Выбрать главу

A todo el mundo le han encargado velar por varias vidas y ¡ay del que no encuentra aquellas por las que tiene que velar! ¡Ay del que no sabe velar las que ha encontrado!

Oh noche, y dos luces, cuatro luces, ocho, hasta que cada una ha llevado a la otra a pensar.

Estas sintiendo siempre la muerte sin compartir ninguna de las religiones del consuelo; ¡qué proeza, qué terrible proeza!

Incluso en el caso de que hoy en día fuera ya fisiológicamente posible no morir, pudiera ser que nadie tuviera la fuerza moral para evitar su propia muerte; y esto sólo por el hecho de que hay demasiados muertos.

Libertad es todo nuevo rostro, mientras todavía no le han permitido hablarte. Libertad es cualquiera que está ante ti y que no te conoce. Libertad es el marco lleno de gente que todavía no se cierra y en el que no te asfixias. Eres libre mientras no entras en la cuenta de los otros. Eres libre allí donde no te aman. El vehículo fundamental de la falta de libertad es tu nombre. El que no lo sabe no tiene poder sobre ti. Pero muchos van a saberlo, cada vez más: mantenerte libre frente a la unión de todos estos poderes es la meta, apenas alcanzable, de tu vida.

¿Ser mejor? Aun en el caso de que uno lo consiga, en situación distinta volvería a ser como antes; de ahí que no sea verdad que ahora uno sea mejor, sólo es más astuto.

Dios sería, si hubiera Dios, el ser sin miedo: que actúa sin miedo; descansa sin miedo; crea y manda sin miedo; castiga y premia sin miedo; promete sin miedo; olvida sin miedo. Este sería Dios, éste sería un Dios inmenso, fuerte. Los otros, los pretendidos, se retuercen y sucumben al miedo. ¿Qué ventaja nos llevan?

La nostalgia que Dios tiene del mundo tal como fue antes de crearlo.

La muerte tiene una manera propia de entrar subrepticiamente en sus enemigos, de minar su voluntad de lucha, de desmoralizarlos: se presenta una y otra vez como la solución radical; recuerda que fuera de ella todavía no existe ninguna solución verdadera. El que vive con la mirada del odio fija en ella se acostumbra a ella como al único punto cero que existe. ¡Pero cómo crece este cero! ¡Cómo, de repente, confiamos en él porque ya no podemos confiar en ninguna otra cosa! Cómo nos decimos: esto es lo que nos queda cuando ya no queda nada. Ella derriba todo lo que está cerca de nosotros, y cuando ya no podemos más de dolor, dice ella sonriendo: no eres tan impotente como piensas; puedes derribarte a ti mismo también y a tu dolor contigo. La muerte nos prepara los dolores de los cuales ella luego nos puede librar. ¿Qué verdugo ha habido nunca que haya comprendido mejor su oficio?

Cuando leo algo sobre temas sagrados, me invade su recuerdo simplemente porque fueron sagrados; y mientras este recuerdo alienta en mí, estoy tranquilo. Oh, la paz que estas ideas deben haber tenido cuando no había quien las pusiera en duda; manzanas enteras, doradas, redondas y de penetrante aroma. Ando en pos de todas las cosas sagradas que hay y se me parte el corazón, porque se han ido para no volver. No encuentro nada más para después; he llamado a la muerte; la he mandado venir desnuda; ay del que ha mandado venir desnuda a la muerte. Las cosas sagradas eran sus vestiduras; mientras estuvo vestida, hasta los hombres, estos eternos asesinos, pudieron vivir tranquilos, y nada les hubiera ocurrido si no le hubieran arrancado estas vestiduras; estos saqueadores, estos bandidos no se habían hartado aún de asesinar. Yo mismo fui uno de los peores. Quise ser osado; por eso dije: «muerte, muerte y nada más» ¿Qué es la osadía? y ¡cuánto más grande no fue la precaución! Pero ahora hemos adquirido poder, por esto la hemos traído a rastras, hemos sacado a la muerte de todos los escondrijos, no hay ninguno que no conozcamos. Despreciamos el infierno; pero ¿no estaba, por lo menos, después de la muerte? ¿Qué dolor no sería mejor que nada? Osadía, oh estúpida osadía, de este modo hemos caído en las cuchillas de tu vanidad; nada, no hay nada, que no haya sido hecho trizas; y ya no hay moribundo que sepa a dónde se va.

Un Dios que mantiene en secreto su creación. «Resulta que no estaba bien».

Los pensamientos que más me desagradan son aquellos que se revelan como verdaderos, demasiado pronto. ¿Qué es lo que uno habrá dicho si al cabo de dos años se ha visto ya que tenía razón?

Las palabras que uno no encuentra cuando está ante un grupo de personas, llegan más tarde cuando uno se ha ausentado. Provienen del estado de desconcierto al que le ha llevado a uno la presencia del otro. Si no fuera por este estado no surgirían en absoluto, pero es propio de estas palabras el hecho de que no puedan aparecer de un modo inmediato. Creo que son estas palabras vehementes pero retrasadas las que constituyen la esencia del poeta.

Los gritos habran pasado; pero estoy oyendo todavía el silencio de los ahorcados.

Representar a un hombre en el que todo pasa enseguida, todas las impresiones, todas las vivencias, todas las situaciones. Un hombre en el que nada permanece. En él, el hoy, el ayer y el mañana no están unidos por nada. Le ha ocurrido todo, no le ha ocurrido nada. Su frescor. Su mortalidad llevada al extremo, hasta el punto que ni siquiera significa nada. Conoce a todo el mundo y no puede acordarse de nadie. Vive en un mundo sin hombres. No tiene miedo, pero nadie le teme a él tampoco. Su edad y sexo no están claros para nadie. No tiene ni intenciones ni planes; uno tiene la impresión de que jamás va a cogerle. No puede llegar a ser molesto. Carece de toda religión. Los momentos de los que está hecho son imprevisibles. El que le busque le encontrará siempre en un sitio distinto.

Odio a la gente que construye sistemas rápidamente, y voy a procurar que el mío no se termine nunca del todo.

¡Dónde han estado las palabras! ¡En qué bocas! ¡En qué lenguas! ¿Quién va a reconocerlas aún, quién podrá reconocerlas después de estos paseos por los infiernos, después de estos terribles abismos? Dos clases de existencia tienen las palabras: cada una de ellas se ha quedado presa alguna vez en nosotros, completamente; pero en cada una de ellas, completamente estrujados estamos nosotros. Las muchas palabras y cada una de ellas doble, torturada y torturante, víctima y victimario, compacta y vacía.

¡Que todavía nadie haya oído las palabras verdaderas, las palabras por causa de las cuales se oye; que todos escuchen, escuchen y estén esperando estas auténticas palabras! Hasta que uno las haya oído, sus oídos se convertirán en alas, y los de los demás que le sigan.

Lo más sorprendente de la desconfianza es la desconfianza frente a lo que ha ocurrido, frente al hecho. Uno puede estar recelando de las malas cualidades morales de alguien que tiene cerca, de su traición, de su doble cara, de su perfidia, sin tener una prueba contra él. Puede, de repente, oír de su propia boca lo que se temía, como una confesión en sueños, por ejemplo, de forma que no haya ni sombra de duda. Puede que salga el nombre cariñoso del amado con el que la amada le engaña. Pero así que es seguro que le engaña, a uno ya no le parece verdad. Mientras faltaban pruebas, tenía que creerlo. Así que llegó la prueba ya no pudo creerlo. Es como si la fe no existiera más que para hacer verdadero algo; como si lo que ya se nos ha hecho verdadero, ya no nos interesara; como si dejáramos escapar el aire que tenemos en el puño en el momento en que este aire se nos ha convertido en piedra.