Выбрать главу

»Uno de los motivos principales ha sido la obstrucción política llevada a cabo por clanes antagonistas como los gubru y los soro, que han logrado demorar las peticiones de reconocimiento de estatus promovidas por la Tierra. Pero otro motivo es que, según los criterios galácticos, somos terriblemente pobres.

Resultaba obvio que Fiben había estado estudiando. Robert comprendió que gran parte de aquello tenía que haberlo aprendido de esa Gailet Jones. Con su intensificado sentido de empatía, Robert captaba en Fiben leves estremecimientos cada vez que se mencionaba el nombre de la chima.

Robert miró a Sylvie. Hum, parece que a Fiben se le ha complicado un poco la vida.

Eso, desde luego, le recordó su propia situación. No sólo a Fiben, pensó. Toda su vida había deseado aprender a ser más sensible para comprender mejor los sentimientos de los demás y los suyos propios. Y ahora que tenía ese don, lo odiaba.

—¡Por Darwin, Goodall y Armonía! —Prathachulthorn golpeó la mesa—. Señor Bolger, nos ha traído información en el momento más oportuno —y, dirigiéndose a Robert y Lydia, añadió—: ¿saben lo que significa esto, caballeros?

—Hum —empezó Robert.

—Un objetivo, señor —respondió Lydia sucintamente.

—¡Exacto! Un objetivo. Esto se adecúa perfectamente al mensaje que acabamos de recibir del Concejo. Si podemos destruir esa derivación antes de que lleguen los dignatarios del Instituto de Elevación, podremos golpear a los gubru donde más les duele: en sus bolsillos.

—Pero… —empezó a objetar Robert.

—Ya ha oído lo que nos acaba de referir nuestro espía —dijo Prathachulthorn—. Los gubru están causando daño en el espacio y están extendiendo demasiado sus líneas. Además, sus líderes aquí, en Garth, están enfrentados entre sí. Esto podría ser la gota que colmara el vaso. Caramba, podríamos planearlo de algún modo para que todos los miembros del Triunvirato se hallaran en el mismo sitio en el mismo momento.

—¿No le parece que deberíamos pensarlo mejor, señor? —interrumpió Robert—. Quiero decir, que además está lo de la oferta que el Suzerano de la Probidad…

—Idoneidad —corrigió Fiben.

—Idoneidad, sí. ¿Qué hay de esa oferta que les ha hecho a Fiben y a la doctora Jones?

—Está claro que es una trampa —respondió con énfasis Prathachulthorn—. Reflexione, Oneagle.

—Lo hago, señor. Soy tan experto como Fiben en estos asuntos y, por supuesto, mucho menos que la doctora Jones. Y le concedo que pueda ser una trampa. Pero, en la superficie al menos, parece un terrible asunto para la Tierra. Un asunto que no creo que podamos tolerar sin intentar informar de ello al Concejo.

—No hay tiempo —dijo Prathachulthorn sacudiendo la cabeza—. Tengo órdenes de actuar según mi criterio y, en lo posible, hacerlo antes de que lleguen los dignatarios galácticos.

—Entonces, como mínimo, podríamos consultar con Athaclena. —La desesperación de Robert iba en aumento—. Es hija de un diplomático y tal vez pueda ver implicaciones que a nosotros nos pasan inadvertidas.

La expresión cejijunta de Prathachulthorn hablaba por sí sola.

—Si hay tiempo, me sentiré encantado de solicitar la opinión de la joven tymbrimi, por supuesto. —Pero estaba claro que por el solo hecho de sugerir aquella idea Robert aparecía como un idiota a los ojos del mayor.

—Ahora mismo —Prathachulthorn golpeó la mesa—, lo mejor que podríamos hacer es convocar una reunión de oficiales para discutir las posibles tácticas a emplear en contra de esa instalación. —Se volvió para dirigirse a los chimps—. Esto es todo por ahora, Fiben. Muchas gracias por tu valiente y oportuna acción. Y lo mismo va para usted, señorita —le dijo a Sylvie—. Espero ver pronto sus informes por escrito.

Elsie y Benjamín se pusieron de pie y mantuvieron abierta la puerta. Como oficiales honorarios, estaban excluidos de la reunión de Prathachulthorn. Fiben se levantó y se movió despacio, ayudado por Sylvie.

—Señor —se apresuró a decirle Robert en voz baja al mayor—, estoy seguro de que se le ha pasado por alto, pero Fiben es oficial de las Fuerzas de Defensa Coloniales. Tal vez no estaría bien visto que se le excluyera de la reunión, hum, políticamente, quiero decir.

Prathachulthorn parpadeó. Su expresión apenas mostró cambio, pero Robert advirtió de inmediato que había vuelto a perder puntos ante sus ojos.

—Sí, desde luego —dijo sin inmutarse—. Comuníquele por favor al teniente Bolger que será bienvenido a la reunión, si no está demasiado cansado.

Y dicho esto se inclinó sobre su ordenador y empezó á solicitarle datos. Robert sentía los ojos de Lydia clavados en él. Seguro que se desespera ante mi falta de tacto, pensó al tiempo que se dirigía a toda prisa hacia la puerta y tomaba a Fiben por el brazo en el preciso instante en que éste se disponía a salir.

—Parece que ha vuelto otra vez el tiempo de los adultos. —Fiben sonreía y hablaba con su amigo, señalando con la cabeza en dirección a Prathachulthorn.

—Peor que eso, viejo chimp. Acabo de conseguir que te nombren adulto honorario.

Si las miradas matasen…, pensó Robert al ver la amarga expresión de su amigo. Y tú que creías que se trataba del tiempo del molinero ¿no? Habían comentado muchas veces el posible origen histórico de aquella expresión.

Fiben pellizcó el hombro de Sylvie y volvió a entrar, cojeando, en la habitación. Ella lo miró unos instantes y luego se volvió y siguió a Elsie por el pasillo.

Benjamín, sin embargo, se quedó un instante. Había visto una señal de Robert para que no se marchara. El muchacho deslizó un pequeño disco en li mano del chimp. No se atrevía a decir nada en voz alta, pero con la mano izquierda hizo un sencillo gesto.

Para ella —le dijo en el lenguaje de las manos.

Benjamín asintió y se apresuró a marcharse.

Cuando Robert volvió a la mesa, Prathachulthorn y Lydia estaban ya enfrascados en los secretos de la planificación de la batalla. El mayor se dirigió a Robert.

—Me temo que no tendremos tiempo de usar el desarrollo bacteriológico, por ingeniosa que fuese su idea… h Las palabras le pasaron inadvertidas. Robert estaba sentado pensando que acababa de cometer su primera felonía. Al registrar secretamente la reunión, incluido el extenso informe de Fiben, había violado el procedimiento. Al darle el disco a Benjamín había roto el protocolo. Y al ordenar al chimp que entregase la grabación a un alienígena, había, en cierto modo, cometido una traición.

71. MAX

Un inmenso neochimpancé caminaba arrastrando los pies, en el interior de una cámara subterránea, con las manos esposadas y unidas al extremo de una sólida cadena. Permanecía alejado de sus guardianes, unos chimps que llevaban el uniforme de los invasores y que tiraban del otro extremo de la cadena, pero de vez en cuando lanzaba miradas desafiantes a los técnicos alienígenas que vigilaban desde unas plataformas elevadas.