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Mantener con fuerza unos pensamientos separados de otros. Se enredan fácilmente, como cabellos.

Los hombres, que sólo pueden respirar profundamente cuando todos están amenazados.

¿Y si fuesen siempre los peores los que quedaran?: el Darwinismo al revés.

La Prehistoria mata lo que es propiamente histórico. La Prehistoria trata de objetos amíticos; habla de ellos como si fueran productos nuestros. La separación que modernamente hacemos entre fe y producción se traslada así a un tiempo en que no tiene validez. El modo como ponemos estos objetos, uno al lado de otro, en los museos, les arrebata lo mejor del tiempo y la de paciencia que se empleó en hacerlos. Son tantas cosas y tan distintas las que están ahí apretadas unas junto a otras; el orden les quita a los objetos su historia.

¡Cuántas ciudades ve uno!, ¡Cuántos paisajes, espacios y caminos! En un sitio u otro se encuentran y forman un nuevo paraíso.

Un padre tiene la impresión de que la educación que los padres dan a los hijos les destruye. Manda a sus tres hijos a correr mundo y se disfraza para observarlos. La vida de los hijos bajo la mirada del padre a quien no ven.

Dios fue un error. Pero es difícil decidir si fue demasiado pronto o demasiado tarde.

Pensar que la ferocidad de los asirios, justamente la ferocidad sistemática de este pueblo, podría palidecer, y nosotros mismos hemos visto cómo esto ha ocurrido. Así, el centro de gravedad moral de la Tierra se ha desplazado para siempre, y los bárbaros cuyas historias leíamos aterrorizados de niños, éramos nosotros, nuestro tiempo, nuestra generación, sólo que éramos más bárbaros.

De repente, situaciones y relaciones que se habían ido tejiendo a lo largo de los años de una vida se juntan en una única escena de la realidad: lo que sucedió antes en semanas y meses se repite ahora en pocos momentos; todo le parece a uno conocido, sin que sepa bien de dónde; el cambio de ritmo y de tiempo lo aleja del conocimiento. Pero luego, cuando la escena ha terminado, de repente uno se siente aliviado y ve la terrible trama de todo aquello: en una o dos horas han pasado años por delante de uno, años que conoce perfectamente porque le han hecho mucho daño. Tal vez ésta es la única manera de librarse de lo padecido, y tal vez sea éste el origen del drama.

¡Muchas expresiones fiables de esperanza y de bondad habría que encontrar para compensar las de amargura y duda con las cuales uno ha sido tan generoso! ¿Quién hay que se atreva a pensar en la muerte sabiendo que uno no ha hecho más que aumentar la suma de amargura, aunque sea sólo con las mejores intenciones? Si no hubiéramos dicho nunca nada, por lo menos tendríamos derecho a morir. Pero queríamos que nos oyeran y gritamos a grandes voces. Ahora se trata de decir lo otro, y, no obstante, de que nos oigan, porque esto no se puede decir a gritos.

1949

Unas carreras que, todos los días, al atardecer, se interrumpen a una hora determinada. Se da una señal. Todo el mundo se queda quieto; se tumba; se duerme. Luego, por la mañana se da la señal de continuar. Todo el mundo se levanta y sale corriendo. Por la noche, nueva parada y todo el mundo se duerme allí donde está. Así, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Algunos se quitan la costumbre de tumbarse por la noche y se duermen de pie. Estos llevan ventaja.

Los que están seguros sobre la tierra en putrefacción; y cómo la putrefacción poco a poco les va pasando a las piernas.

La desvergüenza del ser humano: simula que está solo.

Jonás muestra dos rasgos importantes de profeta: el miedo a este oficio, que le lleva hasta el vientre de una ballena, y la cólera de ver que sus profecías no se cumplen. Este último rasgo es lo más repulsivo y lo más peligroso de los profetas. Una vez que han profetizado lo peor, tienen que querer que ocurra. El hecho de querer tener siempre razón los hace despiadados. Las amenazas de Dios las toman más en serio que el mismo Dios. El oficio de profeta es duro: sólo lo toman por un verdadero profeta en el momento en que se cumple su predicción; de ahí que no pueda renunciar a este momento. Dios, que le arrebata su triunfo, le ha engañado; y un Profeta que habla de las cosas más terribles puede serlo todo menos ridículo. Por esto, la sensación que tienen los hombres que le rodean de que el profeta encarna a su manera los males con los que amenaza y que colabora a traerlos no es del todo injustificada; si pudieran obligarte a otra predicción, algunas cosas podrían ocurrir de otra manera; una y otra vez intentar. forzarle.

Otro rasgo chocante, aunque inhabitual, del libro de Jonás es el hecho de que hable también a los animales: tienen que hacer penitencia con los hombres, ayunando como éstos y vistiéndose de saco. Y Dios no sólo se apiada de los hombres de Nínive, cuyo número es superior a 120.000, sino también de los muchos animales.

¿Tienen los animales menos miedo porque viven sin palabras?

Me da pena que los animales no se levanten nunca contra nosotros; los pacientes animales, las vacas, las ovejas, todo este ganado que ha sido puesto en nuestras manos y que no puede escapar a ellas.

Me imagino una rebelión en un matadero; desde allí se extiende a toda la ciudad; hombres, mujeres, niños, ancianos mueren pisoteados sin compasión; los animales invaden calles y vehículos; derriban portales y puertas; en su furor llegan a invadir los pisos más altos de las casas; miles de bueyes convertidos en fieras hacen añicos los vagones del Metro, y nos desgarran ovejas a quienes se les han afilado de repente los dientes.

Me sentiría aliviado sólo con que un toro, un solo toro, pusiera en fuga de un modo lamentable a estos héroes, los toreros, y, junto con ellos, a una plaza entera ávida de sangre. Pero preferiría la revuelta de las víctimas menores, de las suaves y dulces, las ovejas, las vacas. No comprendo cómo esto no pueda ocurrir nunca; que jamás temblemos ante ellas, precisamente ante todas ellas.

¡Estos héroes! Siempre saben quién les está mirando.

No desaparece lo que comemos todos los días; canta como los hombres en el fuego.

Todo va adquiriendo de año en año más significado: el que envejece se ahogará en medio de significados.

Quemó todos sus libros y, como un ermitaño, se retiró a una biblioteca pública.

Hobbes. De entre los pensadores que no están atados por ninguna religión, sólo me impresionan aquellos que piensan con suficiente radicalidad. Hobbes es uno de ellos; en este momento, para mí es el más importante.

Sólo unos pocos de sus pensamientos me parecen acertados. Lo explica todo por medio del egoísmo, y aunque conoce la masa – la menciona a menudo -, en realidad no tiene nada que decir de ella. Pero mi tarea precisamente es mostrar cómo el egoísmo es algo compuesto; de qué modo aquello sobre lo que domina no le pertenece; surge de otros ámbitos de la naturaleza humana; de aquellos, justamente, para los cuales Hobbes es ciego.