– Con mucho gusto. A mí también me resulta muy desagradable todo esto. Pero la verdad es que mi clienta ha sido víctima de abuso físico, psicológico y judicial. Y la persona que más culpa tiene en todo esto es Peter Teleborian. Traicionó su juramento hipocrático y traicionó a su paciente. Junto con Gunnar Björck, colaborador de un grupo ilegal de la policía de seguridad, redactó un informe psiquiátrico pericial con el propósito de encerrar a una testigo difícil. Creo que este caso debe de ser único en la historia jurídica sueca.
– Esas acusaciones son tremendas -dijo Peter Teleborian-. Yo he intentado ayudar a Lisbeth Salander de la mejor manera que he sabido. Ella intentó matar a su padre. Resulta obvio que algo le pasaba…
Annika Giannini lo interrumpió.
– Ahora me gustaría atraer la atención del tribunal con el segundo informe psiquiátrico pericial que el doctor Teleborian realizó sobre mi clienta, el mismo informe que se ha presentado hoy en esta sala. Yo afirmo que es falso, al igual que la falsificación de 1991.
– ¡Pero bueno, esto es…!
– Juez Iversen, ¿puede pedirle al testigo que deje de interrumpirme?
– Señor Teleborian…
– Ya me callo. Pero estas acusaciones son inauditas. No le extrañe que me indigne…
– Señor Teleborian, guarde silencio hasta que se le haga una pregunta. Prosiga, abogada Giannini.
– Este es el informe psiquiátrico pericial que el doctor Teleborian le ha presentado al tribunal. Se basa en las llamadas observaciones que se le realizaron a mi clienta, las cuales tuvieron lugar, en teoría, a partir del mismo momento en que la trasladaron a la prisión de Kronoberg, el 6 de junio, y hasta, supuestamente, el 5 de julio.
– Sí, así lo tengo entendido -dijo el juez Iversen.
– Doctor Teleborian, ¿es cierto que no tuvo usted ninguna posibilidad de realizarle a mi clienta alguna prueba u observación antes del 6 de junio? Como ya sabemos, ella estuvo aislada en el hospital de Sahlgrenska hasta ese mismo día…
– Sí.
– Durante el tiempo que mi clienta permaneció en el Sahlgrenska, usted intentó hablar con ella en dos ocasiones. En ambas le negaron el acceso. ¿Es eso cierto?
– Sí.
Annika Giannini abrió de nuevo su maletín y sacó un documento. Rodeó la mesa y se lo entregó al juez Iversen.
– Muy bien -asintió Iversen-. Esta es una copia del informe del doctor Teleborian. ¿Qué se supone que va a demostrar este documento?
– Quiero llamar a dos testigos que están esperando en la puerta del tribunal.
– ¿Quiénes son esos testigos?
– Mikael Blomkvist, de la revista Millennium, y el comisario Torsten Edklinth, jefe del Departamento de protección constitucional de la policía de seguridad.
– ¿Y están esperando ahí fuera?
– Sí.
– Hágalos entrar -dijo el juez Iversen.
– Eso es antirreglamentario -protestó el fiscal Ekström, que llevaba un largo rato callado.
Prácticamente en estado de shock, Ekström se había dado cuenta de que Annika Giannini estaba a punto de fulminar a su testigo clave. La película resultaba demoledora. Iversen ignoró a Ekström y, con la mano, le hizo una seña al conserje para que abriera la puerta. Mikael Blomkvist y Torsten Edklinth entraron en la sala.
– Quiero llamar, en primer lugar, a Mikael Blomkvist.
– Entonces tendré que pedirle a Peter Teleborian que se retire un momento.
– ¿Ya han terminado ustedes conmigo? -preguntó Teleborian.
– No, ni de lejos -dijo Annika Giannini.
Mikael Blomkvist ocupó el lugar de Teleborian en el banquillo de los testigos. El juez pasó rápidamente por todas las formalidades y Mikael pronunció las palabras por las que juraba decir toda la verdad.
Annika Giannini se acercó a Iversen y le pidió que le devolviera el informe que le acababa de entregar. Acto seguido, se lo dio a Mikael.
– ¿Has visto este documento con anterioridad?
– Sí, lo he visto. Tengo tres versiones en mi poder. La primera me la dieron alrededor del 12 de mayo, la segunda el 19 de mayo y la tercera, que es ésta, el 3 de junio.
– ¿Puedes contarnos cómo conseguiste esta copia?
– Lo recibí en calidad de periodista; me la dio una fuente que no voy a revelar.
Lisbeth Salander miró fijamente a Peter Teleborian: estaba lívido.
– ¿Qué hiciste con el informe?
– Se lo di a Torsten Edklinth, del Departamento de protección constitucional.
– Gracias, Mikael. Me gustaría llamar ahora a Torsten Edklinth -dijo Annika Giannini, volviendo a coger el informe. Se lo dio a Iversen, que lo sostuvo en la mano, pensativo.
Se repitió el procedimiento del juramento.
– Comisario Edklinth, ¿es correcto afirmar que Mikael Blomkvist le dio un informe psiquiátrico pericial sobre Lisbeth Salander?
– Sí.
– ¿Cuándo lo recibió?
– Se registró en la DGP /Seg con fecha de 4 de junio.
– ¿Y se trata del mismo informe que acabo de entregarle al juez Iversen?
– Si mi firma figura al dorso, se trata del mismo informe.
Iversen le dio la vuelta al documento y constató que la firma de Torsten Edklinth se encontraba allí.
– Comisario Edklinth, ¿puede usted explicarme cómo es posible que reciba en mano un informe psiquiátrico pericial sobre una persona que sigue aislada en el hospital de Sahlgrenska?
– Sí, puedo.
– Cuéntenoslo.
– El informe psiquiátrico pericial de Peter Teleborian es una falsificación que él redactó en colaboración con una persona llamada Jonas Sandberg, al igual que hizo en 1991 con la ayuda de Gunnar Björck.
– Eso es mentira -protestó ligeramente Teleborian.
– ¿Es mentira? -preguntó Annika Giannini a Torsten Edklinth.
– No, en absoluto. Quizá deba mencionar que Jonas Sandberg es una de las aproximadamente diez personas que han sido detenidas hoy por decisión del fiscal general del Estado. Está detenido por haber participado en el asesinato de Gunnar Björck. Forma parte de un grupo ilegal que ha operado dentro de la policía de seguridad y que ha protegido a Alexander Zalachenko desde los años setenta. Se trata de la misma banda que anduvo detrás de la decisión de encerrar a Lisbeth Salander en 1991. Tenemos abundantes pruebas, al igual que la confesión del jefe de ese grupo.
Un silencio sepulcral se extendió por toda la sala.
– ¿Desea el señor Peter Teleborian comentar algo al respecto? -quiso saber Iversen.
Teleborian negó con la cabeza.
– En ese caso, le comunico que va a ser denunciado por perjurio y es muy posible que también por otros cargos -dijo el juez Iversen
– Con la venia… -intervino Mikael Blomkvist.
– ¿Sí? -preguntó Iversen.
– Peter Teleborian tiene problemas más grandes que ésos. En la puerta hay dos policías que quieren llevárselo para interrogarlo.
– ¿Me está pidiendo que los haga pasar? -preguntó el juez Iversen
– Creo que sería una buena idea.
Iversen le hizo una seña al conserje con la mano para que dejara entrar a la inspectora Sonja Modig y a una mujer que el fiscal Ekström reconoció enseguida. Su nombre era Lisa Collsjö, inspectora de la brigada de asuntos especiales, una unidad de la Dirección General de la Policía cuya misión, entre otras cosas, era ocuparse de los abusos sexuales cometidos contra los niños y de los delitos de pornografía infantil.
– Bien, ¿a qué se debe su presencia aquí?
– Hemos venido a detener a Peter Teleborian, siempre y cuando eso no interfiera en el desarrollo de esta vista oral.
Iversen miró de reojo a Annika Giannini.
– Todavía no he terminado del todo con él, pero vale.
– Adelante -dijo Iversen.
Lisa Collsjö se acercó a Peter Teleborian.
– Queda usted detenido por cometer un delito grave contra la ley de pornografía infantil.
Peter Teleborian se quedó mudo. Annika Giannini constató que toda la luz que pudiera haber en sus ojos se había apagado por completo.