.
Volvió al salón del banquete y le pidió al paje que se marchara. Luego, se fue a sus habitaciones y en el camino casi tropieza con un muchachito que parecía una ardilla.
– Perdón, mi señor, el MacWilliam quiere veros. -Niall asintió y fue hasta las habitaciones de su padre.
Encontró a su padre sentado en la cama, con un gorro de noche sobre la cabeza. Tenía vendas nuevas en el pie gotoso y una copa en la mano. Niall se inclinó y olfateó la copa.
– Pensé que el vino de malvasía era perjudicial para tu pierna.
– Según ese médico de los mil diablos todo es perjudicial para mi pierna. Supongo que si todavía pudiera llevarme una mujer a la cama, me diría que eso también es perjudicial para mi pierna -fue la enfurecida respuesta. Después el MacWilliam hizo una pausa-. Se diría que la hermosa lady O'Flaherty es perjudicial para mucho más que para tus pies, Niall, hijo mío.
Los dos hombres se miraron a los ojos y el MacWilliam suspiró.
– Me equivoqué al forzar tu matrimonio con una O'Neill. Veo que la chica de los O'Malley hubiera sido mejor esposa para ti. ¡Dios! ¡Siete meses de matrimonio y ya lleva un hijo en el vientre! Y lo lleva bien. ¡Qué madre! Le dará a O'Flaherty una carretada de hijos varones y todavía tendrá una cintura deliciosa para las manos de un hombre. Y qué belleza…, ese cabello y esos ojos azules, y esas tetitas maravillosas… Maldita sea, ¡ojalá no fuera tan viejo!
Niall se rió pero su padre continuó, hablándole en un tono menos cómico.
– No te acerques a ella, Niall. O'Flaherty no permanecerá impasible a un adulterio. Te matará si te encuentra con su esposa. Sé que has estado en su dormitorio esta noche mientras él se emborrachaba abajo. ¡Ten cuidado, muchacho! Eres mi único hijo, mi único heredero, y te quiero. Hasta que no tengas un hijo legítimo no estaremos a salvo.
– Quédate tranquilo, padre. Skye y yo sólo hablamos. Si lo hubiéramos hecho en público, habría habido chismes hasta dentro de un siglo.
– ¿Hablasteis? ¡Por Dios, Niall! Si yo fuera sólo veinte años más joven y estuviera solo con esa belleza, te juro que no me hubiera dedicado a hablar con ella…
Niall volvió a reírse.
– Vamos, padre, lleva un hijo de seis meses en el vientre.
– Hay formas, hijo mío.
– Lo sé, y tal vez si el hijo fuera mío…, pero no lo es. Además -y Niall miró a su padre con firmeza-, desde que descubrió vuestro truco de la carta, Skye es mucho más vulnerable. No quiero abrir aún más sus heridas. La amo.
– Si perdiera el bebé…, estaría libre de O'Flaherty -dijo el viejo con astucia-. Seguiría siendo su esposa, claro, pero estaría libre para venir a ti…, y yo… reconocería los bastardos que te diera como herederos, porque realmente dudo que esa niñita O'Neill conciba algún día.
– No me tientes, padre. Si piensas que Skye es digna de llevar tus nietos en su seno, también lo es de llevar tu nombre. La miras y lo único que ves es una yegua de cría que asegurará tu estirpe. Pero yo la amo. Nunca he querido a otra mujer por esposa. -Niall lo miró y suspiró con rabia-. Pero O'Flaherty es fuerte y saludable. Probablemente viva eternamente. No tengo esperanzas.
– Podríamos arreglar su muerte…, pero eres demasiado noble, Niall. El amor te ha convertido en un debilucho. Si no quieres reclamarla para ti, entonces no te le acerques. El marido podría matarte en un ataque de celos -gruñó el viejo.