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– Oh -dijo Susie, dándose cuenta de ello-. Ooooooh.

– No estoy segura de si funcionará -advirtió Kirsty.

– Será mejor que quedarnos aquí sentadas, observando cómo muere.

– ¿Que has hecho qué? -Preguntó Jake al otro lado del teléfono, incrédulo. Había telefoneado para informar a Kirsty de que el avión salía a las dos.

Susie había respondido a la llamada y le había informado de los procedimientos médicos que habían realizado, pero, demasiado excitada, le había pasado el teléfono a Kirsty.

– Le hemos puesto una vía intravenosa a Spike. Te lo creas o no, quizá funcione.

– Me estás tomando el pelo.

– No eres el único médico que puede ejercer medicina general cuando el caso lo requiere.

– No -dijo Jake, haciendo una pausa-. Kirsty, ¿sabes quién ha arrancado la calabaza?

– No puedo imaginar quién haya sido -respondió-. Quizá… ¿Boris cavando?

– ¿Parece como si Boris hubiera estado cavando en ese lugar?

– No -de repente, Kirsty supo qué estaba pensando Jake.

Había sido alguien que quería causarle un enorme dolor a Angus.

– ¿Quién está ahí en este momento?

– Yo y Susie.

– Meteros en casa y cerrar las puertas con llave. Yo voy para allá.

Cuando Kirsty salió a buscar a su hermana al huerto, a donde había salido tras contestar a la llamada telefónica de Jake, vio que éste no había actuado como un paranoico.

Kenneth estaba allí junto con Susie… apuntándole con una pistola a la cabeza.

– Kenneth -dijo Kirsty bruscamente, tratando de distraerle.

– Tú eres ella -dijo él ininteligiblemente.

Aquello le dejó claro a Kirsty que aquel hombre estaba enfermo y que tener a dos gemelas delante le estaba confundiendo.

– ¿Tú quién eres? -Exigió saber Kenneth.

– Yo soy Susie -dijo Kirsty, desesperada-. Soy la esposa de Rory.

– No. Ella es Susie. Ella está embarazada. El viejo muere y el niño hereda todo. El título, las tierras en Escocia, incluso la mayoría de este lugar -volvió a centrarse en Susie-. Vine esta mañana a haceros sufrir. Vi la calabaza y supe cuánto la quería el viejo. Tenía razón, ¿verdad? Casi se ha muerto de la impresión. Ha sufrido un ataque al corazón y, en cualquier momento, morirá. Todo su testamento será mío. Sólo tengo que librarme de ti.

– Angus no se está muriendo -se apresuró a decir Kirsty.

– Cuando maté a Rory pensé que sería fácil.

Kirsty vio cómo Susie palideció aún más de lo que ya estaba, y pensó que se iba a desmayar. Automáticamente dio un paso adelante, pero Kenneth le apuntó con la pistola.

– Eso es -gruñó él-. Pensasteis que fue un accidente, ¿verdad? Todos lo hicisteis. Fue muy fácil. Sabía que estaba casado, y me tuve que mover rápido. Pero ese lugar donde vivíais… todo lo que tuve que hacer fue amañar la dirección asistida del coche. Esperaba que ambos murierais, pero cuando sólo lo hizo Rory, no me importó. Debería haber sabido que estabas embarazada.

– Esta vez no te saldrás con la tuya -dijo Kirsty, tratando por todos los medios de mantener la voz calmada-. Si le disparas a Susie, todo el país te perseguirá. Kenneth, déjanos. Márchate mientras puedes.

– No te voy a disparar -dijo él-. ¿Crees que soy tonto?

– Lo que creo es que nos estás apuntando con una pistola.

– Y os dispararé si tengo que hacerlo -le dijo Kenneth-. Prefiero que nos muramos todos antes de que el hijo de Rory herede toda la riqueza del viejo, ya que de esa manera Rory seguiría ganando. Pero voy a hacer las cosas de una manera mejor.

– ¿No nos vas a disparar? -Preguntó Kirsty, tratando de distraerle.

– Lo tengo planeado -dijo Kenneth, casi triunfal-. Vine esta mañana y os vi a todos. Pensé que la única manera de seguir adelante con mi plan era tomarla a ella… -dijo, agitando la pistola de nuevo sobre Susie- sola. Hacer que pareciera un accidente. Así que preparé el bote y volví.

– El bote.

– En el fondo del acantilado -dijo él-. Moveos.

– Susie no puede bajar por el acantilado. Apenas puede andar.

– Ahí es donde te incluyo en mis planes. O la bajas por el acantilado o lo hago yo, empujándola. Moveos. Las dos. ¡Ahora!

Lo que siguió a aquello fue una pesadilla. El castillo estaba en lo alto de una colina y justo al otro lado estaba el acantilado. Kirsty podía bajar por el fácilmente, pero para Susie, que apenas había comenzado a aprender a mantenerse en pie con ayuda de las muletas, era casi imposible.

Pero tenían una pistola apuntándoles a la cabeza y no tenían otra opción.

– ¡Daros prisa! -Gritó Kenneth.

Boris les había seguido, preparado para la aventura. Kirsty se preguntó qué tendría planeado hacer con ellas. No le cabía duda de que no dudaría en matarlas.

Cuando Jake regresara al castillo se daría cuenta de que algo marchaba mal y quizá sospecharía que Kenneth las había secuestrado. Pero nunca miraría en la playa. No pensaría que Susie fuese a llegar tan lejos…

– No puedo continuar -gimoteó Susie.

– Sí que puedes -dijo Kirsty, dándole apoyo a su hermana, sujetándola con fuerza.

– Cállate -espetó Kenneth.

– Kenneth, al hacer esto estás arruinándote la vida -murmuró Kirsty, tratando de que él entrara en razón-. Nunca podrás ocultar que fuiste tú el que nos mataste. Déjanos marchar y nos olvidaremos de que ha ocurrido esto.

– Yo maté a Rory -dijo, dándole a Susie un fuerte empujón con la pistola-. ¿Crees que voy a matar a mi hermano para luego dejar que un niño estúpido me quite lo que me pertenece?

– Le pertenece a Angus -dijo Kirsty, percatándose de que Susie había perdido una de las muletas y ella estaba ejerciendo de apoyo lateral para su hermana.

Cuando finalmente llegaron a la playa y bordearon el último acantilado, Kirsty comprobó que Kenneth lo tenía todo preparado. Había dos barcas en la cala; una lancha a motor y un bote de madera unidos por una cuerda.

– Subid al bote -ordenó Kenneth-. Ahora.

– ¿Qué vas a hacer? -Preguntó Kirsty, desesperada.

– Cállate y sube.

Se acercaron al bote y Susie se agarró a su hermana, que pudo sentir cómo temblaba.

De repente, una parte de Kirsty dejó de estar aterrorizada. De repente simplemente se sintió muy enfadada. Fríamente enfadada. Se preguntó si pretendía dispararles en alta mar.

– Sabes, el mar lleva los cadáveres hacia la orilla -dijo, tratando de no mostrar emoción-. Si apareciéramos en la orilla con agujeros de bala, te perseguirían por asesinato.

– No tendrás agujeros de bala a no ser que los pidas -gruñó él-. Subid al bote.

Susie se agarró al bote, pero se resbaló y cayó de rodillas. Kirsty se arrodilló a su lado.

– Tenemos que montarnos -le dijo-. Vamos. Ambas podemos nadar. Lo intentaremos.

– Nos matará.

– ¡Montad! -Gritó Kenneth.

– Lo estamos intentando.

En ese momento volvió a aparecer Boris, que había estado persiguiendo a una gaviota.

– ¡Haced que se marche el perro! -Chilló Kenneth, apuntando con la pistola al animal.

– Si matas al perro, será una evidencia de que nos has hecho daño -gritó Kirsty.

– Entonces apartadlo. No quiero que se suba al bote.

– Ve a buscar a Jake, Boris -ordenó Kirsty… sin esperanza-. Vete a casa, Boris -dijo, poniéndole al perro una hilera de algas marinas que había en la arena en el collar y en el cuello, deseando que se mantuvieran allí para que Jake lo viera y darle así una pista de dónde estaban.

Dos minutos después estaban montadas en el bote. Kenneth estaba en la lancha a motor. Se dirigían a alta mar…

* * *

– ¿Dónde están?

Jake llegó al castillo justo cuando lo hicieron Margie y las gemelas.