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– En realidad, esa no es mala idea. En cuanto te vean por televisión nadie dudará de quién es el emir.

– Esa es mi intención.

«Y en cuanto eso se solucione», decidió Hassan, «me encargaré de que Nadim le explique la etiqueta a la revolucionaria de las piernas desnudas». Era lo menos que podía hacer su hermana, después de ocultarle el matrimonio de Faisal.

– Había empezado a preguntarme si tendrías dudas, Faisal. Permaneciste lejos de casa más tiempo del que deberías. Eso le dio ideas a Abdullah…

– ¿Por qué alguien iba a tener dudas, hermano mayor? -Faisal sonrió-. Ahora yo soy el emir, y no tengo por qué soportar que me reprendas por nada. Ni siquiera por mi elección de esposa.

– Tu esposa es un problema. En cuanto a lo demás, ni lo sueñes.

Hassan recorría la sala de audiencias del palacio, repasando los planes radicales que había trazado, preguntándose si causarían júbilo o indignación.

Nadim y su marido habían estado llenos de ideas para mejorar los servicios médicos, en particular para las mujeres y los niños. Leila se había mostrado inesperadamente directa sobre el tema de la educación obligatoria para las mujeres. La contribución de Bonnie había sido un estudio sobre el desarrollo de la hidropónica. Bueno, no había escasez de agua procedente de las montañas; tenía sentido, aunque cualquiera sabía lo que pensaría la gente de una princesa que se dedicaba a la agricultura.

Cómo deseaba que Rose hubiera podido estar presente. Tenía tanto que ofrecer… Se controló. No se ganaba nada pensando en algo que jamás podría ser; tomó el mando a distancia y subió el volumen del televisor.

Faisal lucía una túnica tradicional, pero aun así lograba parecer un futbolista estadounidense. En el último año había ganado musculatura, tanto mental como física. Se había convertido en un hombre y estaba orgulloso de él.

Faisal comenzó tal como habían planeado, dándole las gracias a su primo Abdullah por el meticuloso trabajo realizado para el país. Luego prometió que siempre antepondría el bien de la nación. Después comenzó a explicar los planes que tenía para Ras al Hajar, su estrategia para convertirlo en un país abierto en el que las mujeres desempeñarían un papel integrado.

– Esta noche -concluyó- he firmado los estatutos para un nuevo departamento del gobierno, de modo que no se produzcan demoras en poner en marcha estos planes. Oiréis más sobre el tema en los siguientes días y semanas, pero ahora mismo os comunico que este departamento para mujeres estará dirigido por una mujer.

Hassan frunció el ceño. ¿Estatutos? Habían discutido el tema para un departamento para asuntos femeninos, pero sin acordar nada, menos aún quién lo dirigiría. No figuraba en el borrador final que habían convenido.

Se volvió cuando Simon Partridge se unió a él.

– ¿Qué es esto? -exigió-. ¿Qué esta haciendo Faisal?

Rose, de pie a un lado del estudio observando los subtítulos a medida que las palabras de Faisal eran traducidas al inglés, fue abordada por un mensajero real que le entregó un sobre grueso con el sello de la casa real.

Siguió mirando el monitor mientras rompía el sello y extraía un documento. Luego apartó la vista para leer la breve carta que lo acompañaba.

Estimada señorita Fenton:

Tanto mi madre como mi hermana creen que usted será una brillante adición a nuestro país. Hassan la necesitará. Por favor, quédese.

Faisal.

Gordon se hallaba a su lado.

– ¿Qué es eso? -susurró cuando abrió el documento.

Fue a responderle, pero cerró la boca y meneó la cabeza, guardando la carta y el contrato con la rapidez que le permitieron sus temblorosas manos.

– Luego te lo contaré. ¿Qué sucede?

– Está terminando. ¿Lista para el cierre en Londres?

«Hace muchos años, al saber que se moría, mi abuelo me eligió como sucesor», Rose observó las palabras aparecer en la pantalla, luego miró el sobre y tuvo una premonición.

– Oh…

Se llevó los dedos a los labios y meneó la cabeza.

– Sabía, todo el mundo sabía, que yo no era su primera elección. Sin embargo, la necesidad política se impuso. He sido emir durante un día, y en ese período de tiempo, con la ayuda de mi familia, he disfrutado mucho llevando a este país a una nueva época. Continuaré haciéndolo toda mi vida, aunque no como vuestro emir, sino como su más fiel servidor y súbdito…

Hassan miró fijamente a su secretario.

– ¿Sabías que iba a hacerlo?

– Me obligó a jurar que guardaría silencio.

– Tú eres mi secretario.

– Sí, excelencia. Pero Faisal es el emir, o lo es hasta esta medianoche.

– No permitiré que lo haga, Simon.

– Bueno, estoy seguro de que Abdullah se mostrara encantado de recuperar el puesto, si usted se lo permite -se volvió hacia el televisor cuando Faisal concluía su discurso.

– A partir de esta medianoche, renuncio libre y gustoso a mi derecho al trono de Ras al Hajar y le entrego la pesada carga al justo heredero y sucesor de mi abuelo, su primer nieto, mi hermano, Hassan. En la cumbre solo hay sitio para una persona. Es un lugar solitario y me brinda enorme placer deciros que mi último acto como emir será firmar un contrato de matrimonio para el príncipe Hassan. Le deseo toda la felicidad a él y a su princesa elegida, junto con mi juramento y promesa de apoyarlo y honrarlo como emir de Ras al Hajar.

Estaba atrapado. El majlis se hallaba a rebosar. Al parecer no había ni un hombre en el país que no quisiera ofrecer su obediencia al nuevo señor.

Faisal había sido muy inteligente al llegar en vaqueros y camiseta con una esposa extranjera a su espalda. Hasta los más reacios estaban contentos de poder aferrarse a la tradición que Hassan siempre había respetado.

¿Qué harían si supieran que mientras estaba sentado ahí, reconociendo por igual a amigos y enemigos, obligándose a darle nombres a caras apenas recordadas, admitía que su hermano menor tenía más valor en el dedo meñique que el que él había mostrado? Que lo único que deseaba era encontrar a Rose y decirle… decirle… que la amaba y que le suplicaba que se quedara.

Era más de la una cuando todo terminó, pero se dirigió de inmediato al teléfono.

– Tim Fenton -la voz sonaba adormilada-. ¿Es el potrillo?

– No Soy Hassan. Debo hablar con Rose. Ahora.

– Bueno, no puede -Fenton sonó complacido-. No está aquí.

– ¿Dónde se encuentra? No puede haberse marchado aún…

– No creo que su paradero sea asunto suyo, Alteza. Y, a propósito, dimito -colgó.

Una hora antes su fortaleza había estado llena de gente; en ese momento se hallaba de pronto vacía, salvo por los criados y los guardias. Faisal se había llevado a Bonnie a quedarse con Aisha antes de la emisión. En ese momento entendía por qué.

Nadim… bueno, le había pedido a su hermana que arreglara una boda sin pérdida de tiempo. Sin duda al día siguiente lo llamaría para informarle sobre quién había elegido como novia. No tenía prisa por averiguarlo.

Rose pasó un día con el tipo de cuidados que solo había soñado. Trataron su cuerpo de pies a cabeza.

Le dieron un masaje con aceites esenciales, le pintaron las uñas con arabescos exquisitos. Pam Fenton también se hallaba en su elemento, tomando notas.

– Querida, de verdad que eres la hija más maravillosa. Una absoluta inspiración. Primero te casas con un hombre lo bastante mayor como para ser tu padre, brindándome suficiente material para un libro. Y ahora esto.

– ¿Qué es lo que te complace en especial de esto?

– La mujer moderna con una carrera en que lo tiene todo abandona su vida para vivir en un harén.