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De repente, Siddin reconoció su hogar. Señalaba, muy excitado, y parloteaba con Richard en el idioma de la gente barro. Aunque no entendía ni palabra, Richard sonrió, asintió y despeinó cariñosamente al niño. Ambos se agarraron con fuerza a las púas que tenía Escarlata en el lomo cuando la dragona finalizó su abrupto descenso. Al posarse en el suelo, las enormes alas de Escarlata levantaron una nube de polvo alrededor.

Richard cogió a Siddin y lo sentó sobre sus anchos hombros, tras lo cual se puso de pie encima del lomo de Escarlata. La fuerte y fría brisa arrastró el polvo, dejando al descubierto un irregular anillo de cazadores, con el arco presto y flechas envenenadas apuntándolos. Kahlan contuvo la respiración.

Siguiendo instrucciones de Richard, Siddin agitó ambas manos por encima de la cabeza y sonrió de oreja a oreja. Escarlata mantenía la cabeza baja, para que la gente barro viera claramente quién la montaba. Los estupefactos cazadores fueron bajando despacio los arcos. Kahlan suspiró aliviada al ver que las cuerdas de los arcos se destensaban.

Una figura ataviada con pantalones de gamuza y una túnica se abrió paso entre el anillo de cazadores. Una larga melena plateada le caía cubriéndole los hombros. Se trataba del Hombre Pájaro. Su rostro bronceado era la viva imagen de alguien que ha recibido una fuerte impresión.

— ¡Soy yo, Richard! ¡He vuelto! Con tu ayuda hemos derrotado a Rahl el Oscuro. Traemos de vuelta al hijo de Savidlin y Weselan.

El Hombre Pájaro miró a Kahlan en busca de traducción. Una radiante sonrisa se pintó en su rostro.

— Os damos la bienvenida a ambos con los brazos abiertos.

Mujeres y niños empezaban a congregarse entre el anillo de cazadores. Sus cabellos oscuros, cubiertos de lodo, enmarcaban unos rostros sorprendidos. Escarlata bajó su voluminoso cuerpo hasta el suelo para que Richard pudiera deslizarse por uno de sus hombros y aterrizar con un ruido sordo de sus botas. Sosteniendo a Siddin con un brazo, ayudó a bajar a Kahlan con el otro. La Madre Confesora se alegró en silencio de estar de nuevo en tierra firme.

Weselan corrió hacia ellos abriéndose paso entre la multitud, con Savidlin pisándole los talones. La mujer gritó el nombre de su hijo. Siddin le tendió los brazos alegremente y casi le saltó a los brazos. Weselan no sabía si reír o llorar mientras trataba de abrazar a su hijo, a Richard y a Kahlan a la vez. Savidlin acarició a su hijo en la espalda y miró a Richard con ojos húmedos.

— Ha sido tan valiente como un cazador —le dijo Kahlan.

El hombre barro asintió una sola vez con la cabeza en un gesto firme, lleno de orgullo. Después de evaluar a la mujer por un instante, se le acercó y le propinó un suave cachete.

— Fuerza a la Confesora Kahlan.

Kahlan le devolvió el cachete y el saludo, tras lo cual el hombre barro la enlazó entre sus brazos y la apretó casi hasta dejarla sin aliento. Al acabar, se arregló la piel de coyote que le cubría los hombros, símbolo de su condición de anciano de la tribu, y alzó la vista hacia Richard. Savidlin meneó la cabeza, maravillado. Acto seguido, le propinó un fuerte porrazo en la mandíbula, una demostración del profundo respeto que sentía hacia él.

— Fuerza a Richard el del genio pronto.

Kahlan deseó que no hubiera hecho eso, pues en la mirada de Richard leía que tenía dolor de cabeza. Le había empezado el día anterior, y ella había esperado que desaparecería tras una noche de sueño reparador en la cueva de Escarlata. Siddin había jugado con la cría de dragón rojo hasta quedar exhausto, tras lo cual se acurrucó entre ambos y se quedó dormido.

Teniendo en cuenta que hacía días que no dormía, Kahlan creyó que no tendría dificultad alguna en conciliar el sueño, pero resultó que no podía dejar de mirar a Richard. Al fin, apoyó la cabeza en su hombro, le cogió una mano entre las suyas y se durmió, sonriendo. Todos necesitaban descansar. Richard se despertó sobresaltado varias veces, bañado en un sudor frío debido a las pesadillas y, aunque no había dicho nada, Kahlan se dio cuenta de que el dolor de cabeza seguía ahí. Pero Richard no dejó que eso interfiriera, sino que devolvió el saludo a Savidlin.

— Fuerza a Savidlin. Mi amigo.

Tras ser saludado como era debido, lo cual protegía las respectivas almas, Savidlin sonrió y le dio palmaditas en la espalda. Tras intercambiar saludos con el Hombre Pájaro, Richard se dirigió a los congregados con estas palabras en un tono que todos pudieran oír, aunque no lo entendieran:

— Este valiente y noble dragón, Escarlata, me ha ayudado a matar a Rahl el Oscuro y a vengar a la gente barro asesinada. Ella nos ha traído hasta aquí para devolver a Siddin a sus padres antes de que éstos temieran por él una noche más. Escarlata es amiga mía y, por lo tanto, amiga también de la gente barro.

Todos escucharon atónitos la traducción de Kahlan. Al fin, los cazadores se sintieron henchidos de orgullo al oír que uno de los suyos —aunque fuera por adopción y no por nacimiento— había dado muerte a un enemigo de la gente barro. La gente barro honraba la fuerza, por lo que, para ellos, matar a alguien que había causado daño a los suyos era una prueba de fuerza.

Escarlata balanceó la cabeza hacia abajo, moviendo las orejas. Con uno solo de sus ojos amarillos miró a Richard con cara de pocos amigos.

— ¡Amiga! ¡Los dragones rojos no son amigos de nadie! ¡Todos nos temen!

— Tú eres mi amiga, y yo soy una persona —replicó un sonriente Richard.

En respuesta, Escarlata soltó un humeante bufido.

— Bah. Recuerda que un día voy a comerte.

La sonrisa de Richard se hizo más amplia y señaló al Hombre Pájaro.

— ¿Ves a ese hombre? Él me dio el silbato que usé para salvar tu huevo. Si no hubiese sido por ese silbato, es posible que los gars hubieran devorado a tu cría. Y hay que ver qué cría más preciosa tienes —añadió, acariciando con una mano el brillante hocico rojo de la dragona.

Escarlata ladeó la cabeza y contempló pestañeando al Hombre Pájaro.

— Supongo que con él no tendría ni para empezar. —La dragona miró de nuevo a Richard y comentó con una risa sorda—: Aunque los comiera a todos me quedaría con hambre. No vale la pena tomarse la molestia. Si son amigos tuyos, Richard Cypher —añadió, acercando su cabeza al joven—, también son mis amigos.

— ¿Sabes por qué lo llaman Hombre Pájaro, Escarlata? Pues porque ama a todas las criaturas que vuelan.

— ¿De veras? —repuso Escarlata, enarcando las cejas. La dragona aproximó su enorme testa al Hombre Pájaro con un movimiento ondulante, inspeccionándolo de nuevo. Una o dos personas situadas junto al Hombre Pájaro retrocedieron, pero éste no se movió—. Hombre Pájaro, te doy las gracias por ayudar a Richard. Él salvó a mi cría. La gente barro no tiene nada que temer de mí. Lo juro por mi honor de dragón.

El Hombre Pájaro miró a Kahlan en busca de traducción, sonrió a Escarlata y luego dijo a los suyos:

— Tal como dice Richard el del genio pronto, este noble dragón, Escarlata, es amiga de la gente barro. Podrá cazar en nuestro territorio y ni nosotros le haremos daño ni ella a nosotros.

La multitud lanzó vítores. Para ellos, contar con la amistad de un dragón era un honor a su fuerza. Todos gritaban, excitados, agitaban los brazos en el aire y pateaban contra el suelo en pequeñas danzas improvisadas. Escarlata se unió al jolgorio echando la cabeza hacia atrás y arrojando hacia el cielo una rugiente columna de llamas. La gente barro la aclamó.