– Ya me has oído. Le dije que matara a la muy puta. ¿Y sabes lo que hizo el gilipollas? Me pegó -dijo, como sorprendido. Rowan estaba anonadada-. Así que hice lo que él nunca había tenido los huevos de hacer. Cogí el cuchillo más grande de Mamá y le abrí el cuello. Y él se quedó mirando. ¡Imbécil!
– ¿Tú? ¿Tú mataste a Mamá? -Rowan sintió que el estómago se le revolvía. Ella había visto a su padre con el cuchillo. Lo vio arrodillado junto a su madre. Lo vio soltar el cuchillo. Vio cómo entraba Bobby y decía La puta por fin está muerta.
– Claro que fui yo. Él nunca lo hubiera hecho. Lo único que hizo fue zarandearla y lloriquear, pedir perdón y gemir. No paraba. Yo ya estaba harto. También lo habría matado a él, pero él no quería enfrentarse a mí. Se quedó ahí arrodillado, cogió el cuchillo y lo miró. Perdió la chaveta totalmente, al menos eso parecía.
– Estás enfermo.
– ¿Crees que estoy enfermo? ¿Y tú, qué? He leído todos tus libros, Lily. Todos. Te has inventado unos crímenes tan horribles que me has dejado pasmado. -Con los ojos desorbitados, se llevó las manos al pecho, fingiendo sorpresa-. Te lo digo en serio, Lily -siguió-, tienes una mente retorcida. Yo sólo hice lo que tú no podías hacer porque eres débil. Convertí tus fantasías en realidad.
Rowan se giró para no mirarlo, ardiendo de la rabia de no poder pasar a la acción. Volvió a hurgar en las cuerdas. Casi estaba libre. Paciencia, Rowan, paciencia.
Él había matado a su madre. Su padre no era un asesino. Era él, Bobby. Ella no había visto a su padre apuñalando a su madre, pero daba por supuesto que eso había sucedido porque había llegado justo después, y él sostenía el cuchillo ensangrentado.
Pero no, el asesino era Bobby.
Volvió a poner en marcha la cinta y le dijo que mirara.
Ella corriendo por la playa. Tomada desde la casa.
– Nunca entendí por qué corrías en la playa cuando hay un gimnasio perfectamente equipado a sólo tres kilómetros. Hace frío, y ese olor asqueroso a algas y sal. Demasiado ordinario.
Y luego una foto de ella y John en la playa. Y ella y John.
John y ella en las escaleras que daban a su balcón. John le acariciaba la mejilla. Recordaba ese momento. Era el momento en que había sentido esa íntima conexión entre los dos.
Te amo, Rowan.
Se obligó a no mostrar emociones. Era muy difícil aguantarlo.
Y luego, la imagen volvía a cambiar y ella estaba besando a John, en el comedor. Era una foto borrosa, tomada a través de la ventana, pero era evidente que su abrazo era apasionado.
Sintió asco al pensar que Bobby había sido testigo de un momento de intimidad entre ella y John. Que los hubiera fotografiado.
Todavía sentía el beso de John en los labios, un beso fantasma. Se llevaría ese último sabor suyo a la tumba.
Bobby se quedó mirando a su hermana pequeña.
– Y bien, ¿tienes algo que decir?
– No.
– Venga, Lily. Debes estar destrozada por dentro. Sabiendo que eres responsable de la muerte de toda esa gente. Doreen. Gina, Natalie y Kimberly Harper. Michael Flynn, tu guardaespaldas gilipollas y borracho. Casi lloraba esa noche tomando su whisky. Encoñado, igual que Papá. Digamos que aceptaba que tú y su hermano estuvierais pecando y que él tuviera que apartarse.
¿Qué? ¿Michael había hablado con Bobby? No lo habría reconocido, era un extraño. Sólo dos tíos tomando algo en una barra.
La frustración le hizo retorcerse.
– Gilipollas. ¡Tú no sabes nada de Michael ni de nadie! ¡Te pudrirás en el infierno! ¡Cerdo!
Bobby rió, como si se nutriera de su rabia.
– Venga, chica, sácalo todo. Ya sabía yo que esa fachada de hielo se fundiría. Seguro que te mueres por ponerme las manos encima. Después de que te rompa el pescuezo, voy a matar a tu amante por la espalda. Parece lo correcto, ¿no? Una nueva versión de Romeo y Julieta. Qué pena que no tengas tiempo para escribirlo.
Rowan dio un salto y estaba de pie, liberada de sus ataduras. Se lanzó contra Bobby, sin reparar en el latigazo que le dio en el pecho. No se dio cuenta del grito que brotaba de sus pulmones hasta que lo oyó, un grito desesperado que le retumbó en los oídos.
Tenía el elemento sorpresa a su favor. Juntó los brazos y le dio en un lado de la cabeza. Bobby cayó de la silla con la fuerza del golpe, y lanzó una imprecación.
Rowan saltó sobre él y lo cogió por el cuello, presionando con fuerza la tráquea con los pulgares. Él se retorció y pateó y logró quitársela de encima. Ella intentó huir a cuatro patas, pero Bobby la cogió por la pierna y la arrastró hacia él.
Chillando de rabia y dolor, Rowan luchó para escapar.
– ¡Puta! ¡Me las pagarás! -Le cogió la cabeza y se la estrelló contra el suelo. A Rowan se le nubló la visión. Bobby la hizo girarse para quedar cara a cara con ella, y la golpeó-. Vas a morir. Y luego me encargaré de tu amiguito.
Iba a descargar un golpe, pero falló cuando ella le dio en la entrepierna. Bobby soltó un gruñido y Rowan se escabulló como pudo y se lanzó hacia la puerta.
La había abierto cuando él volvió a cerrarla de una patada y la tumbó de un puñetazo.
Rowan miró y vio la chimenea.
Se arrastró hacia allí y Bobby le dio una patada.
– ¡Jo, esto es demasiado divertido! -gritó Bobby-. Vuelve a escapar. -Otra patada en las costillas.
Rowan respiró con un silbido, aguantó la respiración. Sintió un dolor agudo en el costado, como una puñalada. No podía respirar, pero se obligó a recuperar el aliento, a concentrarse. Y controlarse.
Bobby la levantó, y ella sintió su aliento cargado y apestoso. Miró esos ojos azules que le eran tan familiares, unos ojos llenos de un placer salvaje y desquiciado. Una ligera sonrisa le curvó los labios.
Bobby sacó una pistola del cinturón y la apuntó a la cara de Rowan.
– Corre -dijo, riendo-. ¡Huye!
John bajó del coche antes de que la agente Thorne se detuviera y corrió por la entrada que bajaba hacia la casa. Oyó un estruendo que venía del interior, la puerta se abrió y entonces la vio.
Rowan. Las luces tenues de la calle proyectaron unas sombras siniestras sobre su cara. Y entonces John vio que era sangre. Apareció un hombre a sus espaldas y cerró de un portazo.
La está matando.
Peter estaba justo detrás cuando John llegó a la puerta. Hizo girar el pomo con la mano izquierda, con la pistola en la derecha. La puerta no estaba cerrada con llave, y la abrió del todo.
Vio a MacIntosh que le gritaba a Rowan.
– ¡Corre!
– ¡MacIntosh! -gritó John.
Bobby se giró, chorreando sangre por un lado de la cabeza. Tenía un arma.
Rowan se escabulló de debajo de él y tropezó junto a la chimenea de ladrillo. Al caer, se dio con la cabeza en la dura superficie con un golpe seco.
A John le dio un vuelco el corazón cuando, por el rabillo del ojo, vio a Rowan caer. No apartó la vista de Bobby.
– Iba a ir a por ti después -dijo Bobby-. Ahora Lily podrá verte morir.
John iba a apretar el gatillo cuando Peter se acercó por detrás.
– ¡No, Bobby!
– ¡Peter! ¡No se quede ahí! -dijo John, intentando cerrarle el paso al sacerdote.
En la cara de Bobby asomó un destello de reconocimiento.
– No, no es posible. Estabas muerto, yo te vi.
– Viste lo que querías ver -dijo Peter-. Esto debe acabar ahora. Nadie más tiene que morir, Bobby. Suelta el arma.
La rabia le deformó la cara. John seguía intentando cerrarle el paso a Peter, pero el maldito cura no paraba de moverse.
Rowan gimió desde la chimenea cuando intento sentarse, y Bobby bajó la guardia un instante. John se lanzó contra él.
Bobby percibió el movimiento y se giró, a la vez que disparaba. John recibió el impacto en el brazo derecho y la pistola salió volando hacia un lado.
Bobby rió y dio un par de pasos hacia él.
– Y ahora mueres tú. Es más divertido de lo que me pensaba. Lily puede ver morir a su amante. Ay, Romeo -dijo Bobby, y apuntó-. Y luego le llegará el turno a él -dijo, con tono despreciativo, apuntando a Peter con el arma-. Se suponía que estabas muerto.
Peter estaba en el vestíbulo.