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– ¿Se la hicisteis a la esposa?

– Se negó -dijo Banner-. Jake Wolf se lo prohibió.

– ¿Está cargando con la culpa de su esposa?

Banner miró a Loren Muse. Ella asintió lentamente.

– ¿Qué? -preguntó Myron.

– Ya llegaremos a eso.

– ¿Llegaremos a qué?

– Mira, Myron, creo que tienes razón -dijo Banner-. Jake Wolf quiere cargar con la culpa de toda la familia. Por una parte, alega defensa propia. Hay algunas pruebas que lo respaldan. Van Dyne tenía su historial. Además llevaba una pistola registrada a su nombre. Por otro lado, Jake Wolf está dispuesto a cumplir condena a cambio de que se libren su esposa y su hijo.

– ¿Su hijo?

– Quiere una garantía de que su hijo irá a Dartmouth y quedará libre de cualquier acusación, incluida cualquier relación con el tiroteo, el escándalo de las trampas y su vinculación a Van Dyne y las drogas.

– Bien -dijo Myron. Era lógico. Jake Wolf era un patán, pero Myron había visto cómo miraba a su hijo en la fiesta de graduación-. Sigue intentando asegurar el futuro de Randy.

– Eso.

– ¿Podrá?

– No lo sé -dijo Banner-. El fiscal no tiene jurisdicción sobre Dartmouth. Si quieren retirar su admisión, pueden hacerlo y es probable que lo hagan.

– Lo que está haciendo Jake -dijo Myron- es casi admirable.

– Aunque tortuoso -añadió Banner.

Myron miró a Loren Muse.

– Estás muy callada.

– Porque creo que Banner se equivoca.

Banner frunció el ceño.

– No me equivoco.

Loren dejó el bocadillo y se sacudió las migas de las manos.

– Para empezar, vas a meter a la persona equivocada en la cárcel. La prueba de los residuos de pólvora demuestra que Jake Wolf no disparó a Drew Van Dyne.

– Dice que llevaba guantes.

Ahora le tocó a Loren Muse fruncir el ceño.

– No va desencaminada -dijo Myron.

– Caramba, Myron, gracias.

– Oye, yo estoy de tu parte. Lorraine Wolf me dijo que había disparado a Drew Van Dyne. ¿No deberían juzgarla a ella?

Loren Muse se volvió hacia él.

– Yo no he dicho que creyera que fue Lorraine Wolf.

– ¿Disculpa?

– A veces la respuesta más obvia es la correcta.

Myron meneó la cabeza.

– No te sigo.

– Vuelve atrás un momento -dijo Loren Muse.

– ¿Cuándo?

– Edna Skylar en la calle de Nueva York.

– Vale.

– Tal vez lo entendimos bien desde el principio. Desde que ella nos llamó.

– Sigo sin entender.

– Edna Skylar confirmó lo que ya sabíamos, que Katie Rochester había huido. Y al principio, fue lo que pensamos de Aimee Biel también, ¿no?

– ¿Y?

Loren Muse no dijo nada.

– Espera un momento. ¿Crees que Aimee Biel huyó?

– Hay muchas preguntas sin respuesta -dijo Loren.

– Pues pregunta.

– ¿A quién?

– ¿Cómo que a quién? Pregunta a Aimee Biel.

– Lo hemos intentado. -Loren Muse sonrió-. El abogado de Aimee no nos deja hablar con ella.

Myron se echó hacia atrás.

– ¿No te parece raro?

– Sus padres quieren que se olvide de todo.

– ¿Por qué?

– Porque fue una experiencia traumática -dijo Myron.

Loren Muse se limitó a mirarle, lo mismo que Lance Banner.

– Te contó -dijo Loren- que la drogaron y la tuvieron en una cabaña de madera.

– ¿Qué pasa?

– Ese agujero hace aguas.

Myron notó un escalofrío en la nuca que bajó por su columna.

– ¿Qué agujero?

– Primero, la informadora anónima que me llamó, la que le vio paseando con Drew Van Dyne. Si habían secuestrado a Aimee, ¿cómo era posible eso?

– Tu testigo se equivocaba.

– Pues me dio la marca del coche y me describió a Drew Van Dyne con pelos y señales. No sé si se equivocaba.

– Los informadores anónimos no son fiables -dijo Myron.

– Bien, pasemos al agujero número dos, el aborto a altas horas de la noche. Lo comprobamos en el St. Barnabas. Nadie le dijo nada de notificarlo a los padres. Es más, no es verdad. La ley no es inamovible, pero en su caso da igual.

– Tiene dieciocho años -interrumpió Myron.

Dieciocho. Mayor de edad. La edad otra vez.

– Exacto. Y hay más.

Myron esperó.

– Agujero número tres: había huellas de Aimee en casa de Drew Van Dyne.

– Tuvieron una aventura. Es normal que estuvieran desde hacía unas semanas.

– Encontramos sus huellas en una lata de refresco, en la cocina. Myron no dijo nada, pero sintió que algo en su interior empezaba a soltarse.

– Hemos investigado a conciencia a todos tus sospechosos, Harry Davis, Jake Wolf y Drew Van Dyne. Y ninguno perpetró ese supuesto secuestro. -Loren Muse separó las manos-. Es como ese viejo axioma pero al revés. Cuando has eliminado todas las demás posibilidades tienes que volver a la primera, a la solución más obvia.

– Crees que Aimee se fugó.

Loren Muse se encogió de hombros y se agitó en la silla.

– Ahí la tienes, una jovencita desorientada, embarazada del hijo de un profesor. Su padre tiene una aventura. Se encuentra en medio de un escándalo. Debió de sentirse atrapada, ¿no crees?

Myron no pudo evitar asentir.

– No hay pruebas físicas, ninguna, de que fuera secuestrada. Y piénsalo bien, ¿para qué iban a hacerlo? ¿Cuál sería el motivo en un caso como éste? Los motivos normales son: primero la agresión sexual. Eso no sucedió según confirmó su médico. No hubo trauma físico ni sexual. ¿Por qué otra cosa secuestran a alguien? Por un rescate. Bien, tampoco eso sucedió.

Myron siguió en silencio. Era casi exactamente lo mismo que había dicho Erik. Si se quería silenciar a Aimee, no la secuestrarían, la matarían. Pero ella estaba viva. Ergo…

Loren Muse siguió pinchándole.

– ¿Tienes un motivo para ese secuestro, Myron?

– No -dijo-. Pero ¿qué me dices del cajero? ¿Cómo te lo explicas?

– ¿Que las dos chicas usaran el mismo?

– Sí.

– No lo sé -dijo-. Tal vez fue una coincidencia al fin y al cabo.

– Vamos, Muse.

– De acuerdo, bien, pues démosle la vuelta. -Le señaló-. ¿Cómo encaja la transacción del cajero en un escenario de secuestro? ¿Lo sabría Wolf, Davis, Van Dyne?

Myron entendió adónde quería ir a parar.

– Y otras cosas -añadió-. Como la llamada desde el teléfono del metro. O que se conectara.

– Todo lo cual encaja con que era una fugitiva -dijo Loren-. Si la hubieran secuestrado tal y como afirma ella, ¿por qué se arriesgarían a dejarla llamar o a conectarse a Internet?

Myron meneó la cabeza. Lo que decía tenía lógica, pero se negaba a aceptarlo.

– ¿Y así es como acaba esto? No es Davis, no es Wolf ni Van Dyne ni nadie. ¿Simplemente se largó?

Loren Muse y Lance Banner intercambiaron otra mirada.

Entonces dijo Lance Banner:

– Sí, ésta es la teoría que se sostiene. Y recuerda: no hay ley contra lo que hizo, aunque haya heridos o muertos. Huir no va contra la ley.

Loren Muse se quedó en silencio. A Myron no le gustó.

– ¿Qué? -soltó.

– Nada. Tal y como dice Banner, las pruebas señalan en ese sentido. Podría explicar también que los padres de Aimee no quieran que hablemos de ella. Ellos quieren ocultar su aventura, su embarazo, y, vaya, les guste o no, le echaron una mano con los cambios de expedientes. Así que es mejor silenciarlo todo. Hacer que parezca víctima en lugar de fugitiva. Es lo más lógico.

– ¿Pero?

Ella miró a Banner. Él suspiró y meneó la cabeza. Loren Muse empezó a jugar con el tenedor.

– Que tanto Jake como Lorraine Wolf querían cargar con la culpa de disparar a Drew Van Dyne.

– ¿Y?

– ¿No te parece raro?

– No. Acabamos de explicarlo. Lorraine le mató. Jake quiere cargar con ello con afán de protegerla.