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Por primera vez desde que habían entrado en la casa, Claire se volvió lentamente y miró a su marido en busca de orientación. También él miró a su esposa. Los dos ponían una cara como si les hubiera atropellado un camión.

Por fin habló Erik.

– ¿Qué está sugiriendo?

– No estoy sugiriendo nada, señor Biel. Le estoy haciendo una pregunta. ¿Hasta qué punto conocía su hija a Myron Bolitar?

Claire:

– Myron es un amigo de la familia.

Erik:

– Recomendó a Aimee en la solicitud de universidad.

Claire asintió vigorosamente.

– Sí. Eso.

– ¿Eso qué?

No respondieron.

Loren mantuvo la voz neutral.

– ¿Se veían alguna vez?

– ¿Si se veían?

– Sí. O si hablaban por teléfono. O por correo electrónico. -Entonces Loren añadió-: Sin estar ustedes presentes.

Loren no lo creía posible, pero la columna de Erik Biel se puso aún más derecha.

– ¿De qué diablos habla?

Vale, pensó Loren. No lo sabían. Aquello no era fingido. Tenía que cambiar de táctica, comprobar su sinceridad.

– ¿Cuándo fue la última vez que uno de ustedes habló con el señor Bolitar?

– Ayer -dijo Claire.

– ¿A qué hora?

– No estoy segura. Creo que a primera hora de la tarde.

– ¿Le llamó usted o llamó él?

– Llamó él -dijo Claire.

Loren miró a Lance Banner. Un punto para la madre. Eso concordaba con el registro de llamadas.

– ¿Qué quería?

– Felicitarnos.

– ¿Por qué?

– Han aceptado a Aimee en Duke.

– ¿Algo más?

– Preguntó si podía hablar con ella.

– ¿Con Aimee?

– Sí. Quería felicitarla.

– ¿Qué le dijo?

– Que no estaba en casa. Y después le di las gracias por la recomendación.

– ¿Qué dijo él?

– Que volvería a llamarla.

– ¿Algo más?

– No.

Loren esperó un rato.

– No pensará que Myron tiene algo que ver… -dijo Claire Biel.

Loren se limitó a mirarla, dejando que el silencio se aposentara, dándole la oportunidad de seguir hablando. No la decepcionó.

– Debería conocerle -siguió Claire-. Es un buen hombre. Le confiaría mi vida.

Loren asintió y después miró a Erik.

– ¿Y usted, señor Biel?

Los ojos de él estaban vidriosos.

– Erik. -dijo Claire.

– Lo vi ayer -dijo.

Loren se incorporó un poco.

– ¿Dónde?

– En el gimnasio de la escuela. -Su voz era dolorosamente monótona-. Jugamos al baloncesto los domingos.

– ¿A qué hora fue eso?

– A las siete y media. O las ocho.

– ¿De la mañana?

– Sí.

Loren miró otra vez a Lance. Él asintió lentamente. Él también lo había pillado. Bolitar no podía haber llegado a casa mucho antes de las cinco o las seis de la mañana. Y pocas horas después, ¿se iba a jugar al baloncesto con el padre de la chica desaparecida?

– ¿Juega con el señor Bolitar todos los domingos?

– No. Bueno, él jugaba más antes. Pero hacía meses que no iba.

– ¿Habló con él?

Erik asintió lentamente.

– Espere un momento -dijo Claire-. Quiero saber por qué nos hace tantas preguntas sobre Myron. ¿Qué tiene que ver él con todo esto?

Loren la ignoró y mantuvo la mirada fija en Erik Biel.

– ¿De qué hablaron?

– De Aimee, creo.

– ¿Qué dijo?

– Intentó ser sutil.

Erik explicó que se le había acercado y se pusieron a hablar de ejercicio y de levantarse temprano y después Myron desvió la conversación hacia Aimee, preguntando dónde estaba, y lo difíciles que podían ser los adolescentes.

– Su tono era raro.

– ¿Cómo?

– Quería saber si era muy difícil ella. Me preguntó si estaba malhumorada, si pasaba mucho tiempo en Internet, cosas por el estilo. Recuerdo que pensé que era un poco raro.

– ¿Cómo estaba él?

– Hecho un desastre.

– ¿Cansado? ¿Sin afeitar?

– Ambas cosas.

– Bien, es suficiente -dijo Claire Biel-. Tenemos derecho a saber por qué nos hace estas preguntas.

Loren la miró.

– Es usted abogada, ¿no, señora Biel?

– Sí.

– Pues ayúdeme: ¿dónde pone que no he de decirle nada?

Claire abrió la boca y la cerró. Indebidamente cruel, pensó Loren, pero lo de interpretar policía bueno/policía malo no era sólo para los delincuentes. También para los testigos. No le gustaba, pero era muy eficaz.

Loren volvió a mirar a Lance, que le siguió la corriente. Tosió con el puño frente a la boca.

– Tenemos cierta información que relaciona a Aimee con Myron Bolitar.

Claire entornó los ojos.

– ¿Qué información?

– Anteanoche, a las dos de la madrugada, Aimee le llamó, primero a su casa, después al móvil. Y a continuación el señor Bolitar cogió el coche.

Lance siguió relatando los hechos. La cara de Claire perdió el color. Las manos de Erik se cerraron en puños.

Cuando Lance acabó, estaban demasiado aturdidos para hacer preguntas. Loren se echó hacia adelante.

– ¿Es posible que hubiera algo más entre Myron y Aimee que una relación de amistad?

– De ninguna manera -dijo Claire.

Erik cerró los ojos.

– Claire…

– ¿Qué? -cortó ella-. ¿No creerás que Myron se liaría con…?

– Ella le llamó justo antes de… -Se encogió de hombros-. ¿Para qué le llamaría Aimee? ¿Por qué no me lo comentaría él cuando nos vimos en el gimnasio?

– No lo sé, pero la mera idea… -Se calló y chasqueó los dedos-. Espere, Myron sale con Ali Wilder, una amiga mía. Una mujer adulta, por supuesto. Una viuda encantadora con dos hijos. La idea de que Myron pudiera…

Erik cerró los ojos con fuerza.

– ¿Señor Biel? -dijo Loren.

– Aimee no ha sido la misma últimamente -dijo en voz queda.

– ¿En qué sentido?

Erik seguía con los ojos cerrados.

– Los dos lo atribuimos a la adolescencia. Pero los últimos meses ha sido muy reservada.

– Eso es normal, Erik -Hijo Claire.

– Va a peor.

Claire meneó la cabeza.

– Sigues pensando que es una niña. Es sólo eso.

– Tú sabes que es algo más que eso, Claire.

– No, Erik, no lo sé.

Él volvió a cerrar los ojos.

– ¿Qué pasa, señor Biel? -preguntó Loren.

– Hace dos semanas intenté acceder a su ordenador.

– ¿Por qué?

– Para leer sus mensajes.

Su mujer le miró furiosa, pero él no la vio, o quizá no le importaba. Loren siguió.

– ¿Y qué pasó?

– Había cambiado la contraseña. No pude entrar.

– Porque quería intimidad -dijo Claire-. ¿Eso te parece raro? Yo llevaba un diario. Cuando era niña. Lo tenía cerrado bajo llave y encima escondido. ¿Y qué?

Erik siguió:

– Llamé al servidor de Internet. Soy el que paga las facturas, el titular. Así que me dieron la contraseña nueva. Después me conecté para mirar sus mensajes.

– ¿Y?

Se encogió de hombros.

– Habían desaparecido todos. Los había borrado.

– Sabía que fisgarías -dijo Claire. Su tono era una mezcla de ira y actitud defensiva-. Se protegió contra ti.

Erik se volvió rápidamente hacia ella.

– ¿Eso crees, Claire?

– ¿Y tú que tiene una aventura con Myron?

Erik no contestó. Claire se volvió hacia Loren y Lance.

– ¿Han preguntado a Myron por las llamadas?

– Todavía no.

– ¿Y a qué están esperando? -Claire se fue a buscar su bolso-. Vámonos. Él lo aclarará todo.

– No está en Livingston -dijo Loren-. Se fue en avión a Miami después de jugar al baloncesto con su marido.

Claire estaba a punto de preguntar algo más, pero se calló.

Por primera vez, Loren vio asomar la duda en su expresión. Decidió utilizarlo. Se levantó.

– Estaremos en contacto -dijo.

15

Myron se sentó en el avión y pensó en su viejo amor, Jessica.

¿No debería alegrarse por ella?

Ella siempre había sido apasionada hasta el punto de hacerse pesada. A su madre y a Esperanza no les caía bien. Su padre, como un conductor de la tele, se mantenía neutral. Win bostezaba. Según él, las mujeres eran dignas de ser llevadas a la cama o no. Jessica, sin duda, era digna de ser llevada a la cama, pero después de eso… ¿qué?