Puño de Hierro era rápido. Cargó directamente hacia delante, y Fiben casi no tuvo tiempo de comprender que la maniobra era una finta. Empezó a esquivarlo moviéndose hacia la izquierda pero en el último momento cambió de dirección y le lanzó una patada con su pie rezagado.
El golpe no tuvo el satisfactorio resultado que había esperado, pero Puño de Hierro chilló y cayó rodando, con las manos en las costillas. Por desgracia, Fiben no pudo aprovechar aquella pequeña ventaja pues la patada le hizo perder el equilibrio. Pocos segundos después su oportunidad había pasado y Puño de Hierro se acercaba de nuevo, esta vez con más cautela y el deseo de matar escrito en los ojos.
Algunos días no debería uno levantarse de la cama, pensó Fiben mientras volvían a girar.
En realidad, aquel día había empezado cuando se despertó en la hendidura del tronco de un árbol a pocos kilómetros de distancia de la verja de Puerto Helenia, con los paracaídas de la hiedra en placas festoneando las desnudas ramas invernales de los árboles de la huerta.
Puño de Hierro intentó un golpe corto y luego un fuerte derechazo. Fiben se agachó ante el brazo de su oponente y respondió con un revés. Pero el margi le frenó el golpe y los huesos de sus antebrazos crujieron al encontrarse.
… Los soldados de Garra demostraron una reticente cortesía, así que hizo correr a Tyco hasta que llegaron a la vieja prisión…
Un puño pasó rozando la oreja de Fiben como si fuera una bala de cañón. Fiben se colocó ante el brazo extendido de su oponente y giró para darle un codazo en el desprotegido estómago.
…Al ver la pequeña celda desierta comprendió que tenía muy poco tiempo. Tyco galopó por las calles vacías con una flor colgando de su hocico.
El golpe no fue lo bastante fuerte y, lo que era peor, no se apartó con suficiente rapidez cuando Puño de Hierro movió velozmente su brazo para rodearle la garganta.
…y los muelles estaban llenos de chimps… en los embarcaderos, en las calles, en los edificios, todos mirando…
La fuerte opresión amenazaba con dejarlo sin poder respirar. Fiben se agachó y lanzó el pie derecho hacia atrás, entre las piernas de su oponente. Estiró en una sola dirección hasta que Puño de Hierro compensó el desequilibrio, entonces giró de pronto y lanzó su peso hacia el otro lado sin dejar de dar patadas. La pierna de Puño de Hierro resbaló y el mismo esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse en equilibrio levantó a Fiben y lo echó sobre él. El increíble abrazo del marginal se mantuvo durante un asombroso memento, cuando se separó llevaba consigo girones de la carne de Fiben.
… Cambió su caballo por un bote y se dirigió al otro lado de la bahía, hacia la barrera de boyas…
De la maltrecha garganta de Fiben brotaba sangre.
La herida no le había alcanzado la vena yugular por menos de un centímetro. Retrocedió al ver lo rápido que Puño de Hierro se ponía en pie. Era intimidante comprobar con qué velocidad podía moverse aquel chimp.
…se enzarzó en una batalla mental con las boyas, deduciendo a través de la razón, el modo de pasar entre ellas…
Puño de Hierro mostró los dientes, extendió sus largos brazos y soltó un grito que helaba la sangre. Aquella visión y aquel sonido atravesaron a Fiben como los recuerdos de muchas batallas libradas hacía mucho, mucho tiempo; antes de que los chimps pudiesen pilotar naves espaciales y cuando la intimidación significaba la mitad de la victoria.
—¡Tú puedes hacerlo, Fiben! —gritó Robert Oneagle contrarrestando la magia de la amenaza de Puño de Hierro—. ¡Venga, muchacho! Hazlo por Simón.
Mierda, pensó Fiben. Un truco típicamente humano, llenarme de sentimiento de culpa.
Sin embargo se las ingenió para dejar de lado la momentánea oleada de dudas y sonrió a su enemigo.
—Tú puedes chillar, ya lo sé, pero ¿puedes hacer esto?
Le hizo burla, poniéndose el pulgar sobre la nariz. Después se apartó rápidamente cuando Puño de Hierro volvió a cargar. Esta vez intercambiaron unos directos golpes que sonaron como un batir de tambores. Ambos chimps fueron dando traspiés hasta lugares opuestos del ring antes de enfrentarse de nuevo, jadeando y mostrando los dientes.
.… La playa estaba llena de basura y el camino de subida por los acantilados fue largo y pesado. Pero aquello resultó ser sólo el principio. Los sorprendidos oficiales del Instituto ya habían empezado a desmontar sus aparatos cuando él apareció de repente, obligándolos a continuar y a examinar a uno más. Supusieron que no tardarían mucho tiempo en mandarlo de vuelta a casa.
La siguiente vez que se encontraron Fiben aguantó varios golpes fuertes en la cara a fin de poder acercarse y tirar al suelo a su oponente. No fue precisamente una elegante lección de jiu-jitsu. Al forzarlo, sintió un repentino tirón en los músculos de la pierna.
Durante unos instantes Puño de Hierro rodó impotente por el suelo, pero cuando Fiben intentó golpearlo su pierna estaba ya casi paralizada.
En un momento, el marginal estaba de nuevo en pie. Fiben intentó disimular su cojera, pero algo debió traicionarlo porque esta vez Puño de Hierro le golpeó el lado derecho y, cuando Fiben intentó retroceder, la pierna izquierda le falló.
…pruebas abrumadoras, miradas hostiles, la tensión de preguntarse si conseguiría llegar a tiempo…
Mientras caía hacia atrás intentó patear a su enemigo, pero lo único que consiguió fue que éste le agarrase la pierna con la fuerza de un rodillo a presión. Fiben se debatió para no perder el equilibrio, pero sus dedos sólo arañaron el suelo. Intentó deslizarse hacia un lado, pero su oponente tiró de él hacia atrás y se le lanzó encima.
… ¿Y había pasado por todo eso sólo para llegar hasta aquí? Sí, sumando todo, había sido un maldito día…
Hay ciertos trucos que un luchador puede poner en práctica frente a un oponente más fuerte y de una categoría de peso superior. Fiben recordó algunos de ellos mientras trataba de soltarse. Si no hubiera estado tan próximo al agotamiento, uno o dos de ellos podrían haber funcionado.
Pero tal como estaban las cosas, se las ingenió para conseguir un punto de casi-equilibrio. Alcanzó una pequeña ventaja de apalancamiento, que contrarrestaba la espantosa fuerza de Puño de Hierro. Sus cuerpos se tensaron y se arrastraron mientras sus manos se agarraban buscando la más mínima oportunidad. Tenían las caras casi contra el suelo y tan cerca la una de la otra que podían olerse el ardiente aliento.
La multitud permanecía ahora en silencio. Ni de un lado ni del otro surgían gritos de ánimo. Mientras su enemigo y él se balanceaban hacia adelante y hacia atrás en una lucha mortal de decepcionante lentitud, Fiben tuvo de pronto una clara visión de la ladera del Monte Ceremonial. Un pequeño rincón de su conciencia advirtió que los espectadores se habían marchado. En el lugar donde antes había un gran grupo de galácticos de distintas formas y tamaños, sólo había ahora un espacio vacío de hierba pisoteada.
Los vio correr montaña abajo y hacia el este, gritando y gesticulando en varios idiomas distintos. Fiben vislumbró a la aracnoide serentini en medio de sus ayudantes y se dio cuenta de que ya no prestaba atención a su lucha. Hasta el arbitro pila se había vuelto de espaldas para mirar al creciente tumulto de abajo.