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Qué expresión tan seria, comedida, grave, pensó Fiben. Típicamente thenania.

Unos pocos galácticos parlotearon asombrados, pero la mayoría parecía haber quedado congelada en su sitio. Todos excepto Uthacalthing, cuya satisfecha sorpresa centelleaba en todas direcciones como una antorcha romana.

Z’wurtin’s’taita… He estado trabajando para esto y nunca lo supe.

La titánica imagen del thenanio derivó hacia atrás en el óvalo lácteo. Todos pudieron ver el grueso y ranurado cuello de la criatura y su poderoso torso. Pero cuando aparecieron los brazos, se hizo patente que había dos figuras junto a él que lo tomaban de las manos.

—Correctamente resuelto —dijo la Gran Examinadora a sus ayudantes—. La innominada especie de pupilos en la Etapa Uno, provisionalmente llamados garthianos, han elegido como tutores a los thenanios. Y como consortes y protectores han elegido conjuntamente a los neo-chimpancés y a los humanos de la Tierra.

Robert Oneagle gritó. Cordwainer Appelbe cayó de rodillas conmocionado. El griterío de los gubru era ensordecedor.

Fiben notó que una mano se deslizaba en la suya. Gailet lo miró y en la expresión conmovida de sus ojos se había mezclado ahora el orgullo.

—Oh, bueno —suspiró—. Tampoco nos hubieran dejado quedarnos con ellos. Al menos, de esta forma, tendremos derecho a visitarlos. Y he oído decir que, para ser ETs, los thenanios no son demasiado malos. ¿Conocías la existencia de estas criaturas y no me lo habías dicho?— agregó después de una pausa.

—Se suponía que era un secreto. —Fiben se encogió de hombros—. Y tú estabas muy ocupada, no quería importunarte con detalles sin importancia. Lo olvidé. Mea culpa. No me pegues, por favor.

Por unos breves instantes los ojos de Gailet parecieron centellear, luego volvió a suspirar y miró a la cima del monte.

—No tardarán mucho tiempo en descubrir que no son garthianos auténticos sino criaturas de la Tierra.

—¿Y qué sucederá entonces?

—Nada, supongo. —Ahora le tocaba a ella encogerse de hombros—. Vengan de donde vengan, están preparados para la Elevación. Los humanos firmaron un tratado, por más injusto que sea, que prohíbe al clan de la Tierra elevarlos, así que supongo que eso es lo que prevalecerá. Falí accompli. Al menos nosotros jugaremos un papel, vigilar para que sean elevados correctamente.

El zumbido del suelo había empezado a disminuir. Pero lo sustituía el creciente sonido de los estridentes gritos de los gubru. Sin embargo, la Gran Examinadora se mostraba impasible. Estaba atareada con sus ayudantes, ordenándoles que reunieran todas las grabaciones, detallando los exámenes que tenían que realizarse y dictando mensajes urgentes para la sede central del Instituto.

—Y también tenemos que ayudar a Kault a que se ponga en contacto con su clan —continuó Gailet—. Sin duda se quedarán muy sorprendidos.

Fiben vio al Suzerano de Rayo y Garra montar en un vehículo volador gubru y partir a toda prisa. El movimiento del aire desplazado infló las plumas de los restantes pajaroides.

De pronto, Fiben se encontró con la mirada del Suzerano de la Idoneidad que lo observaba desde su percha solitaria. El alienígena estaba ahora más erecto. Ignoraba el parloteo de los suyos y miraba a Fiben con un ojo amarillo que no parpadeaba nunca.

Fiben le hizo una reverencia. Al cabo de un momento, el alienígena inclinó cortésmente la cabeza como respuesta.

Sobre el pináculo, y sobre los cantarines gorilas ya oficialmente consagrados como los ciudadanos más jóvenes de la Civilización de las Cinco Galaxias, el óvalo opalescente retrocedió hacia el interior del túnel que cada vez se hacía más estrecho. Disminuyó pero no sin antes obsequiar a los presentes con una visión nueva para ellos, y que probablemente nunca más volverían a ver.

En el cielo, las imágenes del thenanio, el chimp y la humana se miraban unas a otras. Entonces el thenanio echó la cabeza hacia atrás y rió de verdad.

Compartió la poderosa y profunda hilaridad con sus diminutos compañeros. La figura correosa bramaba de risa, rugía.

Entre los maravillados observadores, sólo Uthacalthing y Robert Oneagle se unieron a la diversión de la fantasmagórica figura del cielo que hacía lo que nunca los thenanios habían sabido hacer. Kault continuó riendo mientras su imagen se desvanecía poco a poco, hasta que fue tragada por el agujero del espacio que se cerró para dar paso nuevamente a las estrellas.

Sexta Parte

CIUDADANOS

Soy como un ratero de poca monta, hostil al olfato y a la vista; un simio de torso azulado que salta sobre los árboles del Paraíso.

ROBERT LOUIS STEVENSON. «Un retrato»

92. GALÁCTICOS

—¡Existen! ¡Tienen sustancia! ¡Son!

Los dignatarios y oficiales gubru reunidos inclinaron sus cabezas y gritaron al unísono.

¡Zooon!

—El premio se nos ha negado, el honor se ha dejado de lado, la ocasión abandonada, y todo en nombre de los mezquinos, avarientos contadores de monedas. Ahora el coste será mucho mayor, se multiplicará, se potenciará.

El Suzerano de Costes y Prevención permanecía abatido escuchando en un rincón, rodeado de un pequeño grupo de ayudantes leales, mientras que de todos lados le llegaban reprimendas. Se estremecía cada vez que el cónclave se volvía hacia él y cantaba su reproche.

El Suzerano de la Idoneidad permanecía erguido en su percha, ahuecando las plumas para que se viera mejor el nuevo color que empezaba a aparecer bajo ellas debido al proceso de muda. Los gubru y kwackoo allí reunidos reaccionaron ante ese color con gritos de apasionada devoción.

—Y ahora un recalcitrante, obstinado y vencido frena nuestra Muda y nuestro consenso, que nos permitirían ganar algo del terreno perdido. Ganar honor y aliados. ¡Ganar la paz!

El Suzerano hablaba del colega no presente, el jefe militar, que al parecer no se atrevía a enfrentarse con el nuevo color y la nueva supremacía de la Idoneidad.

Un cuadrúpedo kwackoo se dirigió a toda prisa hacia la percha cíe su líder, se inclinó ante éste y le entregó un mensaje. Casi como si se tratase de una idea de último momento, entregó una copia al Suzerano de Costes y Prevención.

Las noticias que llegaban del punto de transferencia Pourmin no resultaban sorprendentes… se habían oído ecos de enormes naves espaciales que se dirigían a Garth en gran número. Después de aquel fiasco en la Ceremonia de Elevación, era de esperar que se produjesen tales reacciones.

—¿Y bien? —el Suzerano de la Idoneidad interrogó a los oficiales militares presentes—. ¿Planea el Suzerano de Rayo y Garra un plan de defensa de este mundo contra todo consejo, toda sabiduría y todo honor?

Los oficiales, naturalmente, no lo sabían. Habían abandonado a su líder guerrero cuando la confusa y desdichada Muda había cambiado de repente de dirección.

El Suzerano de la Idoneidad ejecutó una danza de impaciencia.

—No me hacéis ningún bien, no hacéis ningún bien a! clan, demorando nuestra integración en la equidad. Regresad, elegid, volved a vuestros destacamentos. Cumplid con vuestro deber de obedecer sus órdenes, pero mantenedme informado de lo que él planea y hace.

La utilización del pronombre masculino fue intencionada. Aunque la Muda aún no se había completado, cualquiera podía decir sin que se le cayeran las plumas hacia donde soplaba el viento.