– ¿Sabes? -murmuró-. Me gusta mucho tu familia, pero creo que preferiría no pasar la luna de miel con ellos.
– Podemos irnos a casa.
– Podemos -asintió él-. O también podemos dejar a Shuli y a Bob con tus padres e irnos unos cuantos días a París -Mark entreabrió su chaqueta para que solo ella pudiera ver los billetes que sobresalían del bolsillo interior-. ¿Qué piensa usted, señora Hilliard?
– Creo que soy la mujer más afortunada del mundo.
Él le enjugó una lágrima de la mejilla.
– No. Eres la mujer más valiente, más honesta y más fuerte del mundo. La suerte es toda mía.
– ¿Papá?
– ¿Sí, ángel mío?
– ¿Ahora sí que podré tener un hermanito?
Mark miró a Jane alzando una ceja y ella se ruborizó hasta la raíz de los cabellos.
– Haremos lo posible, cariño, te lo prometo. Todo lo posible.
Liz Fielding