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Kirsty se apoyó en la pared, escuchando a escondidas.

– Pronto nos tendremos que ir a casa, compañero. Sólo estamos aquí para ofrecer protección, y parece ser que no hay ninguna amenaza. Ha estado bien. Pero fingir que podría seguir siendo así todo el tiempo es de tontos. Las familias felices son una fantasía.

Entonces se oyó un gimoteo y Kirsty pudo imaginarse a Boris restregando sus orejas en Jake.

– ¡Ya va! -Jake parecía exasperado-. No quieres tu beicon, ¿verdad que no? Si ella no estuviese aquí, yo me quedaría más tiempo. Pero está. Y es muy peligroso. Las gemelas, tú y yo… formamos una unión, y no voy a dejar que nada la amenace. Ni nadie.

Entonces Kirsty, en vez de entrar en la cocina, subió a ver cómo estaba Angus. Tenía ganas de llorar, pero se forzó a no hacerlo. Cuando llegó a la habitación de Angus, llamó a la puerta. Pero no obtuvo respuesta.

Entonces, suponiendo que estaba dormido, abrió la puerta un poco. Consternada, vio que Angus no estaba en la cama, sino tumbado al lado de la ventana, con la botella de oxígeno a su lado y el tubo que le conectaba a ella arrancado de su nariz debido a la caída.

– ¡Jake! -Gritó.

Angus había dejado de respirar. No podía encontrarle el pulso. Tenía el cuello caliente, pero no podía encontrarle… no podía…

Entonces se dijo a sí misma que era una estúpida y que comprobara las vías respiratorias. Le metió los dedos en la boca, buscando algo que le obstruyera, pero no encontró nada.

Tenía que hacer que volviera a respirar. ¡El oxígeno!

– ¡Jake! -Volvió a gritar, pensando que Angus debía de estar muerto si aquel grito no le despertaba.

Le abrió el pijama y le tumbó de espaldas. Se preguntó cuánto tiempo llevaría en el suelo.

– ¿Qué demo…?

– Debe de ser un paro cardiaco. ¿Tienes un…?

– Voy a por ello -dijo Jake, marchándose a toda prisa.

Kirsty comenzó a hacerle el boca a boca.

Entonces llegó Susie, que se quedó en la puerta, apoyada en sus muletas. Detrás de ella estaban Margie y las gemelas. Sus caras reflejaban lo consternadas que estaban.

– Llevaros a las pequeñas -logró decir Kirsty.

Jake regresó y dejó su equipo en el suelo. Tenía un desfibrilador portátil y colocó las paletas sobre el pecho de Angus. Entonces comprobó el monitor.

– Hay pulso -le dijo a Kirsty-. Todavía hay pulso.

– Pero…

– Es muy débil. Sigue haciéndole el boca a boca, Kirsty -dijo Jake, sacando una máscara de oxígeno de su equipo y poniéndosela al conde, llenando sus pulmones de oxígeno puro.

Tras esperar un rato, oyeron un pequeño jadeo. Luego otro. Y otro, tras lo cual Angus comenzó a toser. ¡Habían logrado que volviera a respirar!

El conde abrió los ojos.

– Sue… Susie -murmuró Angus.

– Aquí estoy, Angus.

El anciano se quedó mirándola, desconcertado, tratando de hablar.

– Tranquilo -murmuró Jake.

Entonces le quitó la máscara a Angus para que éste pudiera decir lo que tan desesperadamente quería.

– Mantente a salvo -murmuró por fin Angus-. Susie… Rory…

– Estoy bien -dijo Susie con tacto, acariciándose la tripa-. El bebé de Rory está a salvo. Estamos preocupados por ti.

– Spike -susurró-. Morirá…

Kirsty sonrió ante aquello. Si Angus estaba preocupado por su calabaza, seguro que había esperanza. Seguro que había un mañana para aquel anciano tan amable a quien su hermana y ella estaban empezando a querer.

– Susie se ocupará de tus calabazas -dijo Jake, emocionado-. No permitirá que mueran. Pero mientras tanto, Susie ha venido desde muy lejos para tener a su hijo y que tú puedas ejercer de tío abuelo. Así que será mejor que hagas un esfuerzo por ella. Vas a ir al hospital.

– No -dijo Angus en alto, indignado.

– Oh, sí que lo vas a hacer, viejo loco -dijo Jake, aún más emocionado-. Vas a venir para un examen completo. Es una orden. ¿No quieres estar al lado de Susie para ayudarla cuando tenga a su bebé?

– Yo… sí.

– Entonces vas a venir al hospital.

– Spike -susurró Angus, cerrando los ojos.

– Te prometo que voy a cuidar de tu calabaza -dijo Susie-. Lo haremos Ben y yo.

– Vamos -dijo Jake, tomando al anciano en brazos-. Kirsty, ¿vienes conmigo?

– Puedo andar -dijo Angus débilmente.

– Sí, y yo puedo volar -contestó Jake-. Pero no lo hagamos, a no ser que tengamos la necesidad.

Capítulo 9

Dos horas después, Kirsty conducía de vuelta al castillo en un coche del hospital pensando que tal vez, sólo tal vez, las cosas pudieran ir bien.

El electrocardiograma mostró un daño mínimo, así como hicieron las enzimas cardiacas. Nada que no se pudiera reparar. Angus estaba dormido, con una respiración profunda, casi normal.

– Irá a Sidney a que le sometan a un examen cardiaco -había gruñido Jake-. No había conseguido ingresar al viejo loco en el hospital antes de esto, pero me voy a mover tan rápido que no se va a enterar de lo que ocurre -había dudado si seguir hablando-. ¿Kirsty?

– ¿Te gustaría que yo fuera con él?

– Si pudieras… yo me ocuparía de Susie por ti.

– Desde luego que lo harías -había dicho ella en voz baja, habiendo apartado la mirada.

Kirsty pensó que tal vez alejarse un par de días de aquel lugar, del cual se había enamorado, le vendría bien. El plan era que ella acompañara aquella misma tarde a Angus en ambulancia a Sidney, como su médico personal… y como su familia.

– Spike se está muriendo -dijo Susie apenas su gemela hubo llegado al castillo-. Kirsty, Spike se está muriendo. Angus debió de haber estado tratando de decírnoslo…

Susie se estaba balanceando muy peligrosamente sobre las muletas, y Kirsty se acercó a sujetarla para evitar que se cayera al suelo.

– Jake ha telefoneado -dijo Susie-. Ha dicho que Angus se pondrá bien y que tú vas a viajar con él a Sidney. Entonces salí fuera para ver… Kirsty, Spike…

– Susie, tranquilízate.

– Estoy tranquila, pero…

– No estás tranquila. Sé razonable. ¿Dónde está todo el mundo?

– Ben ha ido a su casa para regar su propio huerto. Margie dice que es el primer lugar al que va cuando está disgustado. Entonces, cuando Jake telefoneó, diciendo que quería que fueras a Sidney, Margie dijo que iba a hacer la comprar ahora, ya que no quiere que yo esté sola durante mucho tiempo, y después de que te vayas lo estaré. Así que, junto con las gemelas, se ha ido al pueblo. Pero cuando se marcharon… -comenzó a sollozar.

– Oye, no llores -dijo Kirsty, tratando de calmar a su gemela-. Está bien.

– No lo está -sollozó Susie-. Sé por qué Angus debe de haber sufrido el infarto. Debió haberlo visto. Cuando se marcharon, fui a comprobar el huerto. Alguien ha arrancado a Spike. Han arrancado las raíces. Lo he vuelto a plantar, pero tardarán días en restablecerse.

– Alguien lo ha arrancado de la tierra -susurró Susie-. Supongo que hemos tenido suerte de que no se haya roto toda la plata. Pero ahora mismo, Spike no puede recibir agua y morirá.

– ¿No maduraría de todas maneras? -Preguntó Kirsty sin convicción.

– Es demasiado pronto. Crecerá más antes de madurar. Seguro que Angus miró por la ventana, se apresuró a ayudar y entonces sufrió el ataque. ¿Quién puede haber hecho algo así?

Kirsty fue a decir algo, pero pensó que era una tontería.

– No puedo soportarlo -se quejó Susie-. ¿Cómo se lo vamos a decir a Angus?

– Cállate, Suze -exigió Kirsty, que estaba examinado el tallo-. Suze, si cortas una flor y la pones en agua, la chupa. ¿Se podría hacer lo mismo con este tallo?

– La calabaza chuparía agua -respondió Susie-. Pero no la suficiente, y el tallo se desintegraría.

– Pero si pudiéramos suministrar agua directamente al tallo… -sugirió Kirsty-. Quizá mediante una vía intravenosa. Sólo hasta que el tallo se recupere.