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– Bobby, para esta locura. Ahora.

La voz de Peter era firme y grave. Rowan abrió los ojos. ¿Peter? ¿Qué hacía allí? Su visión era borrosa. Buscó medio a tientas algo, cualquier cosa con que defenderse. Con que defender a Peter.

John estaba desarmado, y la sangre le goteaba por el brazo. Pero estaba vivo. Aquello la aliviaba en el alma y el corazón. John no había muerto en la explosión.

Todas las personas que amo mueren…

Nunca más. El festín sangriento de Bobby acabaría aquí. Esta noche. Ahora.

– ¿Qué pasa, predicador? ¿Me mandarás al infierno? -escupió Bobby, con la pistola apuntando de Peter a John-. ¿Qué pasó con el perdón? -preguntó, y rió con aquel ladrido de voz. A Rowan le ardía la cabeza, le latía con fuerza y le retumbaba. La sacudió, intentando recuperar todos los sentidos.

Un arma. Un arma. Vio el arma de John, pero veía doble. Intentó enfocar, pero estaba demasiado lejos.

– Bobby, debes desear el perdón. Tienes que arrepentirte.

Otra vez, esa risa desquiciada.

– Quieres que me arrepienta. Vale, me arrepiento -dijo, con una risilla-. Me arrepiento de que todos vosotros hayáis nacido.

Rowan finalmente dio con algo sólido. Algo metálico. Miró a su derecha y vio que sostenía el atizador de la chimenea. Lo empuñó con fuerza. Sólo tendría una oportunidad.

Si no lo conseguía, Peter y John, los dos hombres que más amaba, morirían.

No podía dejar que Bobby los venciera.

A través de su visión borrosa, se percató de que John se apartaba lentamente de Peter, y de ella. Podía atacar sin que Bobby se percatara. Y Bobby sostenía la pistola sin apuntar a Peter.

Rowan avanzó lentamente.

– Bobby, el FBI tiene la casa rodeada -avisó John-. No podrás escapar.

– Tengo rehenes -dijo él, burlón-. Trabajabas con tu hermana, ¿eh? Es una pena que tuviera que volar por los aires, no era fea. Una lástima que me faltara tiempo para follármela.

La ira se adueñó del semblante de John.

– No ha muerto -dijo-. Se salvó. Yo desactivé tu bomba de principiante. Y fracasaste.

– Mientes. -Bobby le apoyó el cañón en la cabeza.

Con un grito desesperado, Rowan se abalanzó sobre Bobby blandiendo el atizador. Sonó un disparo. ¿Era Bobby? Y luego un segundo disparo, y un tercero. Rowan no sabía de dónde venían, como si dispararan de todas partes.

Bobby se giró, con los ojos inyectados en sangre, rabioso de dolor, y disparó cuando ella corría hacia él con el atizador en mano. Rowan sintió un pinchazo agudo en el hombro izquierdo, pero siguió. Si ella fracasaba, John y Peter morirían.

El sonido seco y mórbido del atizador penetrando en la carne de Bobby fue seguido de un grito inhumano. Rowan tropezó y cayó sobre él. Con cada aliento, sentía ese dolor en el pecho.

Unas manos fuertes la levantaron. Ella miró a través de la nebulosa.

– Peter -murmuró-. Corre. No pude… -dijo, y tosió y escupió.

– Shh -dijo él y la tendió suavemente. Peter rezó en silencio, con labios temblorosos, pero Rowan no sabía si era de verdad en silencio o si ella no podía oírlo. Peter se volvió hacia Bobby e hizo la señal de la cruz.

John interrumpió a Peter.

– No se atreva usted a pedir por su alma -dijo, arrodillándose junto a Rowan.

– Está muriendo -dijo Peter.

– Espero que se pudra en el infierno -respondió John.

Bobby intentaba hablar al tiempo que tenía cogido el atizador clavado en el vientre. Sólo consiguió borbotear y escupir sangre. Se retorció, tuvo una convulsión y quedó inerte, con los ojos abiertos y fríos.

– John -murmuró Rowan, con los ojos cerrados.

– Estoy aquí. Abre los ojos.

– Estás… estás vivo. -Los ojos parpadearon y se cerraron.

– Sí, tú también. Peter, llame a una ambulancia.

– ¿Por qué… Peter?

– Roger lo llamó para que viniera. No sabíamos dónde estabas. Tess está a salvo. Lograste ganar el tiempo suficiente. -John se inclinó hacia un lado y la besó, y sus lágrimas rodaron sobre la cara de Rowan. Se quitó la camisa, con una mueca de dolor al arrancar el tejido, y la apretó contra la herida que ella tenía en el hombro.

– Yo… pensaba que habías muerto. La bomba -dijo ella, y tosió débilmente.

– Quédate conmigo, Rowan. No le dejes ganar.

– Yo… -balbuceó, y volvió a toser.

– Shh. No hables.

– La ambulancia está en camino -anunció Peter, y se arrodilló junto a John y le pasó unas toallas. John le quitó rápidamente la camisa y aplicó las toallas a la herida.

La agente Thorne y otros dos federales que John no reconoció limpiaban el lugar. Uno de ellos se arrodilló junto a Bobby y confirmó que estaba muerto.

– ¿Cómo está? -preguntó Thorne, preocupado.

– Se pondrá bien -dijo John, con los dientes apretados. Tiene que salir de ésta. No quiero vivir sin ella. No creo que pueda.

– John -dijo Rowan, con un hilo de voz, respirando con dificultad.

– Shh. Guarda tus fuerzas.

– Yo… te amo.

Unas lágrimas rodaron por las mejillas de John.

– Rowan, sabes que yo también te amo. Quédate conmigo.

– Sí.

– No hables. -La sangre se le escurría entre los dedos, pero él mantuvo una presión firme en el hombro-. No te atrevas a morirte.

Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza con un gesto casi imperceptible. Volvió a toser.

– Todo ha acabado, Rowan -dijo John-. Todo ha acabado.

Capítulo 29

Rowan se despertó con el cuerpo tumefacto, insensibilizado y ardiendo al mismo tiempo. Tenía la mente borrosa. Intentó abrir los ojos, pero no pudo. Todo estaba desdibujado y era gris. Tenía que estar muerta.

Ruidos. Biip, biip, biip. Un zumbido leve. Respiraba. Olía. Un olor a limpio, a antiséptico y estéril.

Intentó hablar pero sólo emitió un graznido vacío. Daría cualquier cosa por un trago de agua. ¿Era eso el infierno? ¿Una sed perpetua?…

– Rowan, soy John.

De pronto había vuelto a la casa de la playa, y el olor de la muerte la rodeaba. Todo le volvió a la memoria. El vídeo con todas las personas que Bobby había matado. El látigo. Peter. Los balazos. El atizador que le hundía en el vientre. Dolor. Un dolor intenso en el hombro. Le habían disparado antes, pero nada había sido tan terrible como esta vez. Era como si le hubieran arrancado el brazo y vuelto a coser para adecuarlo al monstruo de Frankenstein.

John. A John lo habían herido.

– John. -¿Era ella la que hablaba? No lo sabía. Los oídos le vibraban.

– Shh, cariño. Soy yo. Soy yo. Estás bien. Te pondrás bien. -Era una voz que traducía un gran alivio. Preocupada y cansada. Pero aliviada.

Sintió que le cogía la mano. Estaba viva. Y John también estaba vivo.

Bobby estaba muerto. Ella lo había matado.

Quizá fuera verdad que, finalmente, Dios existía.

– Lo lamento.

– Para. No hay nada que lamentar. Bobby ya no está. Y tú te encuentras bien.

Ella empezó a toser.

– A… agua -pidió.

Algo le tocó los labios. Era una paja. Chupó con todas sus fuerzas y consiguió obtener un poco de agua. El líquido le bañó la garganta y ella agradeció su frescor.

– ¿Tess está bien? -Recordaba vagamente que John le había dicho que Tess estaba viva, pero tenía que volver a oírlo.

– Sí, está bien. Tiene un brazo roto. Roger y Quinn también se pondrán bien.

– Pero ¿cómo…? -Y luego recordó que John le había dicho que había ganado suficiente tiempo. Suficiente tiempo para escapar de la bomba.

Rowan sintió que la tensión se disipaba, como si la incertidumbre la hubiera mantenido preocupada mientras estaba inconsciente.

– ¿Cuánto tiempo? -¿Cuánto tiempo había pasado ahí? ¿Un día? ¿Dos? ¿Más?

– Shh. No hables, cariño. -Sintió un beso en la mano, como el roce de una pluma-. Rowan, quiero que me escuches. No hables, sólo escucha. Tú no tuviste nada que ver con los crímenes de Bobby. Nada. Yo te conozco, sé que la culpa te está royendo. Pero no debes reprochártelo.

John le apretó la mano.

– Rowan, he visto el vídeo que Bobby te obligó a ver. Por favor, por favor no dejes que te atormente.