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¿Cuánto puede un amor lavar del otro? El engaño de la fidelidad.

Prohibiciones, sus inspiraciones.

Un hombre encuentra a otro al que no ha conocido jamás, después de haber estado buscándolo treinta años. Lo reconoce al instante. También el buscado reconoce al que lo buscaba. El furor de éste reconocimiento les obliga a matarse el uno al otro.

Siempre que ha ido demasiado lejos no ha ido tan lejos como debía.

Lo más difícil de todo, sin embargo, es perdonar a los otros lo que uno se ha censurado a sí mismo.

Un santo es alguien que ha conseguido dirigir contra sí mismo todos los tormentos morales.

El sabio, con todo, debería ser un hombre que ya no se torturara a sí mismo. Sabe que no existe nada perfecto, y le ha abandonado la pasión por lo perfecto.

El año en el que el lago se heló, el año en el que la muerte se vengó en él.

Cuando el vencido se retuerce en el suelo, ya no sabe nada y sólo quiere una cosa: el regreso de estos muertos; cuando está dispuesto a entregar a todos los vivos por esta sola cosa, entonces, y solo entonces, comprende que la muerte le ha aniquilado, y que para él sería mejor no haber nacido nunca.

Dilo a menudo; dítelo otra vez; es lo único que te aguanta. Esta repetición, esta rabiosa, incesante repetición es el tributo que la tristeza paga a la vida. En la repetición de la queja, la vida vuelve a entrar furtivamente. Los que se callan soportan demasiado… ¿o es que enmudecen antes de poder calibrar lo que están soportando?

No es un juego porque no deja nada fuera. Es un juego porque te escinde para decirse.

No te hace mejor porque tu buscas la culpa en ti, pero culpas a todo el mundo.

Negra nube, no me abandones ahora. Permanece encima de mí para que mi vejez no se vuelva insípida; permanece en mí, veneno de la aflicción; que no me olvide de los hombres que están muriendo.

Los que no están destrozados, ¿cómo lo hacen? Los impávidos, ¿de qué están hechos? Una vez todo ha terminado, ¿qué respiran? Una vez todo está en calma, ¿qué oyen? Cuando lo derribado ya no se vuelve a levantar ¿cómo andan? ¿Dónde encuentran una palabra? ¿Qué viento sopla sobre sus pestañas? ¿Quién les abre los oídos a los muertos? ¿Quién echa aliento al nombre que se ha quedado helado? Cuando se apaga el sol de los ojos, ¿dónde encuentran luz?

Uno conoce al hombre que se le ha muerto, a todos los que viven no los conoce.

Sus ojos negros que se alimentan de la muerte.

Ahora está todo oscuro, pero el recuerdo humea.

Los nudos de la existencia se encuentran allí donde uno recupera para sí a un muerto sacándolo a los ojos de los vivos. Pero uno quiere que éstos lo sepan, no se lo regala. Se es terriblemente avaro de los muertos.

Podría ser que el más desgraciado fuera el único capaz de ser feliz y esto se vería casi como algo justo…; pero luego están los muertos y parece que éstos no dicen nada sobre la cuestión.

1964

Sociedades

Una sociedad en la que los hombres pueden ser viejos o jóvenes, según quieran, y pueden estar cambiando siempre la juventud por la vejez y viceversa.

Una sociedad en la que todos los hombres duermen de pie en medio de la calle y sin que les moleste nada.

Una sociedad en la que los hombres lloran una sola vez en su continuamente, todos quieren ver lo mismo; lo ven.

Una sociedad en la que los hombres lloran una sola vez en su vida. Ahorran mucho con esto y cuando ya han llorado, no tienen ilusión por nada, se quedan extenuados, se han hecho viejos.

Una sociedad en la que le pintan a cada hombre un retrato y cada hombre le reza a su propio retrato.

Una sociedad en la que los hombres, de repente, desaparecen, pero no se sabe que están muertos, no hay muerte, no hay ninguna palabra para esta idea; los hombres están contentos.

Una sociedad en la que los hombres en vez de comer se ríen.

Una sociedad en la que nunca están más de dos hombres juntos; todo lo que no sea esto es impensable e insoportable. Cuando se acerca un tercero, los dos, asqueados, se separan.

Una sociedad en la que cada uno enseña a hablar a un animal, que luego habla por él; pero el que ha enseñado al animal enmudece.

Una sociedad formada sólo por viejos que, ciegamente, engendran hombres cada vez más viejos.

Una sociedad en la que no hay excrementos; todo se disuelve en el cuerpo. Son gentes sin sentimientos de culpabilidad, devorantes y sonrientes.

Una sociedad en la que los buenos despiden mal olor y todo el mundo los rehuye. Sin embargo se les admira desde lejos.

Una sociedad en la que nadie muere solo. Mil personas se reúnen, por propia iniciativa y son ejecutadas públicamente; ésta es su fiesta.

Una sociedad en la que cada uno sólo habla abiertamente al otro sexo; los hombres a las mujeres, las mujeres a los hombres; pero no un hombre a otro hombre, una mujer a otra mujer; en todo caso, sólo a escondidas, sin que nadie les vea.

Una sociedad en la que los niños hacen de verdugos para que los mayores no se manchen las manos de sangre.

Una sociedad en la que la gente sólo respira una vez al año.

¿Y si ocurriera que todos creyeran lo falso? ¿O si ocurriera que cada uno hiciera lo contrario de aquello en que cree?

¡Míralos, los grandes fanáticos que eran capaces de creer que con esto habían contagiado a miles y miles! ¡La doctrina cristiana del amor y la inquisición! El fundador del imperio de los alemanes que debía durar mil años: las penalidades de este imperio y su descomposición. El salvador blanco de lo aztecas bajo la figura de los españoles que los aniquilan. La segregación de los judíos como pueblo elegido y el fin de esta segregación en las cámaras de gas. La fe en el progreso: la consumación de éste en la bomba atómica.

Es como si toda fe fuera su propia maldición. ¿Habría que partir de ahí para resolver el enigma de la fe?

No puede admirar lo que le inquieta. Si todo se queda en la inquietud, ¿cómo va a salvarse él en paz?

Oh, hombre bueno, ¿a quien más quieres meter en tu saco de pordiosero?

El se siente medido, pero no conoce la medida.

Parece que Algunos sólo son capaces de amar con un gran sentimiento de culpa. Su pasión se enciende al contacto con aquello de lo que se avergüenzan; para ellos esta pasión se convierte en refugio, como les ocurre a los creyentes con Dios, una vez han pecado. Para ellos su amor es una y otra vez su purificación, pero todo su ser se asusta ante la posibilidad de un estado de pureza permanente. Quieren tener miedo y sólo aman a aquel ante quien su miedo no se extingue nunca. Cuando éste ya no les reprocha nada y no les castiga por nada, cuando han llegado a ganarle y han logrado que esté satisfecho, entonces su amor se apaga y termina todo.

Imaginar a un hombre tan bueno que Dios tendría que envidiarle.

En el amor hay poquísima compasión. Es propio del amor el que lo más pequeño cuente y que nada se olvide: estas características, que sea total y que sea minucioso y preciso, constituyen el amor. Cuando uno dice: lo quiero todo, quiere decir que lo quiere todo. Tal vez en esto solo un caníbal sería consecuente. Pero el canibalismo espiritual es más complicado. Además ocurre que ahí se trata de dos caníbales que se comen a la vez el uno al otro.