Gailet se puso tensa. La examinadora podía ser simpática, pero aquellas palabras llevaban implícitas una velada amenaza. Sería mejor que Fiben actuara bien. Un solo error y podía cambiar las cosas, poniéndolas incluso peor de lo que estaban.
—So… solicito —Fiben hizo una nueva reverencia—, una explicación acerca de cómo han sido elegidos los representantes de la raza.
No estaba mal. Sin embargo, Gailet seguía luchando contra su condicionamiento. Si pudiera acercarse a él y ayudarle…
Desde hacía un rato, las oscuras vertientes que quedaban más allá del círculo de luces habían empezado a llenarse de dignatarios galácticos. Los mismos que antes se habían marchado a presenciar unos acontecimientos inesperados al pie del montículo. Ahora permanecían todos en silencio, contemplando cómo un humilde pupilo de una de las especies más nuevas exigía explicaciones a uno de los superiores del Instituto.
—Es tradicional que los patrocinadores de la ceremonia elijan a dos entre los que han superado las pruebas. —La voz de Ja Examinadora era paciente—. Aunque es cierto que en esta ocasión los patrocinadores son enemigos declarados de tu clan, esta enemistad terminará oficialmente al final de esta ceremonia. Habrá paz entre el clan de los terrestres y el de los gooksyu-gubru. ¿Tienes algo que objetar a esto, joven?
—A eso, no. —Fiben sacudió negativamente la cabeza—. Sólo quiero saber una cosa. ¿Tenemos que aceptar obligatoriamente a quienes los patrocinadores han elegido como representantes?
El emisario gubru empezó de inmediato a gritar indignado. Los chimps se miraron entre sí con sorpresa. Puño de Hierro murmuró:
—Cuando todo esto se termine, voy a coger a ese pequeño cretino y…
La Examinadora hizo un gesto para pedir silencio. Sus ojos de múltiples facetas se posaron en Fiben.
—Joven, ¿tú que harías si pudieras decidir? ¿Organizarías una votación entre tus compañeros?
—Sí, su señoría. —Fiben se inclinó ante ella.
Esta vez el chillido del gubru resultó doloroso al oído. Gailet intentó adelantarse pero Puño de Hierro la sujetó firmemente por el brazo. Se veía obligada a permanecer a su lado, oyendo las maldiciones masculladas por el marginal.
—Por bien dispuesta que esté —dijo por fin la Examinadora—, no veo cómo puedo acceder a tu petición. Sin un precedente…
—¡Hay un precedente!
Era una nueva y profunda voz que procedía de la vertiente oscura de detrás. Cuatro figuras avanzaron hacia la luz. Si antes Gailet se había quedado sorprendida, ahora sólo podía mirar con incredulidad.
¡Uthacalthing!
El delgado tymbrimi iba acompañado por un mase humano, cuya túnica formal seguramente le había sido prestada por algún galáctico bípedo no humanoide y se la había echado encima como si fuera la piel de un animal. Junto al humano se hallaba un neochimpancé que obviamente tenía problemas para mantenerse erecto y que ostentaba muchas señales de atavismo. El chimp procuró retrasarse al llegar al claro, como si supiera que él no pertenecía a aquel mundo.
El cuarto ser, una imponente figura cuya inflada cresta se extendía hacia arriba con dignidad, se inclinó ligeramente y saludó a la Gran Examinadora.
—La saludo, Tos*Quinn’3 del Instituto de Elevación.
—Lo saludo, honorable embajador Kault de los thenanios. —La serentini le devolvió la reverencia—. Y a usted también, Uthacalthing, embajador de los tymbrimi, y a sus compañeros. Es agradable comprobar que han llegado sanos y salvos.
—Le agradezco, su señoría, que me haya permitido utilizar sus aparatos de transmisión para contactar con mi pueblo, después de un período tan largo de aislamiento forzado. —El gran thenanio separó las manos.
—Éste es un terreno neutral —dijo la oficial del Instituto de Elevación—. Sé también que hay unos serios asuntos relacionados con este planeta que usted desea presentar ante el Instituto una vez que haya finalizado esta ceremonia. Pero, por ahora, debo insistir en que esperemos la oportunidad. ¿Puede explicar, por favor, el comentario que hizo a su llegada?
—Este respetado emisario —Kault señaló a Uthacalthing— representa a la raza que ha servido de consorte de etapa y proyector de los neochimpancés desde que sus tutores lobeznos entraron en contacto con la sociedad galáctica. Será él quien responda.
Gailet notó en seguida lo cansado que parecía Uthacalthing. Los zarcillos, normalmente expresivos, estaban fláccidos y sus ojos muy juntos. Resultó obvio el esfuerzo que tuvo que hacer para adelantarse y entregar un pequeño cubo negro.
—Aquí están las referencias —comenzó.
Un robot se acercó y recogió los datos de su mano, y de inmediato el personal del Instituto empezó a inspeccionar las referencias. La Examinadora escuchaba con atención a Uthacalthing.
—Estas citas demostrarán que, desde muy antiguo en la historia galáctica, las Ceremonias de Elevación se desarrollaron de acuerdo al deseo de los Progenitores de protegerse de un fallo moral. Ellos, que fueron los que iniciaron el proceso que conocemos como Elevación, consultaban a menudo con sus razas pupilas, como los humanos hacen con las suyas. Y los representantes de los pupilos nunca les eran impuestos.
Uthacalthing señaló a los chimps presentes.
—Estrictamente hablando, los patrocinadores de la ceremonia expresan una sugerencia al hacer su selección. Los pupilos, que han superado todos los exámenes apropiados a su etapa, tienen permiso legal de ignorar tal indicación. En el sentido más puro, éste es su territorio. Nosotros estamos aquí como huéspedes suyos.
Gailet vio que los observadores galácticos estaban nerviosos. Muchos consultaban sus depósitos de datos, buscando referencias de los precedentes que Uthacalthing había señalado. En la periferia se extendió un parloteo políglota. Llegó un nuevo vehículo flotador con varios gubru y un aparato portátil de comunicaciones. Evidentemente los invasores también estaban investigando intensamente.
Durante todo ese tiempo se pudo notar que la energía de la derivación hiperespacial iba creciendo al pie de la colina. El ronco zumbido, ahora omnipresente, provocaba un temblor en los tendones de Gailet al son del ritmo impuesto.
La Gran Examinadora se volvió hacia el oficial nominal de los humanos, Cordwainer Appelbe.
—En nombre de su clan, ¿apoya usted esta reclamación basada en una supuesta desviación del procedimiento legal?
Appelbe se mordió el labio inferior, miró a Uthacalthing, luego a Fiben y luego de nuevo a Uthacalthing. Por primera vez, el humano sonrió.
—Demonios, claro que sí —dijo en ánglico. Se sonrojó y luego cambió a un galáctico-Siete cuidadosamente construido—. En nombre de mi clan, apoyo la solicitud del embajador Uthacalthing.
La Examinadora se apartó para oír los informes de sus ayudantes. Cuando regresó, todo el mundo estaba en silencio. La expectación los mantuvo a todos clavados hasta que ella se inclinó ante Fiben.
—El precedente puede interpretarse a favor de tu demanda. ¿Debo pedirles a tus camaradas que elijan levantando la mano? ¿O con votación secreta?
—¡Perfecto! —se oyó murmurar en ánglico. El joven humano que acompañaba a Uthacalthing sonrió y levantó el pulgar ante Fiben. Por fortuna ninguno de los galácticos miraba en esa dirección y no se dieron cuenta de la impertinencia.