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Volvieron a llamar a la puerta. Si se tratara de algún vecino o de Julia, habría llamado y hecho mucho ruido.

Se acercó a la ventana para averiguar de quién se trataba, pero la nieve seguía cayendo con fuerza, lo que le imposibilitó ver nada más allá del cristal.

– ¿Quién es? -llamó.

– El marshal McClain.

McClain. McClain…

Ese era el nombre del primo de Julia, que era un marshal federal. ¿Qué estaría haciendo en West Yellowstone en Nochebuena? Quizá no había oído correctamente.

Según Julia, la labor de los marshal era diferente de la de la policía o los patrulleros estatales. Pensó que Charlie podía hallarse del otro lado de la puerta haciéndose pasar por un agente de la ley.

– Me han informado de que encontró a una niña abandonada en la ciudad. Me gustaría hablar con las dos.

Su voz profunda poseía una cualidad sedosa, que despertó aún más las sospechas de Brooke.

Con el rifle listo, encendió la luz del porche y abrió despacio la puerta. Tuvo que alzar mucho la vista para ver un par de ojos azules bajo el borde del ala de un sombrero de marshal que la observaban con una intensidad que le quitó el aliento. Igual que el resto de sus facciones marcadas y su magnífico físico masculino enfundado en un completo uniforme de invierno. La placa brilló bajo el resplandor de las luces navideñas.

Le mostró la cartera con su identificación.

– Feliz Navidad también para ti, Brooke Longley -su boca dura y varonil sonrió de forma provocadora.

– ¡Eres el primo de Julia! Cuando dijiste tu nombre, pensé que había oído mal, porque ella me contó que no trabajabas en esta zona.

– Por lo general así es.

Mientras lo miraba, recordó varias conversaciones con Julia, que no cejaba en su intento de que volviera a salir con alguien.

«De verdad, Brooke. Con ese pelo rubio y esos ojos verdes, eres arrebatadora. No tiene sentido que te niegues a darle una oportunidad a los chicos de por aquí. Creo que estás tan decidida como mi primo a quedarte soltera. No solo es el soltero más guapo de Montana, sino que también es el varón más esquivo del planeta. Haríais una estupenda pareja, ¿lo sabías? Si los dos no fuerais tan obstinados, probablemente averiguaríais que erais perfectos el uno para el otro».

– Lo… lo siento -susurró al darse cuenta de que aún le apuntaba a la cara. Sintiéndose un poco tonta, apoyó el rifle sobre el hombro izquierdo-. Por favor, pasa.

– Gracias.

Hacía mucho tiempo que no era tan consciente de un hombre. Debía tener treinta y tantos años. En comparación, Mark había sido un muchacho a su lado.

En un momento tan precario como el que vivía, la asombró pensar de ese modo en el primo de Julia, quien por motivos propios no tenía deseos de relacionarse con una mujer. Podía entenderlo. Después del rechazo de Mark, tampoco ella quería volver a sentirse vulnerable.

Mientras volvía a dejar el rifle sobre la chimenea, él entró y cerró la puerta. Al observar el árbol de Navidad, Brooke se percató de que sus ojos eran como los de Julia. El pecho ancho se expandió cuando aspiró los aromas agradables procedentes de la cocina. Algo le dijo que llevaba mucho rato bajo la tormenta y que disfrutaba de ese descanso de los duros elementos.

– Por favor, ponte cómodo -encendió una lámpara para dar más luz.

– Ojalá no hubieras hecho eso -musitó mientras se quitaba el anorak con gracilidad masculina-. Siento como si hubiera entrado en una postal navideña.

Unos escalofríos inexplicables le recorrieron la piel. Volvió a contener el aliento cuando él se quitó el sombrero para revelar una saludable mata de pelo que brillaba como castañas oscuras y lustrosas al fuego. Era aun más atractivo de lo que había imaginado. Julia no había exagerado los encantos de su primo. De hecho…

– ¿Dónde está la pequeña?

– Se esconde en la cocina. ¿Cómo es que te encuentras en West Yellowstone? Si no recuerdo mal, Julia dijo que el resto de su familia también vivía en Great Falls.

– Es verdad -se sentó en uno de los sillones-. Pero, yo pertenezco al Grupo de Operaciones Especiales del departamento del marshal. La naturaleza de mi trabajo me lleva por todo el país. Rara vez estoy en casa.

«¿Por qué no deseas estar allí?», se preguntó Brooke, sin poder evitar sentir curiosidad por un hombre tan inaccesible.

– Sigo una pista nueva de un caso de dos años de antigüedad. Esta noche me ha traído a la ciudad. Cuando encontré el coche en cuestión abandonado en medio de la calle, llamé a la policía local y descubrí que Julia trabajaba en la centralita de la policía. En cuanto me habló de la niña que habías encontrado, todo encajó en su sitio, en particular cuando solicité detalles y me enteré de que la pequeña tenía unos cinco años y hablaba con acento sureño.

»Después solicité una orden de busca y captura del hombre que había conducido el coche abandonado y le dije a Julia que vendría aquí a hablar con la niña. Su testimonio podría brindarnos información que necesitamos.

– Ahora mismo Sarah está tan aterrada que no sé de cuánta ayuda podrá ser -juntó las manos-. ¿Puedes contarme algo sobre este caso antes de que le pida que venga al salón?

La observó pensativo antes de asentir.

– Quizá me equivoque, pero podría ser la pequeña que fue robada hace un par de años por dos asesinos convictos de Misisipí -el jadeo de Brooke reverberó por el salón-. Escaparon mientras unos federales los transportaban a otro estado.

Al pensar en Sarah a merced de lunáticos como esos, Brooke no pudo quedarse sentada.

– Los dos hombres escaparon y desde entonces nos han esquivado una y otra vez. La última vez que se los vio se hallaban en Utah, donde me encargaron el caso a mí. Encontré su rastro en Santaquin. La niña podría ser la hija de una de las víctimas a la que los prisioneros mataron en Misisipí.

– ¿Quieres decir que la madre está muerta? -exclamó ella.

– Eso es. No estaba casada, de modo que no tenemos ni idea de quién puede ser el padre. En alguna parte de Utah los asesinos se separaron, o uno de ellos mató al otro. Hasta ahora, no hemos encontrado a ninguno. Uno de los convictos se ha estado haciendo pasar por el padre de la niña.

Con un temblor de horror, Brooke se frotó el costado de la cadera con gesto nervioso. La mirada del marshal pareció abarcar el movimiento, aunque no fue consciente de ello.

– Sarah lo llama Charlie, pero en ningún momento lo ha mencionado como su padre. Dijo que él la había informado de que no tenía madre. Cuando se lo pregunté, desconocía cuál era su apellido.

– Encaja, aunque en los últimos dos años muchas pistas prometedoras se han convertido en rastros falsos. No obstante, si es uno de los prisioneros que andamos buscando, y tiene el equipo de supervivencia adecuado, ¿qué mejor sitio para pasar el invierno que el Parque de Yellowstone, donde sería difícil rastrearlo?

Ella se sintió mareada y se dejó caer en un sillón.

– Sarah dijo que el coche se paró. Cuando él bajó para ver qué sucedía, ella huyó lo más rápidamente que pudo.

– Debió estar aterrada de él para arriesgarse a enfrentarse a una tormenta de esta magnitud -se pasó el dedo pulgar por el labio inferior-. No importa quién sea ese hombre, podemos darle las gracias a la Providencia de que tuviera la inteligencia de huir antes de que fuera demasiado tarde. Cuéntame cómo la encontraste.

En unos minutos Brooke le dio toda la información de que disponía.

– Me gustaría hablar con ella, pero no deseo asustarla. Es obvio que confía en ti. ¿Cuál crees que sería la mejor manera de llevar la situación?

El hecho de que a él le importaran los temores de Sarah como para solicitar su opinión le reveló mucho sobre su sensibilidad y amabilidad. Parecía ser un rasgo común en toda la familia de Julia.

Salvo por su magnetismo masculino, que era demasiado poderoso para soslayar, no tenía nada negativo. Con su arrogancia, algunos agentes de la ley podrían haberle buscado problemas por abrir la puerta con un rifle cargado apuntándoles a la cara, en particular por ser mujer.