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– ¿Dónde están Kirsty y Susie?

– Estarán en el huerto -dijo Margie tranquilamente-. Penelope, lleva la bolsa de los helados. Alice, encárgate de la de la carne.

– Papi está asustado -dijo Alice perspicazmente.

Pero Jake no estaba escuchando. Se dirigía hacia la puerta del jardín a toda prisa.

No estaban allí. Estarían dentro. Tenían que estar dentro.

Pero tampoco estaban en el castillo…

– No hay nadie en casa, papi -le dijo Penelope a su padre cuando éste entró en la cocina-. Fuimos a ver si Susie quería helado. ¿No están en el jardín?

– ¿Estás preocupado por Kenneth? -Preguntó Margie en voz baja para no perturbar a las niñas.

– ¿Está otra vez aquí aquel hombre repugnante? -Preguntó Alice.

– Creo que no -contestó Jake, sacando su teléfono móvil para telefonear a la policía.

– Aquí está Boris -dijo Alice al ver entrar al perro por la puerta de atrás-. ¡Puaj! Está mojado.

– Y tiene algo pegado en el collar -dijo Penelope-. Algas marinas.

Kenneth aumentó la velocidad y, en un momento dado, cortó el cable de remolque, haciendo que el bote diera un bandazo y provocando que Kirsty y Susie salieran despedidas contra el agua…

Kenneth estaba loco, pero no era estúpido.

Siguió apuntando a Susie con la pistola. Ella era la que no se podía mover rápidamente, y debía saber instintivamente que Kirsty nunca la dejaría.

Mientras se adentraban mar adentro, las pocas esperanzas que había mantenido Kirsty se desvanecieron. Pensó que, aunque saltaran del bote, todo lo que tenía que hacer era dispararles hasta matarlas. O quizá sabía dónde había tiburones, lo que le hizo sentirse enferma.

– ¿Qué va a hacer? -Preguntó Susie.

– No lo sé -respondió su hermana.

Pero entonces miró al horizonte y lo supo. Divisó unas peligrosas rocas, un pequeño arrecife. Kenneth se estaba dirigiendo directamente hacia ellas. Cada vez más rápido. El reflejo de la luz del sol le permitió ver una navaja que llevaba él. Navaja que utilizaría para cortar el cable de remolque.

Iba a provocar que el bote donde ellas iban chocara directamente contra las rocas.

– ¡Nos va a empotrar contra las rocas! -Gritó, abrazando a su hermana con fuerza.

Si saltaban del bote, él podría regresar a alcanzarlas. Su única esperanza era esperar.

Capítulo 10

El impacto dejó aturdida a Kirsty. Tenía un profundo y agudo dolor en el pecho. Pero Susie la tenía tomada de la mano, y cuando salió a la superficie, sintió cómo su hermana la agarraba con más fuerza.

Frente a ella tenían los pedazos de maderas en los que había quedado convertido el bote.

Pero no estaban seguras.

Las olas chocaban contra las rocas, aunque afortunadamente no eran muy altas. Susie, que parecía que estaba pensando con más claridad que Kirsty, acercó a su hermana hacia el oleaje, ya que allí estaba su única salvación. Kenneth no debía verlas. Ambas lo sabían.

Su esperanza residía en que él hubiera estado demasiado pendiente en alejar su lancha de las rocas como para haber visto lo que habían hecho.

Estaban aterrorizadas y apenas sacaban la cabeza por encima del agua. Pero de pequeñas habían jugado al waterpolo. Si pudieran pasar las olas y llegar al arrecife…

No les quedaba otra opción. Y, aunque ambas estaban heridas y débiles, lo intentaron.

Kirsty, a pesar del intenso dolor que tenía en el pecho, lo logró. Buceó entre las olas, saliendo a tomar aire sólo un momento y, tras una dura lucha contra el mar, logró llegar al arrecife.

Y entonces esperó. Sólo lo tuvo que hacer por unos segundos, segundos que le parecieron los más largos de su vida. Suplicó que Susie pudiera conseguirlo…

Entonces, de repente, su gemela salió del agua, ante lo cual Kirsty casi rió de alegría.

Aquélla era la Susie que había estado a su lado desde pequeñas, una niña fuerte, temeraria, valiente… una mujer cuya alegría había sido sólo apagada por la muerte de Rory.

– Deja que venga a por nosotras ahora -dijo Susie, agarrando a Kirsty de las manos.

Apenas asomaban sus cabezas por la superficie del agua, y había olas que rompían entre ellas y el horizonte. Incluso si Kenneth volvía a comprobar parte de las rocas, no podría verlas.

La única manera en la que podría hacerlo, sería acercando su lancha demasiado a las olas y poniéndose en peligro él mismo.

Se preguntaron cuánto tiempo debían esperar allí.

– ¿Qué te duele? -Preguntó Susie.

– Creo que me he roto una costilla -contestó Kirsty-. No es gran cosa. ¿Y tú cómo estás?

– Puedo luchar contra el agua durante horas.

Kirsty pensó que aquello no era verdad. Susie no estaba tan fuerte como ella pensaba…

Quizá pudieran subirse a una de las rocas, un poco más adelante lo comprobaría.

La playa estaba desierta, pero había huellas de pisadas en el suelo, señal de que había habido gente por allí. Había una gran hendidura en la arena; marca de una barca que había salido hacia el mar.

Jake pensó que las tenía en una barca y, con el corazón encogido, se preguntó dónde estarían.

– Vamos a llamar al helicóptero -dijo Fred Mackie, el único policía de Dolphin Bay-. Si no se está utilizando en este momento, puede llegar aquí en menos de media hora.

– Media hora.

– Mientras tanto haré que salgan a buscarlas todas las barcas del puerto.

– Si las mata en el mar…

– Está loco, pero no tanto -dijo Fred, un poco nervioso, ya que conocía a Kenneth desde que éste era niño-. Voy a telefonear al equipo de psicólogos.

El teléfono de Jake sonó, y éste respondió. Era Angus.

– Dicen que él tiene a las chicas -parecía que a Angus le faltaba el aliento; estaba desesperado.

– Ahora, no…

– No me protejas -espetó Angus-. Es lo que han estado haciendo las enfermeras. Yo sabía que algo marchaba mal. Telefoneé a Ben Boyce y ha venido a estar conmigo.

– No te preocupes…

– Desde luego que me preocupo -gruñó el conde-. Debía haber sacado fuerzas para decir algo esta mañana. Vi a Spike, y sabía que tenía que ver con Kenneth. El tema es que… sé dónde puede haberlas llevado.

– ¿Dónde?

– Le dan mucho miedo las pistolas -dijo Angus-. Le fascinan, pero le aterrorizan. Su padre solía fastidiarle con ellas. Lo que estoy tratando de decirte es que quizá les haya amenazado con una pistola, pero dudo que sea capaz de usarla. Pero si quería causar daño…

– Dime.

– Hay unas rocas muy peligrosas, al noreste. Búscalas en un mapa acuático…

– Las encontraré -se apresuró a decir Jake-. ¿Por qué crees que están ahí?

– Una vez Kenneth mató a un perro de esa manera -susurró Angus-. El perro de Rory. Por eso fue que Rory se marchó. Estaba haciéndome una visita, él y su labrador negro, que le acompañaba a todas partes. Kenneth también vino, y no le gustó que Rory estuviera aquí. Se llevó al labrador al mar y lo destrozó haciendo que chocara contra las rocas.

– Oh, Dios.

– Date prisa, Jake -susurró Angus-. Date prisa.

Tenían que salir del agua. Llevaban quince minutos agachadas detrás de las rocas, sintiendo cada vez más frío y temor. A Kirsty le dolía mucho el pecho, pero ésa no era su mayor preocupación. Susie estaba cada vez más callada, y llegó un momento en el cual ya no habló más; ni siquiera respondía a su hermana.

Entonces Kirsty pensó que era un riesgo salir de aquel refugio, pero todavía peor era quedarse.

– Susie, voy a escalar. Cuando llegue arriba, te subiré a ti.

Susie no contestó.

– ¿Qué ocurre? -Preguntó Kirsty, dándole la vuelta a su hermana para que la mirara.

– Nada.

Entonces, sufriendo un dolor tremendo en el pecho, Kirsty subió a lo alto de una de las rocas, temerosa de ser vista entonces por Kenneth. Pero afortunadamente el horizonte estaba desierto.