Uno que halaga hasta que, para deshacerse de él, le corresponden amablemente. Sobre estas respuestas él se construye su propia reputación.
Desde casa la fama es siempre engaño. Luego, de vez en cuando ve se que detrás había algo. ¡Qué sorpresa!
En toda vida se pueden encontrar los muertos de los que uno se ha alimentado. En hombres tiernos, buenos, bastos, malos…, en todas partes hay muertos de los que se ha abusado. ¿Cómo puede soportar la vida uno que sepa esto de sí mismo? Dándoles a sus muertos la propia vida, no perdiéndola jamás y eternizándoles a ellos
Yo no soy un escritor: no puedo callar. Pero en mí callan muchos hombres que no conozco. Sus exabruptos me convierten de en vez cuando en escritor.
Todos los creyentes con los que me encuentro, basta con que lo sean de verdad, despiertan mi simpatía. La expresión ingenua y sencilla de su fe me conmueve, y cuando parece tan absurda que resulta risible, entonces es cuando más me conmueve.
Pero no pueden ser creyentes de una fe dueña del mundo de hoy. Así que detrás noto el poder de una iglesia triunfante, así que advierto que el creyente intenta cubrirse con este poder, emplearlo para amenazar y amedrentar, me entra asco y horror.
¿Es la fe lo que me conmueve o es sólo la fe derrotada?
En la tristeza se prepara siempre algo, pero no le sirve a uno de nada decírselo.
Mi tristeza no tiene nada de liberador. Porque sé muy bien, demasiado bien, que contra la muerte no he hecho absolutamente nada.
¿Ataraxia? ¿Aprender la indiferencia? ¿Allí donde uno es más vulnerable? ¡Ojalá sea esto exactamente lo que nunca se pueda aprender!
Sólo soporto los sueños como un todo virginal, como un misterio. Son algo tan extraño que uno los va comprendiendo muy lentamente. Los sueños de los otros sólo puedo entenderlos de un modo aislado. Uno los toma con cautela y repugnancia. Ay del loco que los interpreta inmediatamente; los pierde y nunca más los vuelve a tener; se marchitan antes de haber brotado.
Pero tampoco hay que ir amontonando sueños que jamás han tenido que ver los unos con los otros. Su sangre les viene de su irradiación en la realidad. Su transformación en algo verdadero y real lo es todo en el sueño, pero ésta tiene lugar de un modo distinto a como se la imaginan normalmente los intérpretes. El sueño tiene que dar vida a la realidad penetrando en ella, de todas las maneras posibles, desde ésta y desde aquella dirección, y sobre todo desde las más insospechadas. Como una bandada de pájaros, el sueño se posa aquí y allá; levanta el vuelo y da media vuelta; desaparece y apenas ha desaparecido, vuelve a oscurecer la luz del sol. Lo impalpable del sueño es lo más palpable de él; sin embargo, tiene forma, pero tiene que ganársela él mismo porque se escurre en las formas de la realidad y no se le puede dar forma desde fuera.
Son imprevisibles los daños que pueden causar los sueños interpretados. Esta destrucción permanece oculta, pero ¡cuán sensible es un sueños No se ve sangre alguna en el hacha del matarife cuando arremete contra la tela de araña, pero ¡lo que ha destruido!… y jamás vuelve a tejerse lo mismo. Muy pocos sospechan el carácter único e irrepetible de todo sueño, de qué otra manera si no podrían desnudarle y convertirlo en lugar común…
Tal vez el único que ha tratado el sueño con el respeto que merece es Klee, como lo más inviolable que tiene lugar en el ser humano.
Es difícil volver a encontrar los pasos y los sonidos de hombres inocentes después de que uno ha estado ocupado en la implacable caza de poderosos. ¡Cómo los hemos odiado y cómo nos hemos acostumbrado a este odio! ¿Y hay que volver a ser ingenuo y sencillo, dulce, complaciente? Es como si se hubiera jubilado y, después de una vida entera cazando monstruos, se pusiera a cultivar flores. El cazador no olvidará nunca lo que fue y, por lo menos en sueños, se cazará a sí mismo.
Cada palabra debe recordar que una vez fue algo que se podía coger. La redondez de las palabras: están en la mano.
Una vida que no saque de sí misma comedias y papeles es inimaginable. Hasta un idiota tiene su coquetería; hasta a un santo que no va con la gente le buscan.
Una mujer que sonríe a todo el mundo, que lleva su sonrisa a la más grande de las confusiones, que en la más gran penuria no abandona su sonrisa, que sonríe en el lecho de muerte y muere sonriendo para agradar a todos los que la vean muerta. Sonríe en el ataúd y bajo tierra.
No basta con pensar, hay que respirar también. Son peligrosos los pensadores que no han respirado lo bastante.
El que realmente supiera qué es lo que une a los hombres unos con otros estaría en situación de salvarlos de la muerte. El enigma de la vida es un enigma social. Nadie sabe nada de él.
Mística: la visión total ha ocurrido ya una vez por todas. Es siempre la misma visión. En ella no ocurre nada. No se puede retirar a sí misma.
El que quiera realmente encontrar algo nuevo debe evitar cualquier método de investigación. Puede que luego, una vez ha encontrado algo, se sienta impulsado a determinar a posteriori su método. Pero esto es una cuestión táctica, sobre todo si se trata de hacer que sus hallazgos tengan aceptación en vida. El proceso originario se distingue por una libertad y una indeterminación absolutas; y uno no puede tener la más mínima idea de la dirección de su movimiento cuando éste se produce por primera vez.
La responsabilidad está en el hombre entero y no en esta empresa particular.
Sólo puedo trabar amistad con espíritus que conocen la muerte. Sin duda me hacen feliz cuando consiguen callar sobre ella, porque yo no puedo.
Un conocimiento que no conserve nada de la ocasión de la que ha surgido carece de valor. La ocasión del que piensa revive en la del que lee. Una vieja experiencia rejuvenece de repente después de siglos. La misma estrella vuelve a lucir e ilumina los mismos ojos.
La oscuridad se sumerge en las letras que él ha escrito, y éstas adquieren otro sentido. Parece como si hubieran estado aquí mucho más tiempo, más llenas, más fuertes, penetradas desde siempre por la misma noche. Se separan unas de otras y se vuelven a juntar, seguras y amorosas, según una ley clara pero inagotable. Su miedo se ha esfumado y ya no tienen que avergonzarse de nada. Puede que algún día se sientan de esta misma manera, pero este día está lejos.
Un local en el que todos han enmudecido. Los clientes están sentados sin decir nada, solos o en grupos y toman sus bebidas. La camarera en silencio, le pone a uno una lista delante; éste señala un punto determinado, ella inclina la cabeza, le trae lo que desea y, sin decir nada, se lo pone encima de la mesa. Todos se miran unos a otros sin decir palabra. El aire de la habitación en la que no se habla se coagula. Todo es como de vidrio. Los hombres parecen más frágiles que los objetos. Se ve que las palabras les dan a los movimientos su fluidez; sin palabras todo está rígido e inmóvil. Las miradas se convierten en algo siniestro e incomprensible. Es posible que el único pensamiento sea el odio. Uno se levanta. ¿Qué va a hacer? Todo el mundo se asusta. Un niño, como si estuviera pintado, abre la boca de par en par, pero no se oye ningún grito. Los padres no dicen nada, le cogen la boca y se la cierran.
Se va la luz, se oye un tintineo. Vuelve otra vez, pero nadie se ha roto. Se paga en monedas que son cariñosas como animalitos. Un gato salta sobre la mesa y domina el local. No ha enmudecido porque siempre estuvo callado.