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·Eso parece. Sólo recuerda que los príncipes no son como los demás hombres. Protege tus sentimientos.

Maggie se echó a reír. Su corazón estaba bien protegido, le habían hecho demasiado daño para volver a entregarlo.

No te preocupes por mí. Voy a estar bien.

Capítulo 6

SEÑOR, una tal Victoria McCallan quiere verle.

No tiene cita, pero dice que es importante.

Su asistente personal no parecía muy convencido pero como era la primera vez que la secretaria de Nadim se presentaba a hablar con él así, Qadir decide dedicarle unos minutos.

– Dile que pase.

En ese momento, Victoria entró en el despacho, visiblemente nerviosa.

– Quiero hablarle de Maggie -dijo sin rodeos-. lo del trato que han hecho.

Qadir la observó con cinismo, esperando a ver que más decía Victoria. Maggie había confiado en creyendo que eran amigas, y Victoria quería utilizar esa información para sacar algún beneficio. Una situación muy típica.

– Maggie no va a tomarse esto bien. Ella no es una chica como las demás. No le gusta arreglarse el pelo ni sabe maquillarse. Tampoco sabe nada de ropa.

– Pero tú sí -dijo con rotundidad.

– ¿Cómo? Pues claro que sí, pero no se trata de eso. Ella es directa, divertida y dulce. Se preocupa por los demás. Salir con usted significa que saldrá en los periódicos, y eso no le va a gustar.

Las mujeres no solían confundirlo, pero en est momento, Qadir lo estaba.

– ¿Estás preocupada por Maggie?

Victoria entrecerró los ojos.

·Por supuesto. ¿Por qué cree si no que estoy aquí…?

Su voz se fue apagando, y Qadir notó el momento preciso en el que ella se dio cuenta de sus sospechas Sintió rabia, se puso tensa y apretó los labios.

Qadir creyó que empezaría a gritarle, pero Victoria se limitó a aspirar hondo antes de continuar.

·Lo que quiero decir es que Maggie está en un ambiente que no conoce. No puede dejar que la machaquen en los periódicos. Y no le dé sorpresas. ella nunca ha hecho nada parecido en su vida; va a tener que improvisar por el camino. Éste es un momento delicado para ella, porque ha sufrido mucho en estos meses.

Parecía que Victoria sabía lo del padre de Maggie

Se preguntó si sabría también lo del ex novio.

Mientras escuchaba a Victoria, Qadir se daba cuenta de que en ningún momento se había parado a pensar en los sentimientos de Maggie, o en cómo reaccionaría entrando así de sopetón en su mundo. Sabía que era sincera, y eso hacía de ella la candidata perfecta para su propósito.

– Necesita un cambio.

Qadir la miró.

– ¿Un qué?

Un cambio de imagen. Maggie es bonita, pero es un ratoncillo de campo. Necesita ropa nueva alguien que le enseñe a maquillarse y a peinarse. Es orgullosa y dulce, no merece que nadie le pregunte por qué un hombre como usted se molestaría en salir con alguien como ella.

A Qadir no le gustó lo que dijo Victoria.

– Estoy de acuerdo, pero no vamos a tratar con personas que la conozcan, ¿no crees?

Aunque le costara reconocerlo, tenía su punto de razón.

– Muy bien, me ocuparé de ello.

Victoria tenía razón, aunque esperaba que Maggie no cambiara mucho en el proceso.

– Hay una cosa más -añadió la joven con nerviosismo.

Él esperó.

Victoria levantó la cabeza.

– No puede hacerle daño. Ella no merece eso. No utilizar su posición o su poder en contra suya. Qadir sintió rabia.

– ¿Desafías mi integridad?

– Entre otras cosas.

– Soy el príncipe Qadir de El Deharia. Nadie se atreve a cuestionarme.

– Entonces este será un mal día para usted. -Puedo hacer que te deporten.

– No lo dudo, pero Maggie es amiga mía, y no quiero que lo pase mal.

Qadir se dio cuenta de que Victoria estaba temblando, sin embargo no se arredró. Lo miró a los ojos, a pesar de saber que podría perder su empleo y ser enviada a casa.

Su opinión de ambas mujeres aumentó favorablemente. Victoria por tener la voluntad de proteger a su amiga, y Maggie por inspirar tal lealtad.

Se preguntó si Nadim se habría fijado alguna vez en el fuego que brillaba en los ojos azules de Victoria. Pero si no lo había hecho, peor para su primo, el se lo perdía.

Rodeó la mesa y le puso la mano a Victoria en el hombro.

– No le haré daño a tu amiga. Maggie me está haciendo un favor, y no tengo intención de hacer que se arrepienta de haberme ayudado. Nada más, Victoria.

Victoria negó con la cabeza.

– Eso fue lo que ella dijo. Estas cosas empiezan con mucha sensatez, hasta que alguien sufre.

La última vez que Victoria y ella habían estado en la tienda, habían llegado hasta el pasillo sin que nadie se fijara en ellas. Pero en ese momento todas las dependientas se acercaron a recibirlos.

– Príncipe Qadir, qué agradable verlo.

– Príncipe Qadir, como siempre, nos ha alegrado el día con su presencia.

– ¿En qué podemos ayudarle?

Maggie se escondió disimuladamente detrás de él.

Entonces una mujer alta y elegante de edad indeterminada se acercó a él con paso grácil, como si no tocara el suelo.

– Príncipe Qadir -dijo la señora en tono culto y aterciopelado-. Nos honra con su presencia.

– Gracias, Ava -se volvió hacia Maggie-. Ésta es la dueña de la tienda. Hoy nos va a ayudar. Ava sonrió a Maggie y le tomó la mano

– Bienvenida, querida mía.

Maggie quería salir corriendo de allí. Ava era una de esas mujeres perfectas que iban totalmente conjuntadas y que no llevaban ni una arruga ni una mancha en la ropa.

– Maggie es muy especial para mí -dijo Qadir…-pero no le gustan mucho las compras. Necesita ropero completo, y que esté preparada para cualquier ocasión. Pero te advierto que intentará resistirse que cuento contigo para que la convenzas de todo es necesario.

Ava la condujo a un enorme probador donde había un espejo de tres cuerpos. Maggie se sintió desaliñada al lado de la otra mujer.

– ¿Cuál dirías que es tu estilo? -preguntó Ava.

– No tengo ni idea.

– Aunque normalmente me gusta vestir a las jóvenes damas con bonitos vestidos, eso a ti no te va. Estarías incómoda. Creo que nos basaremos lo más posible en los pantalones, y también en los conjuntos dos piezas. Los vaqueros de diseño bien combinados también visten mucho. Aunque para la noche podrás llevar vestidos. De eso no te puedes librar.

Maggie pensó en el vestido del baile que había llevado y en lo bien que se había sentido.

– A veces está bien llevar un vestido.

– Me alegra que pienses así.

– ¿Puedo de verdad usar vaqueros?

Ava sonrió.

– Lo prometo.

Fue gracioso como, en ese momento, Ava empezo a parecerle una persona muy, muy agradable.

Tres horas y decenas de trajes después, Maggie estaba sentada delante de un espejo de un salón de belleza muy chic.

– No se lo deje demasiado corto. Me gusta con e pelo largo.

Qadir estaba sentado detrás de la silla junto al estilista, un hombre bajo con cola de caballo.

– Estoy de acuerdo -el estilista le pasó las manos por el cabello-. Tiene una onda natural, me gustaría capeárselo para ver un poco de movimiento.

Maggie arrugó la nariz.

– ¿A alguien le interesa saber que odio mis ondas

– La verdad es que no -respondió Qadir con una sonrisa.

Entonces se agachó y la besó en el cuello.

– Pero es mi pelo -murmuró sin demasiada fuerza.

Sintió un cosquilleo que la dejó sin aliento. Si había sido un beso sin importancia, pero por culpa esos besitos que Qadir le daba sólo en beneficio del público, Maggie sentía ganas de… Para empezar de que siguiera besándola.

Se decidió que le darían unas mechas y le cortaría: el pelo a capas.

– ¿Puedo ser rubia? -preguntó Maggie-. Me gustaría ser rubia.

Qadir volvió la silla para que lo mirara de frente.