– Lamento haberlo importunado -había achacado su desaparición a la inesperada recaída de su enfermedad, sin recordar nada hasta que despertó bajo los amables cuidados de unas tribus nómadas que no hablaban inglés pero que al fin habían llegado hasta un poblado lejano en el que había un teléfono.
En ningún momento había titubeado al contar esa historia y nadie se mostró lo bastante indiscreto como para formular preguntas incómodas.
La sonrisa de Faisal era cálida.
– Me complace descubrir que su reciente aventura no ha tenido ningún efecto pernicioso en usted.
– Todo lo contrario. El desierto es un lugar maravilloso, señor, y la hospitalidad de su pueblo infinita.
– Entonces debemos ocuparnos de que vea más de ambos. Hassan organizará una fiesta; tenemos mucho que celebrar.
– Será un placer asistir -aunque no tuvo el valor de mirar a Hassan a la cara. Y no preguntó nada sobre la bonita rubia. Tampoco hacía falta. Aisha le había contado la historia.
Hassan observó cómo el coche de Faisal se alejaba del aeropuerto, luego se dirigió al coche que lo esperaba a él.
– En nombre del cielo, ¿en qué pensabas, Partridge? Sé que no figuro en tu lista de amigos, pero, ¿tenías que hacerme eso?
– Yo no…
– ¿No podrías haberle encontrado un traje para que se pusiera? Y en cuanto a traer a su amiga, las miradas se clavaron en ella con más rapidez que pistolas cuando salió del avión detrás de él. Si tenía que venir, podrías haberlo conseguido con un poco más de discreción… -contuvo las palabras. Con la fragancia de su amor en su piel no tenía derecho a darle lecciones de discreción a nadie-. ¿Quién es?
– Se llama Bonnie Hart. Parece que Faisal se casó con ella hace dos semanas.
– ¡Casado!
– Usted… nosotros…, interrumpimos su luna de miel.
– ¿Estaban de luna de miel? Disponiendo de todo el mundo para elegir, ¿tuvo que decidirse por una cabaña en las Catskills?
– Las Adirondacks.
– No importa dónde…
– Esa es la impresión que me causó a mí. Y no fueron lejos porque Bonnie debía regresar a la universidad a la semana siguiente.
– ¡Universidad! Por favor, que tenga fuerzas. ¿En qué planeta vive Faisal?
– Yo diría que tiene los pies firmemente plantados en este. Es una joven encantadora, brillante. Es ingeniero agrónomo…
– No me importa lo que es. Faisal no tendría que haberse casado con ella -se suponía que debía casarse con la mujer que le había sido cuidadosamente escogida. Alguien con todos los contactos políticos adecuados, que aportaría honor a su casa-. Por favor -suplicó-, por favor, Simon, dime que es un engaño.
– ¿Por qué iba a hacerle eso?
Por Rose… Se pasó las manos por la cara.
– No hay motivo. ¿Qué demonios vamos a hacer con ella?
– ¿Darle una amplia parcela de desierto con la que pueda jugar? -sugirió el otro-. Tiene unas ideas magníficas. Al parecer Faisal la conoció cuando fue a visitar la planta hidropónica que usted le pidió que viera.
– ¿Quieres decir que todo es por mi culpa?
– No, señor. Faisal ya no es un muchacho. Es un hombre. Y posee unas ideas muy claras sobre lo que quiere. Le sugerí que los vaqueros no recibirían su aprobación. Me contestó, con mucha educación, que me ocupara de mis cosas.
CAPÍTULO 10
FAISAL y su mujer habían sido llevados a la fortaleza y ambos esperaban la llegada de Hassan en su salón privado. Eso solo rompía las reglas de la etiqueta social, pero él se mostraba impasible.
– Bonnie, este es mi hermano mayor, Hassan. Gruñe, pero no muerde. Al menos no si no se lo provoca demasiado.
– Entonces, cariño, será mejor que saques el botiquín de primeros auxilios, porque yo diría que acabas de ganarte una medalla de oro en provocación -Bonnie, que se había duchado y quitado los vaqueros para ponerse unos pantalones cortos aún más dudosos, sonrió con expresión amistosa y extendió la mano-. Me llamo Bonnie Hart. Lamento que hayas tenido que enterarte de nuestra boda una vez consumada, pero Faisal dijo que si lo quería lo mejor era que me decidiera rápidamente, porque en cuanto lo tuvieras de vuelta en casa y encerrado en tu palacio, sería demasiado tarde.
Hassan sabía cuándo aceptar algo que ya no tenía solución y sonrió con elegancia.
– Mi hermano bromeaba. Como emir, y él lo sabe, Puede hacer lo que desee. Recibe mi más efusiva bienvenida a Ras al Hajar, Alteza.
– ¿Alteza? ¡Por favor! Soy americana. Llevamos a cabo una revolución para poner fin a ese tipo de cosas…
– Bonnie, cariño, ¿por qué no vas a descansar un rato mientras me pongo al día con Hassan? Querrás tener tu mejor aspecto cuando empiecen a llegar visitas.
– Y vendrán -aseguró Hassan-. Cuando la princesa Aisha se entere de la nueva…
– ¿Aisha? Hablamos por teléfono desde Londres -dijo Bonnie-. Estoy impaciente por conocerla. Y a Nadim y a Leila. Nombres maravillosos.
¿El único en no participar del secreto era él? ¿Era tal monstruo que su familia había conspirado para reservárselo? ¿Pensaban que no iba a entenderlo? Cinco días atrás quizá hubieran tenido razón.
– Si tanto te gustan sus nombres, tal vez te gustaría que te ayudaran a elegir un nombre oficial para ti antes de ser presentada a tu pueblo.
– Hmm, no sé si… -miró a Faisal.
– Ahora no, cariño. Hassan está impaciente por abrir las puertas del infierno sobre mí, pero no puede hacerlo con una dama presente.
– Claro -ella rió-. Sé cuando no se me quiere. Simon, ¿por qué no me muestra los alrededores?
– ¿Te importaría, Simon? -preguntó Faisal.
– Por el amor del cielo, Faisal, es tu esposa -protestó Hassan mientras la carcajada de ellos reverberaba por el pasillo-. No puede ir por ahí mostrando las piernas al mundo de esa manera.
– ¿Crees que les provocará un ataque de corazón a los viejos?
– No solo a los viejos.
– Pero, ¿no son estupendas? Dime, Hassan, ¿cómo eran las piernas de la señorita Fenton? Tengo entendido que no perdiste el tiempo para cubrirlas.
– Rose Fenton se pone lo que ella desea -repuso con los dientes apretados-, pero comprende muy bien lo que es aceptable. Y ahora debo insistirte en que te pongas algo más aceptable para el majlis. Estará atestado esta noche -todo hombre importante de Ras al Hajar asistiría para presentar sus respetos al nuevo gobernante. Nadie querría que se notara su ausencia.
– Quiero que aceptes el majlis en mi lugar esta noche, Hassan.
– La entrega de poder es un momento peligroso, Faisal. O es una buena idea confundir a la gente.
– No voy a confundir a nadie. Vas a recibir el majlis porque yo me presentaré ante las cámaras de televisión.
– ¿Sí? ¿Y cuándo lo arreglaste?
– Durante el transbordo en Londres. Hablé con Nadim y dijo que había establecido una conexión con la cadena de la señorita Fenton.
– Comprendo. ¿Y qué pretendes comunicar?
– Quizá tú quieras ayudarme. ¿Cómo ves el avance del país, Hassan? ¿Qué te gustaría cambiar?
Hassan quedó sorprendido. No se había atrevido a esperar que Faisal tomara tan rápidamente las riendas.
– ¿De verdad quieres saberlo?
– Desde luego. Quiero saber qué es lo que pensáis todos. Sé lo que desea Nadim, y Bonnie también tiene grandes ideas. Quiero decirle a la gente, Hassan, quiero que el pueblo sepa que tiene un Cabeza de Estado que antepone su bienestar al suyo propio.