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– Rory está muerto, Ken -dijo Jake sin alterarse-. Susie no va a heredar nada de nadie.

– Elb…

– Sal de mi jardín -dijo Angus, completamente pálido-. Si insultas a la esposa de Rory, no eres bienvenido en mi casa.

– No es tu casa. Deberías estar muerto.

– Jake -dijo Angus, cansado.

– Ken, vamos -dijo el doctor suavemente, agarrando a Kenneth-. No eres bienvenido aquí, compañero. No puedes hablarle a la gente de esa manera y ser bienvenido -entonces lo apartó de los demás-. Algo me dice que no te has tomado la medicación. Puedo ayudarte si vienes conmigo. Vuelve a hablar con tu tío cuando te sientas más calmado.

– No me toques -Kenneth trató de soltarse con furia.

Jake le soltó, ya que se estaba dirigiendo hacia la puerta. Pero de repente trató de dirigirse de nuevo hacia los demás, ante lo que Jake, que había esperado tal reacción, lo agarró de nuevo.

– Ken, vamos al hospital, compañero -dijo suavemente.

– No necesito…

– Necesitas ayuda -dijo Jake, que hablaba como si nada indigno hubiese ocurrido-. Sabes que se supone que tienes que tomar medicación. Me lo dijiste la última vez.

– Ella está embarazada. Es mío.

– Kirsty, ¿me podrías ayudar a llevar a Ken al hospital? -Preguntó Jake, sonriendo a sus pequeñas-. El señor Douglas está enfermo. Le duele la cabeza y le hace decir cosas que en realidad no quiere decir. La doctora Kirsty y yo nos lo vamos a llevar y vamos a hacer que se sienta mejor. Margie, el señor Boyce, Susie y Angus se van a quedar y van a cuidar de vosotras. ¿De acuerdo?

– De acuerdo -susurró Penelope… ¿o era Alice?

– Estupendo -dijo Jake, mirando a Kirsty-. ¿Quiebres conducir o prefieres sentarte en la parte trasera con nuestro pasajero?

– Creo que conduciré -contestó ella débilmente-. Si te parece bien.

Se dirigieron al hospital en un nefasto silencio. Parecía que Ken no se oponía, lo que hizo preguntarse a Kirsty lo frecuente de aquellos arrebatos.

En el hospital, Jake le suministró una pequeña dosis de medicación y preparó una cama, sentándose al lado de Ken mientras éste se dormía. Kirsty podía haber desaparecido en ese momento, pero no lo hizo. Necesitaba saber acerca del enfado de aquel hombre; la manera en la que había tratado a Susie había sido espantosa.

Fue a prepararse un café y esperó a que Jake saliera de la habitación. Cuando finalmente lo hizo, tenía un aspecto nefasto y trató de hacer un esfuerzo para relajar la expresión de su cara.

– Pensaba que te habrías ido a casa.

– Sólo tenemos tu coche -le recordó-. Si me hubiese ido, te hubiese dejado tirado.

– Hay coches al servicio del hospital, o alguien del pueblo me hubiese llevado.

– Quiero que me cuentes sobre Ken. Odia a Susie. ¿Por qué?

– Ken odia al mundo entero -dijo Jake sin rodeos, empezando a prepararse un café-. Ken nació con un desorden de la personalidad que le hace pensar que el mundo está en contra suya. Angus me ha dicho que cuando venía a visitarles de pequeño era una pesadilla… estaba tan celoso de Rory que le hizo la vida insoportable a todos. Últimamente me ha estado dando la lata sobre la salud de su tío. Me figuro que piensa que Angus va a morir pronto y que heredará. Su actuación de hoy lo confirma. Pero su comportamiento está más allá de los límites normales. Está realmente enfermo.

– ¿Qué puedes hacer al respecto?

– No estoy seguro -dijo Jake-. Su comportamiento de hoy ha sido tan extraño que en otra época habría hecho que le encerraran.

– Hoy en día no es tan fácil poder hacerlo, ¿verdad?

– Supongo que será igual en Estados Unidos que aquí. Tiene que haber evidencia de una perturbación psiquiátrica grave, y el informe de dos psiquiatras que establezcan que es un riesgo para la sociedad. Debería haber dejado que pegara a alguien. Entonces le habrían arrestado.

– Entiendo -Kirsty dudó si seguir preguntando-. ¿Y ahora qué?

– Puedo tenerle aquí durante la noche. Probablemente me he pasado de la raya dándole una dosis de droga que le dejará dormido durante horas. Me puede demandar alegando que no accedió a ello. Pero espero que tras dormir mucho esté más calmado. Voy a telefonear a la base de datos psiquiátrica del estado para ver si alguien lo conoce.

– ¿Puede llevar una vida normal?

– ¿Quieres decir que si suele ponerse al límite y casi agredir físicamente sin ninguna razón? No. Angus me ha contado lo que le pasa. Desde que era niño sufre una furia aparentemente incontrolable, pero que de alguna manera mantiene controlada y puede llevar una vida normal. Es un buen contable y trabaja en Sidney. Debe aparentar ser normal la mayor parte del tiempo.

– Hoy desde luego que no -dijo ella, estremeciéndose.

– No. Quizá él vio las repercusiones que tendrá el bebé de Susie más claro que lo que Angus o Susie lo han visto. Están tan emocionados de haberse conocido que todavía no se han percatado de lo que es obvio.

– ¿El qué?

– Angus es un hombre extremadamente rico. Aunque trata de no darle importancia, tiene un título por el que mucha gente daría lo que fuera. También tiene propiedades en Escocia y una renta que te haría marear si supieras la cantidad. Angus me dijo que nunca lo quiso, pero su título establece las cosas de tal manera que no pudo evitar heredarlo. Dijo que Rory sentía lo mismo. Se quedó destrozado cuando su sobrino murió, porque la siguiente línea sucesoria…

– Es Kenneth -Kirsty suspiró-. Oh, no.

– Quizá ya no sea Kenneth -dijo Jake-. Quizá lo sea el bebé de Susie.

– Entonces hoy… -comenzó a decir Kirsty, a la que le faltaba el aliento al percatarse de la situación.

– Durante los últimos meses, desde que Rory murió, Kenneth ha debido de haber estado creyendo que él sería el próximo conde de Loganaich, con toda la riqueza y privilegios que ello conlleva. Hoy ha visto que Susie está embarazada y que había estado equivocado. Vi su cara. Cuando vio que Angus estaba utilizando oxígeno, parecía enfadado, ya que ello suponía un retraso en recibir su herencia. Pero cuando se dio cuenta de que Susie estaba embarazada, casi se desmaya.

– Mi hermana no querrá ninguna riqueza -susurró Kirsty-. Nunca la querría.

– Me lo suponía -dijo Jake amablemente-. Sólo hay que conocerte a ti para saber lo encantadora y generosa que debe de ser Susie.

– No -dijo ella, angustiada-. No sabes nada sobre nosotras. Rory y Kenneth eran hermanos y eran muy diferentes.

– Kenneth está enfermo, y tú no lo estás -dijo él con suavidad-. Kirsty…

– Déjalo, Jake -dijo severamente-. ¿Qué hacemos entonces con Kenneth? Quiero decir…

– No hay mucho que podamos hacer -dijo él con los ojos todavía reflejando amabilidad-. Como ya he dicho, voy a tratar de encontrar un psiquiatra que lo conozca y que me aconseje. Trataré de que lo trasladen a una de las mejores instituciones psiquiatritas. Sólo podemos esperar que cuando despierte se someta al nuevo orden.

– Nunca antes había pensado que heredaría -dijo ella-. No hasta que Rory murió.

– Nos aferraremos a eso. Tal vez funcione.

– ¿Cómo va a funcionar?

– Así es -dijo él, preocupado al mirar su reloj-. Quizá les diga a los Boyce y a las niñas que se queden en el castillo el resto del día. Hará que se distraigan y…

– ¿Y será más seguro para Angus y Susie?

– Sí. El castillo es muy grande. Hay muchas habitaciones.

– ¿Estás pensando en llenarlas?

– Quizá sea divertido para los Boyce y las chicas -dijo Jake-. Por no mencionar a Susie y Angus. Voy a telefonear a Angus. Tal vez le diga que de esa manera tú estarás libre para ayudarme.

– Si las gemelas se quedan allí…

– Yo también lo haré -dijo él-. Sólo hasta que sepa que Kenneth está fuera de la región -Jake dudó antes de seguir hablando-. Me pone nervioso.