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Una vez arriba, tras varios intentos, logró subir a su hermana.

– Estamos bien -susurró, apretando la mano de Susie.

Susie le devolvió el apretón con tanta fuerza que Kirsty no pudo evitar gritar.

– Ahora sólo tenemos un problema -susurró por fin Susie.

– ¿Qué? -Preguntó Kirsty, que creía haberse dañado un pulmón, ya que apenas podía respirar.

– Creo que acabo de tener mi cuarta contracción.

– Seguro que es Kenneth -dijo Jake-. ¡Fred! -Gritó al policía.

– ¿Quieres que lo persiga? -Preguntó Rod.

– Me comunicaré con la central -dijo Fred en tono grave-. Ahora mismo está solo en el bote. Mandaré a que alguien lo alcance. Mientras tanto…

– Vamos hacia las rocas -exigió Jake-. ¡Vamos!

– Si estaba remolcando un bote con esa lancha tan potente… -dijo Fred pensativamente.

– Dije que no tendría una cita con ella -susurró Jake.

– Eso sería una novedad -dijo Fred, bromeando un poco-. Que tú quisieses tener una cita con alguien.

– No quiero tener una cita con ella -dijo Jake, desesperado-. Quiero casarme con ella.

– ¿Qué velocidad puede alcanzar esto?

La barca pesquera de Rod Hendry era la única barca de la bahía que estaba preparada para zarpar. El sargento Mackie estaba dando órdenes a través de su radio mientras Jake incitaba a Rod a ir más rápido.

– Si vamos más rápido, compañero, el motor saldrá por delante sin la barca -dijo Rod-. Voy tan rápido como puedo -entonces frunció el ceño, mirando al horizonte-. ¿Quién demonios es ése?

Jake tomó los prismáticos de Rod y divisó una lancha a motor. Muy potente.

– Ésa debe de ser la lancha a motor de Scott Curry -dijo Rod-. Vi cómo salía hace un rato -entonces frunció de nuevo el ceño-. No puede ser. Scott está en Queensland.

– Has dilatado cinco centímetros. Susie, vas muy rápido. Frena un poco.

– ¿Cómo voy a frenar? -Susurró Susie, desesperada-. ¿Cruzando las piernas? No lo creo. ¡Guau!

– Respira entre contracción y contracción -dijo Kirsty-. Hagas lo que hagas, no empujes.

– Tengo miedo -gimoteó Susie.

– Bueno, bueno, señora Douglas, ¿de qué tiene miedo? -Dijo Kirsty, tratando de tranquilizar a su hermana-. Las mujeres siempre han dado a luz. Esto simplemente es un parto en el agua.

– Pues quiero que me calienten el agua, por favor, doctora -dijo Susie, tratando en vano de sonreír.

– No digas tonterías. Escribirás un libro sobre esto. Parto natural. El mar, el sol, los delfines…

– Kirsty, no puedo tener a mi hijo en esta roca.

– Me parece que no tienes otra opción -dijo Kirsty, observando cómo otra contracción se apoderaba de su hermana.

* * *

– Las rocas a las que se refería Angus son aquéllas que se ven allí -dijo Rod.

– ¿No podemos ir más rápido? Creo que… -dijo Jake, mirando por los prismáticos.

Pero Rod se los quitó y miró por ellos. Lo que vio le hizo acelerar su barca al límite.

– Oye -dijo el sargento de policía-. Nos vas a matar.

– Están en la roca -espetó Rod-. Una está de cuclillas, pero la otra… demonios, quizá esté muerta.

– Se está acercando un bote -le susurró Kirsty a Susie.

Pero Susie ya no oía nada debido al dolor tan intenso que estaba sintiendo.

– ¡No! -Gritó Susie-. Kirsty, no…

– Respira -ordenó-. Está bien, Susie. Si tienes que hacerlo, hazlo. Empuja.

– ¡Kirsty!

Jake podía ver que Kirsty estaba en cuclillas sobre Susie, pero no podía ver… no podía ver…

– ¡Kirsty!

– No me atrevo a acercarme más -murmuró Rod. Pero antes de que hubiera terminado de decirlo, Jake se había lanzado al agua…

– ¿Qué ocurre? -Preguntó Jake al llegar junto a las chicas, apartando a Kirsty para poder ver.

– El cordón, lo tiene alrededor del cuello. No puedo…

– Susie, deja de empujar -ordenó Jake-. Respira. No empujes. No tienes que empujar. Susie, ¡para!

Kirsty sabía lo que estaba haciendo Jake; era lo que ella había estado tratando de hacer, pero no había podido debido a que tenía las manos entumecidas…

Estaba empujando al bebé hacia adentro, sólo un poco para así poder maniobrar…

– Ahí -suspiró Jake, triunfal.

– No puedo… no puedo…

– Está bien -tranquilizó Jake-. Empuja, Susie, amor. Adelante.

Diez segundos más tarde, Rosie Kirsteen Douglas llegó al mundo. En alta mar, en un trozo de roca no muy grande y con unos pulmones sanísimos.

Cuando Jake colocó a la pequeñina con su madre, Kirsty observó cómo Susie no dejaba de sonreír. Lo único que parecía importarle era su hijita.

Capítulo 11

Cuando Kirsty se despertó, tuvo que agitar la cabeza para asegurarse de que no estaba soñando. Pero no fue una buena idea. No debía agitar nada.

Se quedó muy quieta, y cuando Babs se acercó a su cama de hospital, se dirigió a ella.

– Pensaba que estabas dormida.

– ¿Qué ocurre? -Preguntó Kirsty, ansiosa por saber qué había pasado.

– Tienes todo el cuerpo magullado. Si quieres un diagnóstico más profesional, tendré que ir a por tu médico. Lo que no será difícil, teniendo en cuenta que ha estado andando por el pasillo, esperando a que te despertaras, durante las dos últimas horas. Deja que te tome la tensión y la temperatura e iré a buscarlo -entonces miró a Kirsty a la cara y sonrió-. Está bien. Iré ahora a por él. Algo me dice que tu tensión se alterará tras verlo.

Antes de que Kirsty pudiera decir nada, Babs salió de la habitación. Un minuto después, Jake entró. Su cara reflejaba tanta ansiedad que Kirsty casi rió al verlo.

– Jake.

– Kirsty… -dijo él, acercándose a ella y tomándole la mano.

– Oye, ¿me estoy muriendo? -Logró preguntar débilmente-. Ni siquiera yo actúo así con mis pacientes dos minutos antes de que mueran.

– Podías haber muerto -gruñó él, con la emoción reflejada en la voz. Tomó una silla y se sentó a su lado, sin soltarle la mano-. Kirsty, ¿te casarías conmigo?

– Hum, no -susurró ella-. Bueno, todavía no. Hay cosas que tengo que resolver primero.

– No tengo al oficiante matrimonial esperando en el pasillo -dijo él, esbozando una compungida sonrisa y dándole un beso-. ¿Qué es lo que tenemos que resolver?

– ¿He estado dormida?

– Te inyectamos diez miligramos de morfina antes de bajarte de la roca.

– ¿Me has inyectado morfina?

– Estaba tan preocupado por el bebé, que no me percaté de que tú tenías problemas -dijo Jake-. Entonces te desvaneciste…

– No me desvanecí.

– Ésa es mi chica -dijo él-. Está bien. Cuando llegó el helicóptero y te pusimos el arnés, perdiste el conocimiento.

– Estoy segura de que no lo hice.

– No tienes que avergonzarte por haberte desmayado porque un estúpido médico haya tratado de levantar con un arnés a una paciente con dos costillas rotas. Tienes el pecho destrozado…

– Susie -interrumpió ella, ya que oír todo aquello la estaba alterando aún más de lo que ya estaba.

– Susie está muy bien. Ha estado en todo momento consciente, y cuando te desmayaste, se volvió loca. Nos gritaba que teníamos que llevar más médicos y que yo estaba demasiado involucrado contigo como para tratarte. No paraba de dar órdenes y de sujetar con fuerza a su bebé.

Kirsty sonrió. Aquélla era la Susie que ella conocía. Mandona. Feliz. Dueña de su mundo.

– ¿El bebé está bien de verdad?

– Rose es preciosa. Ella y su madre están durmiendo en la habitación de al lado, donde también está Angus, que se ha negado a ir a Sidney hasta que no compruebe que estás bien. Ambos están durmiendo con la incubadora de Rosie entre sus camas. No te sé decir quién está más orgulloso.