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Ana trató de dar las explicaciones del caso, pero ni ella ni Elizabeth podían controlar las carcajadas. Finalmente, se las ingenió para decir:

– Debes comprarle un vestido nuevo, Enrique, pues por mi culpa tuvo que nadar hasta la orilla y perdió el suyo.

– ¿Mi hermana no está debidamente vestida? -se horrorizó Philippa. Luego se introdujo en el círculo formado por los caballeros y al ver a su hermana, lanzó un grito-: ¡Elizabeth! ¿Dónde están tus faldas? ¿Y tus hermosas mangas? ¿Y la toca?

– ¿No oíste, Philippa? Están flotando rumbo al mar en la barca. Lo siento, pero fue un accidente.

– ¡Nunca olvidarás este desafortunado episodio! -gritó su hermana, ¿No podías haber esperado a que alguien te rescatara? Si en la corte se llegan a enterar de tu conducta, no podremos cumplir con nuestro cometido. ¿Qué hombre respetable querría casarse con una mujer capaz de quitarse la ropa en público?

Fue una suerte que Philippa no viera a los caballeros que le daban la espalda, que apenas podían contener la risa al escuchar sus airadas recriminaciones.

– Su hermana demostró poseer una gran valentía e inteligencia condesa. Hubiera sido difícil rescatar a Elizabeth. De haber enviado una embarcación, esta no hubiera llegado a tiempo, pues para entonces la barca sin remo estaría en medio de la corriente, sin ningún elemento que permitiera conducirla a la orilla. El río es muy transitado, y los principales canales de navegación que comunican a Londres con el mar pasan por aquí. Elizabeth podría haber chocado con una nave de mayor envergadura, caído al Támesis con sus pesadas faldas y, en consecuencia, podría haberse ahogado. En realidad, somos afortunados por tenerla de nuevo entre nosotros, sana y salva -dijo el rey con voz calma.

En ese preciso instante apareció George Bolena con una enorme capa. Elizabeth se arrebujó en ella y Flynn Estuardo la cargó en sus brazos.

– ¿Adonde la llevo, milord? -le preguntó a Thomas Bolton.

– A mi casa -repuso lord Cambridge, todavía perplejo por cuanto acababa de ocurrir-. Yo lo guiaré, caballero.

– Puedo caminar por mí misma -protestó Elizabeth.

– ¡Cállate! -ordenó Philippa, furiosa e incapaz de guardar la compostura-. Te has convertido en la piedra del escándalo. Tratemos al menos de reparar el daño. Me pregunto si alguna vez en la vida podrás comportarte como una dama.

Elizabeth miró a Ana Bolena y puso los ojos en blanco. Por su parte, la señorita Bolena le hizo un guiño, en un gesto de abierta complicidad.

Flynn Estuardo siguió a lord Cambridge, quien luego de atravesar los jardines reales y un bosquecillo, se detuvo ante un muro de ladrillos y abrió una pequeña puerta.

– De modo que es usted el propietario de esta encantadora morada la he admirado a menudo en mis visitas a Greenwich -dijo el joven

– Se adecua a mi persona, como todas mis residencias -responda lord Cambridge.

Una vez dentro de la casa, Tom subió las escaleras seguido por Flynn Philippa, todavía furiosa.

– Este es el dormitorio de Elizabeth -dijo. Luego abrió la puerta y exclamó-: Nancy, ven de inmediato. Tu ama ha sufrido un pequeño percance.

La doncella llegó corriendo y Flynn se desembarazó de su carga.

– ¿Percance? ¿Llamas a esto un percance, tío? -explotó Philippa-.

– Para mí es el peor de los bochornos. ¿Cuándo, en la historia de la corte una joven respetable se ha sacado la ropa y zambullido en el río? ¡Por cierto, no en mi época ni en la tuya!

– Gracias, hermanita, pero en realidad me siento muy bien -dijo Elizabeth con malevolencia.

Flynn Estuardo juzgó sensato retirarse. Y lo hizo tan deprisa y con tanta discreción que las mujeres no lo advirtieron. Solamente Tom respondió a su reverencia con una inclinación de cabeza y dándole las gracias.

– Fue un accidente, Philippa -repitió Elizabeth procurando apaciguar a su hermana-. Pensábamos salir a navegar y luego cambiamos de idea. Flynn Estuardo se cayó cuando trataba de ayudarme a desembarcar, y sin querer empujó el bote al agua. Y todos se quedaron en la orilla mirando, sin saber qué hacer. No tuve alternativa. Lo siento, pero ahora que ya pasó, lo encuentro bastante divertido.

Philippa exhaló un profundo suspiro. Deseaba recuperar la calma, aunque se preguntaba por qué su hermana menor siempre la sacaba de quicio.

– Si te hubieses abstenido de frecuentar a esa criatura y a sus lacayos, esto no habría sucedido. Me gustaría saber cómo fuiste a parar allí. Prepara el baño, Nancy -le dijo Elizabeth a su doncella.

– ¿Y bien? -insistió Philippa.

– Flynn Estuardo me presentó a la señorita Bolena.

– No debí permitir que te alejaras con ese bastardo de sangre real. Te estuve observando hasta que él rompió su promesa y desaparecieron de mi vista. ¿Fue entonces el escocés quien te presentó a esa abominable criatura? No puedes hablar con ella otra vez, Elizabeth. Mamá se sentiría muy disgustada. La reina es nuestra amiga.

– La reina no está aquí, y tampoco es probable que vuelva -contraatacó la joven-. Me agrada Ana Bolena, Philippa. Y lo más importante de todo: le agrada al rey.

– Es solo un capricho pasajero.

– ¿Llamas un capricho pasajero a una relación de ocho años? No, hermana. La reina no podrá recuperar al rey, a menos que ocurra un milagro y le dé un robusto heredero. Ya no viven bajo el mismo techo y por tanto, ya no se acuestan en la misma cama. Soy consciente de la generosidad de la reina para con nuestra familia, pero ella no está aquí y ha perdido popularidad.

– ¿Cómo podré encontrarte un buen marido si no te comportas correctamente? Sé que la reina ya no es popular en la corte, pero ella no vaciló en concedernos sus favores en más de una ocasión. Y sin su respaldo, me encuentro en desventaja. No obstante, es mi deber ayudarte a que te desposes con el hombre adecuado.

– No hay en la corte ningún hombre adecuado para mí, Philippa. Si no hubiera aprendido a juzgar rápidamente el carácter de los hombres, no habría podido hacerme cargo de Friarsgate. Cuando hoy me encontré a la deriva en el río, ninguno de los cortesanos quiso estropear sus finas vestiduras y a ninguno se le ocurrió sacárselas, meterse en el río y socorrerme. ¿Cómo puedo confiar Friarsgate a hombres tan incompetentes?

– Si no piensas cooperar conmigo -dijo Philippa haciendo caso omiso de las palabras de Elizabeth-, deberás arreglártelas sola.

Estaba a punto de echarse a llorar, pues el fracaso no formaba parte de su naturaleza y no sabía cómo vencer la obstinación de su hermana. Elizabeth, desde luego, no se amilanó ante las amenazas de Philippa.

– Haz lo que te parezca mejor -repuso con voz suave-, pero no hay en la corte ningún hombre digno de ser mi esposo.

– ¿Entonces por qué viniste si no pensabas contraer matrimonio?

– Vine para complacer a mamá y al tío Tom, que necesitaba una excusa para viajar al sur esta primavera. ¿No es cierto, tío?

– Trataré de no pelearme con ninguna de ustedes, queridas mías Estamos aquí. Es el mes de mayo. Disfrutemos de los buenos tiempos.

– Philippa, hoy es el primer día de mayo. Mañana se olvidarán del episodio que he protagonizado. Por favor, no discutamos más, te lo suplico.

– Si no quieres un esposo, entonces no me necesitas para nada. Quisiste ser responsable de Friarsgate y has cumplido muy bien con tus obligaciones pero también yo me siento responsable de esas tierras. No olvides que Friarsgate me estaba destinado. Por consiguiente, tienes el deber de darle un heredero, y negarte a ello porque no deseas delegar tu autoridad no es sino una actitud egoísta e infantil.

– ¡Oh, no puedo creerlo! ¿Acaso no fuiste precisamente tú quien decidió vivir a su antojo y renunciar a Friarsgate? ¿Cómo te atreves a decirme lo que debo hacer? Yo me hice cargo de las responsabilidades que no quisiste asumir.

– De acuerdo, no quise Friarsgate, pero en cambio sé cuáles son mis deberes y hago lo posible por cumplir con ellos -contestó Philippa-. ¿Piensas que has encontrado el secreto de la eterna juventud? Eres una solterona, hermana. A tu edad, mamá ya nos había parido a las tres. Estas envejeciendo y debes casarte pronto si quieres dar un heredero a Friarsgate. ¿Qué ocurrirá si no lo tienes? Probablemente, la propiedad pasará a manos de uno de los hijos de Logan. ¿Es eso lo que deseas? Mamá no tendrá otra alternativa.