Los Maestros de la Percha volvieron de lado sus cabezas para contemplar con un ojo cómo el burócrata de Costes y Prevención se apresuraba a ejecutar una rápida y remilgada danza de acatamiento ritual, poniendo en ella toda la atención y prestancia de que era capaz.
¡Qué colores! El amor despertaba dentro del pecho peludo del burócrata una oleada hormonal desencadenada por aquellos tonos reales. Era una vieja e instintiva respuesta y ningún gubru se había propuesto nunca cambiarla. Ni siquiera después de aprender el arte de la alteración genética y convertirse en viajeros del espacio. Los que en aquella raza alcanzaban lo esencial, el color y el género, tenían que ser adorados por aquellos que todavía eran blancos y neutros.
Ése era el meollo exacto de lo que significaba ser gubru.
Y estaba bien. Era el sistema.
El burócrata se percató que otros dos gubru de plumas blancas habían entrado en el Coso por unas puertas laterales. Se reunieron con él en la plataforma central y se acomodaron los tres juntos en unas perchas más bajas frente a los Maestros de la Percha.
El de la derecha iba ataviado con ropajes plateados y alrededor de su fino y blanco cuello llevaba el distintivo a rayas del clero.
El candidato de la izquierda llevaba armas de cinto y la guarnición de acero como oficial militar. Las puntas de la cresta estaban teñidas en indicación de su rango de coronel.
Mostrándose muy fríos, los otros dos gubru de plumas blancas no se volvieron para saludar al burócrata, y éste tampoco dio ninguna muestra de reconocerlos. Pero se sintió intrigado. ¡Somos tres!
La Presidente del Cónclave, una reina anciana cuyo plumaje, muy vistoso tiempo atrás, se había vuelto de un rosa descolorido, encrespó las plumas y abrió el pico. La acústica del Coso amplió automáticamente su voz cuando ella gorjeó para pedir atención. Todos los otros príncipes y reinas callaron de inmediato.
La Presidente del Cónclave levantó un brazo delgado y cubierto de plumas. Entonces se puso a cantar, balanceándose. Uno a uno se añadieron todos los demás Maestros de la Percha, y muy pronto una multitud de formas azules, ámbar y escarlata se movía con ella. De la asamblea real surgió un gemido grave y átono.
—Zoooon…
—Desde tiempo inmemorial —trinó la Presidente en galáctico formal Tres—, desde antes de nuestra gloria, desde antes de nuestro tutelaje, desde antes incluso de nuestra Elevación a sensitivos, ha sido nuestra forma de buscar equilibrio.
La asamblea cantó a contrarritmo.
—Antes de que nuestros ancestros fueran todavía bestias presensitivas, antes de que nuestros tutores gooksyu nos encontraran y nos iniciaran en el conocimiento, antes de que incluso habláramos o conociéramos herramientas, aprendimos esta sabiduría, esta forma de tomar decisiones, esta forma de alcanzar el consenso, esta forma de hacer el amor.
—Zoooon…
—Como medio-animales, nuestros ancestros ya sabían que debíamos… debíamos escoger… debíamos escoger a tres.
El burócrata de Costes y Prevención percibió que los otros dos candidatos que lo flanqueaban estaban tan eléctricamente conscientes como él, presas de una tensa expectación. No había honor más grande que pertenecer a la terna elegida.
Como era natural, a los jóvenes gubru se les enseñaba que ésta era la mejor manera. Pues, ¿qué otra especie combinaba de manera tan hermosa la política y la filosofía con el amor y la reproducción? El sistema había funcionado durante muchos años. Los había llevado a las cumbres del poder en la sociedad galáctica.
Y ahora puede que nos lleve al borde de la ruina.
Quizás hasta era sacrilego imaginarlo, pero el burócrata de Costes y Prevención no pudo evitar preguntarse si algún otro método de los que había estudiado no sería mejor, después de todo. Había leído sobre tantos estilos de gobierno que usaban otras razas y clanes, autarquías y aristocracias, tecnocracias y democracias, sindicatos y meritocracias. ¿No sería uno de ellos un sistema en realidad mejor para juzgar cuál era el camino adecuado en un universo peligroso?
La idea podía ser irreverente, pero esos pensamientos tan poco convencionales eran la razón de que ciertos Maestros de la Percha hubiesen elegido al burócrata para representar un papel de destino. Cuando pasaron los días y los meses, uno de los tres tendría que ser el incrédulo. Y siempre ése era el de Costes y Prevención.
—De este modo buscamos equilibrio. De este modo buscamos el consenso. De este modo resolvemos los conflictos.
—¡Zoooon! —aprobaron las reinas y príncipes.
Se había necesitado una larga negociación para seleccionar a cada uno de los tres candidatos: uno del ejército, otro de las órdenes clericales y otro del Servicio Civil. Si todo salía bien, de ese conglomerado surgirían una nueva reina y dos nuevos príncipes. Y junto con una nueva línea vital de huevos para la raza se produciría una nueva política, que nacería de la fusión de sus criterios.
Así era como se suponía que debía terminar. El inicio, sin embargo, era otra cuestión. Predestinados a ser amantes, los tres serían también desde el principio competidores. Adversarios.
Puesto que sólo podía haber una reina.
—Enviamos a este trío a una misión vital. Una misión de conquista. Una misión de coerción.
»Los mandamos también en busca de unidad… en busca de acuerdo, en busca de consenso, para permanecer unidos en estos tiempos difíciles.
—¡Zoooon!…
En el vehemente coro podía sentirse el deseo desesperado de resolución, de un final a los amargos desacuerdos. Los tres candidatos iban a dirigir una de las muchas fuerzas de combate del clan gooksyu-gubru. Pero los Maestros de la Percha habían puesto una esperanza especial en este triunvirato.
Los sirvientes kwackoo ofrecieron unas brillantes copas a los candidatos. El burócrata de Costes y Prevención alzó una de ellas y bebió ávidamente. El líquido pareció fuego de oro bajando por sus entrañas.
El primer sorbo del Licor Real…
Como era de esperar, tenía un sabor distinto de todo lo imaginable. Al instante, el blanco plumaje de los tres candidatos pareció relucir con la brillante promesa del color que iba a aparecer.
Debemos luchar juntos, y al final uno de nosotros se volverá ámbar. Otro se volverá azul.
Y otro, presumiblemente el más fuerte, el que adopte la mejor política, ganará el premio definitivo.
Un premio predestinado a ser mío. Porque fue dicho que todo ha de tenerse preparado con anticipación. La precaución tiene que vencer el futuro consenso. Un análisis meticuloso ha mostrado que las alternativas serían intolerables.
—Tenéis que avanzar, pues —cantó la Presidente del Cónclave—. Vosotros tres, los nuevos Suzeranos de nuestra raza y nuestro clan. Tenéis que avanzar y vencer. Tenéis que avanzar y someter a los herejes lobeznos.
—¡Zoooon! —trinó la asamblea.