Flynn disfrutaba de la tranquilidad que le procuraba cocinar, sobre todo en una cocina de gourmet como ésa. Mientras la cena se cocía a fuego lento, revisó los armarios hasta que encontró una botella de buen vino tinto. Miró el año de cosecha con un gesto de aprobación. Un buen vino. Él no podía beber cuando estaba de guardia, pero quizá una copa relajaría a Rowan Smith.
– Me alegro de que lo apruebe -dijo Rowan desde la puerta.
Michael tuvo un sobresalto. Lo había pillado por sorpresa. Solía darse cuenta cuando lo observaban.
– Pensé que quizá le sentaría bien una copa para relajarse.
Ella asintió con la cabeza y fue a sentarse en uno de los taburetes altos. Él descorchó la botella, le sirvió una copa y se la ofreció.
– Gracias -dijo ella, con una media sonrisa.
– El vino es suyo.
– Por dejarme estar un rato a solas. -Ya no llevaba puestas las pequeñas gafas, y él intentó no mirarla directamente a sus bellos ojos color gris azulado. Eran unos ojos muy expresivos, a pesar de su rostro hierático y su postura rígida. En ese momento, expresaban su cansancio, pero ella seguía pensando, quizá revisando mentalmente todos los casos en que había trabajado.
– He visto que no hay gran cosa para comer, así que he improvisado algo -dijo él, mientras echaba una mirada al guiso.
– La comida se echa a perder. Compro lo que necesito cuando lo necesito.
– Ha hablado como una auténtica mujer soltera.
– No todas nos casamos, no somos ese tipo de mujer.
– Supongo que no. -Michael volvió a la cocina y revolvió la salsa. Él había pensado casarse en más de una ocasión. La más reciente era Jessica. Pensar en ella despertaba en él sentimientos de rabia y una profunda tristeza. De eso hacía dos años, y se diría que aún no lo había superado.
– ¿Va todo bien? -preguntó Rowan.
Maldita sea, pensó, no sabía que se le notaba tanto. Claro está, ella había sido policía, y estaba acostumbrada a interpretar el lenguaje corporal.
– Bien -respondió con voz queda, y le dio la espalda mientras escurría las verduras, lo juntaba todo y lo servía en dos platos. Cuando dejó el plato frente a Rowan, ya había conseguido apartar a Jessica de sus pensamientos.
– Normalmente, lo acompañaría con pan y una ensalada, pero no había -dijo, intentando tomarse a la ligera sus armarios de cocina vacíos.
– Huele de maravilla.
– Gracias.
Comieron en medio de un silencio de viejos camaradas, codo con codo junto al mostrador de la cocina. Cuando acabaron, Michael empezó a recoger pero ella le tocó el brazo.
– Usted ha cocinado. Yo recogeré.
Rowan lo recogió todo con rapidez y movimientos precisos. Él tenía mil preguntas que hacerle, pero decidió mostrarse cauto. Rowan Smith era mucho más que una cara bonita y un talento para contar una historia de miedo. En las pocas horas transcurridas desde que la conociera, Michael se había dado cuenta de que era una mujer extremadamente retraída.
También era una mujer inteligente y competente, con un pasado misterioso. Una ex agente del FBI convertida en escritora. Tranquila y reservada, daba la impresión de que tenía una energía almacenada hirviendo bajo la piel. Era un contraste interesante. Michael quería saber por qué había renunciado a lo que parecía una prometedora carrera en el FBI. ¿Por qué había decidido escribir novelas policiacas? ¿Qué le había llevado a dejar Washington y mudarse a la costa oeste? Desde que había alquilado temporalmente ese lugar, ¿dónde llamaba cuando llamaba a casa?
Se propuso como misión averiguar todo lo que había que saber acerca de Rowan Smith. Por razones profesionales, desde luego, pensó.
Después de una última ronda de vigilancia, comprobó que Rowan se había retirado a dormir por esa noche, se instaló en una de las habitaciones de huéspedes y llamó a Tess a su piso.
– ¿Has encontrado algo? -Le había pedido que buscara datos sobre el pasado de Rowan Smith.
– No gran cosa. -Tess le informó acerca de lo poco que había averiguado. Rowan había dimitido del FBI hacía cuatro años. Tenía una casa en Washington, pero vivía en Denver, Colorado, desde hacía tres años.
Tess tenía razón. No era gran cosa.
Michael se recostó en la cama con la cabeza apoyada en el brazo.
– ¿Qué dirías tú de ella?
– Todavía no tengo un veredicto, Mickey. Su demostración de poder con la pistola esta tarde me molestó. No estoy acostumbrada a ver a alguien apuntando con una pistola a mi hermano. Quiero decir, cuando eras poli, sabía que podía pasar, pero no me gustaba. Dime, ¿de verdad tenemos que aceptar este trabajo?
Él también se había irritado con aquel incidente.
– Creo que tiene miedo. Es una persona muy retraída. Está acostumbrada a estar consigo misma y a no contar con nadie. -Suspiró, se frotó los ojos y reprimió un bostezo-. Es un trabajo relativamente seguro. Hay que tenerla a buen recaudo. Aquí en la casa o en los estudios. No se trata de andar siguiéndola por todas partes como si fuera un posible blanco.
– Supongo que tienes razón. -No sonaba demasiado convencida-. Creo que es una mujer sola.
Michael se quedó pensando en eso.
– Sí, puede que tengas razón.
– Mickey, no te enrolles.
– No me enrollo. ¿Por qué dices eso? -preguntó, y por su tono de voz percibió que se encogía de hombros.
– Te conozco. Sé cómo eres con las mujeres. Primero Carla, luego Jessica. Rowan Smith no necesita que la rescate un caballero de brillante armadura.
– No me vengas con tu psicología de supermercado, Teresa -advirtió él-. Sé perfectamente cómo hacer mi trabajo. No dejaré que una leve atracción física me impida protegerla. -Mierda, no había querido insinuar a Tess que encontraba a Rowan sexy. ¿Quién no la encontraría sexy? Él era capaz de controlarse.
Su hermana lanzó un suspiro, dando a entender que no lo discutiría con él en ese momento, aunque para ella la conversación no acababa ahí.
– Voy a buscar más a fondo. Esta tarde he hecho unas cuantas llamadas. Tardaré un par de días en tener respuestas.
– No violes ninguna ley.
– ¿Quién? ¿Yo? -Tess rió y colgó.
Mientras conciliaba el sueño, pensó en Rowan Smith. Era una mujer compleja y bella, y él intuía que había algo problemático en su pasado. Esperaba poder ganarse su confianza, que ella hablara con él. A falta de eso, se conformaría con lo que encontrara Tess.
Y, al contrario de lo que pensaba su hermana, Michael sabía que Rowan no era Jessica. No tenían nada en común.
Tess estuvo paseando de arriba abajo durante media noche, preguntándose qué debería hacer con la información que acababa de obtener.
Aunque respetaba la competencia de Michael, recordaba muy bien las veces que su hermano se había implicado emocionalmente con mujeres que tenían problemas. La necesidad muy real que Rowan tenía de que alguien la protegiera atraería a su hermano más que cualquier cosa.
Tess tenía varias dudas en relación con los datos fragmentados que había conseguido sobre el pasado de Rowan. Por qué había dejado el FBI, por ejemplo. Quería saber más acerca de sus casos. Cuando a Rowan le entregaran copias de los archivos de sus casos, Tess también querría revisarlos. Rowan había hablado abiertamente de su carrera, pero en cuanto las preguntas de Michael se volvieron personales, sus respuestas se volvieron breves y cortantes. Ahí pasaba algo, pero Tess ignoraba qué podía ser. ¿Un ex marido? No había encontrado ningún indicio de que hubiera estado casada, pero eso era lo de menos. ¿Un ex novio? Era una posibilidad.
Esperaba que Michael la perdonara por llamar a su hermano John, pero necesitaba una opinión más objetiva. Michael era un buen investigador, un buen guardaespaldas, pero a veces dejaba que sus sentimientos personales le nublaran el juicio. Rowan le intrigaba, de eso Tess se había dado cuenta.
Llamó al teléfono privado de John.
– Soy Tess.
Siguió una pausa.
– ¿Qué pasa?
– Tenemos un nuevo encargo, pero creo que quizá nos veamos desbordados. -Le contó lo de Rowan Smith, el asesino y la corona funeraria-. Michael me pidió que investigara su pasado.