Cuando en 1964, bajo el mandato de Per Gunnar Vinge, la policía secreta se reestructuró y se convirtió en el departamento de seguridad de la Dirección General de Policía, DGP/Seg, el aumento de plantilla ya se había iniciado. Por aquel entonces, Gullberg ya llevaba catorce años trabajando en la policía de seguridad y se convirtió en uno de los veteranos de más confianza.
Gullberg nunca había usado la palabra «Säpo» para referirse a la policía de seguridad. En los círculos oficiales la llamaba DGP/Seg, mientras que en los no oficiales la denominaba, simplemente, Seg. Con sus colegas se refería a ella como «la Empresa» o «la Firma»; o, si acaso, «el Departamento». Pero nunca jamás como «la Säpo». La razón era sencilla: durante muchos años, la tarea más importante de la Firma había sido realizar el así llamado control de personal, es decir: investigar y fichar a ciudadanos suecos sospechosos de albergar ideas comunistas y de presunta traición a la patria. En la Firma se manejaban los conceptos de «comunista» y de «traidor de la patria» como sinónimos. De hecho, el nombre de «Säpo», posteriormente adoptado y comúnmente aceptado por todos, era una palabra que la revista comunista Clarté, potencial traidora nacional, inventó para insultar a los cazadores de comunistas de la policía. Por consiguiente, ni Gullberg ni ningún otro veterano utilizaban el término. No le entraba en la cabeza que su anterior jefe, P. G. Vinge, empleara ese nombre en el título de sus memorias: Jefe de la Säpo, 1962-1970.
Fue la reestructuración de 1964 la que decidió la futura carrera de Gullberg.
La creación de la DGP /Seg trajo consigo que la policía secreta del Estado se transformara en lo que en los memorandos del Ministerio de Justicia se describió como una organización policial moderna. Eso supuso que se realizaran nuevas contrataciones. La constante necesidad de más personal ocasionó constantes problemas de rodaje, cosa que, en una organización en proceso de expansión, supuso que las posibilidades que tenía el Enemigo para colocar a sus agentes dentro del departamento mejoraran radicalmente. Algo que, a su vez, motivó que el control interno de seguridad se reforzara: la policía secreta ya no podía ser un club interno compuesto por ex oficiales en el que todo el mundo se conocía y donde el mérito más frecuente para el reclutamiento era tener un padre oficial.
En 1963 trasladaron a Gullberg a la sección de control del personal, que había adquirido mayor relevancia como consecuencia del desenmascaramiento de Stig Wennerström. Durante ese período se asentaron las bases de ese registro de opiniones que, hacia finales de los años sesenta, tenía fichados a más de trescientos mil ciudadanos suecos, simpatizantes de inapropiadas ideas políticas. Pero una cosa era llevar a cabo un control personal de los ciudadanos en general y otra muy distinta organizar el control de seguridad de la propia DGP/Seg.
Wennerström había desencadenado una avalancha de dolores de cabeza en el seno de la policía secreta. Si un coronel del Estado Mayor de la Defensa podía trabajar para los rusos -además de ser el consejero del gobierno en asuntos que concernían a armas nucleares y política de seguridad-, ¿podían estar seguros, entonces, de que los rusos no tuviesen también a un agente igual de bien colocado dentro de la policía de seguridad? ¿Quién les garantizaría que los directores y subdirectores de la Firma no trabajaban en realidad para los rusos? En resumen: ¿quién iba a espiar a los espías?
En agosto de 1964, Gullberg fue convocado a una reunión en el despacho del director adjunto de la policía de seguridad, el jefe de gabinete Hans Wilhelm Francke. En la reunión también participaron, aparte de dos personas más de la cúpula de la Firma, el jefe administrativo adjunto y el jefe de presupuesto. Antes de que el día llegara a su fin, la vida de Gullberg ya había adquirido un nuevo sentido: había sido elegido. Le dieron un cargo como jefe de una nueva sección llamada provisionalmente «Sección de Seguridad», abreviado SS. Su primera medida fue cambiarle el nombre por el de «Sección de Análisis». El nombre sobrevivió unos cuantos minutos, hasta que el jefe de presupuesto señaló que, a decir verdad, SA no sonaba mucho mejor que SS. El nombre final fue Sección para el Análisis Especial, SAE, que, en lenguaje coloquial, acabó convirtiéndose en «la Sección», mientras que «el Departamento» o «la Firma» hacían referencia a toda la policía de seguridad.
La Sección fue idea de Francke. La llamó «la última línea de defensa», un grupo ultrasecreto que estaba presente en lugares estratégicos dentro de la Firma, pero que resultaba invisible y en el que, al no aparecer en memorandos ni en partidas presupuestarias, nadie podía infiltrarse. Su misión: vigilar la seguridad de la nación. Francke tenía el poder para llevarlo todo a cabo; necesitaba al jefe de presupuesto y al jefe administrativo para crear la estructura oculta, pero eran todos soldados de la vieja guardia y amigos de docenas de escaramuzas contra el Enemigo.
Durante el primer año, la organización entera estuvo compuesta por Gullberg y tres colaboradores elegidos a dedo. Durante los diez siguientes, la Sección aumentó hasta un total de once miembros, dos de los cuales eran secretarias administrativas de la vieja escuela, mientras que el resto estaba compuesto por profesionales cazadores de espías. Se trataba de una organización sin apenas jerarquía: Gullberg era el jefe, sí, pero todos los demás no eran más que simples colaboradores y veían al jefe casi a diario. Se premiaba más la eficacia que el prestigio y las formalidades burocráticas.
En teoría, Gullberg se hallaba subordinado a una larga lista de personas que, a su vez, se encontraban a las órdenes del jefe administrativo de la policía de seguridad, al cual le debía entregar mensualmente un informe, pero, en la práctica, Gullberg disfrutaba de una situación única con extraordinarios poderes. Él, y sólo él, podía tomar la decisión de examinar con lupa a los más altos directivos de la Säpo. También podía, si le parecía oportuno, poner patas arriba la vida del mismísimo Per Gunnar Vinge. (Algo que, en efecto, hizo.) Podía poner en marcha sus propias investigaciones o realizar escuchas telefónicas sin tener que explicar su objetivo o sin ni siquiera informar a sus superiores. Tomó como modelo a toda una leyenda del espionaje americano, James Jesus Angleton, que gozaba de una posición similar dentro de la CIA y al que, además, llegó a conocer personalmente.
Por lo que respecta a su organización, la Sección se convirtió en una microorganización dentro del Departamento, fuera de, por encima de y al margen del resto de la policía de seguridad. Esto también tuvo sus consecuencias geográficas. La Sección tenía sus oficinas en Kungsholmen pero, por razones de seguridad, en la práctica toda ella se trasladó fuera de aquel edificio, a un piso de once habitaciones ubicado en el barrio de Östermalm. El piso se reformó discretamente hasta convertirlo en unas oficinas fortificadas que nunca permanecían vacías, ya que en dos de las habitaciones que quedaban más cerca de la entrada se habilitó una vivienda para la fiel servidora y secretaria Eleanor Badenbrink. Badenbrink era un recurso inapreciable en quien Gullberg había depositado su total confianza.
Por lo que respecta a su organización, Gullberg y sus colaboradores desaparecieron de la vida pública: fueron financiados por medio de un «fondo especial», pero no existían para la burocracia formal de la política de seguridad, de la cual se rendía cuenta a la Dirección General de la Policía o al Ministerio de Justicia. Ni siquiera el jefe de la DGP /Seg conocía a esos agentes, los más secretos de entre los secretos, a los que se les había encomendado la misión de tratar lo más delicado de lo delicado.
De modo que, con cuarenta años, Gullberg se encontraba en una situación en la que no tenía que justificarse ante nadie y en la que podía abrirle una investigación a quien se le antojase.
Ya desde el principio, le había quedado claro que la Sección para el Análisis Especial corría el riesgo de convertirse en un grupo delicado desde el punto de vista político. La descripción del trabajo resultaba, por no decir otra cosa, difusa, y la documentación escrita, extremadamente parca. En el mes de septiembre de 1964, el primer ministro Tage Erlander firmó una directiva según la cual se destinaban a la Sección para el Análisis Especial unas partidas presupuestarias con el objetivo de que realizaran investigaciones especialmente delicadas y de vital importancia para la seguridad nacional. Ése fue uno de los doce asuntos similares que el director adjunto de la DGP /Seg, Hans Wilhelm Francke, le expuso una tarde al primer ministro en el transcurso de una reunión. El documento fue clasificado en el acto como secreto y archivado en el diario igual de secreto de la DGP /Seg.