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Orr sintió que debía contestar a esas argumentaciones. Empezó:

—¿Pero adonde ha ido a parar el gobierno democrático? La gente ya no puede elegir nada en absoluto por si misma. ¿Por qué es todo tan falso, por qué nadie es feliz? Ni siquiera se puede diferenciar del Estado Mundial encargado de criar a todos los niños en esos Centros…

Pero Haber lo interrumpió, realmente enojado.

—Los Centros Infantiles fueron su propia invención, no la mía. Yo no hice más que describirle los ideales entre las sugerencias para un sueño, como siempre hago; traté de sugerir cómo implementar algunos, pero esas sugerencias nunca parecen tener demasiado peso, porque su maldito pensamiento de proceso primario las modifica tanto que no se las reconoce. No es necesario que me diga que se resiste y lamenta, todo lo que estoy tratando de lograr para la humanidad, usted lo sabe… eso ha sido obvio desde el comienzo. Cada paso adelante que le obligo a dar, usted lo anula, lo estropea con la desviación o la estupidez de los medios que usa su sueño para realizarlo. Usted intenta, cada vez, dar un paso hacia atrás. Sus propios impulsos son totalmente negativos. De no estar bajo fuerte compulsión hipnótica cuando sueña, habría reducido el mundo a cenizas, hace tiempo. Recuerde lo que casi hizo, aquella noche cuando se escapó con aquella mujer abogada…

—Ella ha muerto —dijo Orr.

—Bien. Ella era una influencia negativa sobre usted. Irresponsable. Usted no tiene conciencia social, ningún altruismo. Usted es una medusa moral. Tengo que instigarle responsabilidad social hipnóticamente cada vez, y cada vez se desbarata, se estropea. Eso es lo que ocurrió con los Centros Infantiles. Sugerí que, al ser el núcleo familiar el primer modelador de estructuras de personalidad neuróticas, había ciertas formas en que se lo podía modificar en una sociedad ideal. Su sueño se atuvo simplemente a la interpretación más burda, la mezcló con conceptos utópicos baratos, o tal vez cínicos conceptos antiutópicos, y produjo los Centros. Los que, de todos modos, son mejor que aquello que reemplazan. ¡Hay poca esquizofrenia en este mundo!… ¿lo sabía? ¡Es una enfermedad rara! —los obscuros ojos de Haber brillaron, sus labios sonrieron.

—Las cosas están mejor ahora que antes —dijo Orr, abandonando toda esperanza de discusión—. Pero a medida que usted avanza, empeoran. No estoy tratando de frustrarlo; lo que ocurre es que usted está tratando de hacer algo que no se puede hacer. Tengo eso, este don, lo sé, y conozco mi obligación hacia él. Usarlo sólo cuando se debe, cuando no hay otra alternativa. Hay alternativas ahora. Debo detenerme.

—¡No podemos detenernos… acabamos de empezar! Estamos empezando a tener algún control sobre este poder que usted tiene. Estoy a punto de lograrlo, y lo haré. Ningún temor personal puede interponerse en el camino del bien que se les puede hacer a todos los hombres con esa nueva capacidad del cerebro humano.

Haber estaba pronunciando un discurso. Orr lo miró, pero los ojos opacos, que lo miraban directamente, devolvieron su mirada, no lo vieron. El discurso siguió.

—Lo que estoy intentando es que esta nueva capacidad sea replicable. Existe una analogía con la invención de la imprenta, con la aplicación de todo nuevo concepto tecnológico o científico. Si el experimento o la técnica no puede ser repetido con éxito por otros, no sirve. Del mismo modo, el estado e, en la medida en que estaba encerrado en el cerebro de un único hombre, no le servía a la humanidad en mayor grado que una llave encerrada en un cuarto, o una estéril mutación de genio individual. Pero tendré el medio para sacar la llave de ese cuarto; y esa “llave” será un hito tan importante en la evolución humana como el desarrollo de la mente racional. Todo cerebro capaz de usarla, que lo merezca, podrá hacerlo. Cuando un sujeto preparado, entrenado, adecuado, entre en el estado e bajo el estimulo de la Ampliadora, estará bajo completo control autohipnótico. Nada quedará librado al azar, a la casualidad, al capricho narcisista irracional. No existirá esta tensión entre su tendencia al nihilismo y mi tendencia al progreso, sus deseos de nirvana y mis cuidadosos, conscientes planes para el bien de todos. Cuando me haya asegurado mis técnicas, entonces usted tendrá libertad para irse. Absoluta libertad. Y pomo todo el tiempo usted afirmó que todo lo que desea es liberarse de la responsabilidad, ser incapaz de soñar efectivamente, entonces le prometo que mi primer sueño efectivo incluirá su “cura”… nunca volverá a tener un sueño efectivo.

Orr se había parado; estaba quieto, mirando a Haber. Su rostro se veía calmo pero muy alerta y concentrado.

—Usted controlará sus sueños —dijo—, solo, sin nadie que lo ayude o lo supervise…

—He controlado los suyos por semanas, ya. En mi propio caso, y por supuesto yo seré el primer sujeto de mi propio experimento, esa es una obligación absolutamente ética, en mi propio caso el control será completo.

—Yo intenté la autohipnosis, antes de usar las drogas supresoras de sueños…

—Sí, ya me lo dijo antes; fracasó, por supuesto. El asunto de un sujeto reacio que logra buena autosugerencia es interesante, pero no certifica nada; usted no es un psicólogo profesional, no es un hipnotista experimentado, y ya estaba emocionalmente perturbado con toda la cuestión; usted no llegó a nada, por supuesto. Pero yo soy un profesional, y sé exactamente qué es lo que estoy haciendo. Puedo autosugerirme todo un sueño y soñarlo con todos sus detalles, tal como lo pensó mi mente despierta. Lo he hecho todas las noches de la semana pasada, para entrenarme. Cuando la Ampliadora sincronice el modelo del estado e generalizado con mi propio estado d, esos sueños se efectivizarán. Entonces… entonces… —entre la barba ondulada, los labios se separaron en una tensa sonrisa, una especie de mueca de éxtasis que hizo que Orr girara sobre sí mismo como si hubiera visto algo que nunca debió verse, algo aterrador y patético al mismo tiempo—. Entonces este mundo será como el cielo, y los hombres serán como dioses.

—Lo somos, ya lo somos —dijo Orr, pero el otro no lo escuchó.

—No hay nada que temer. El tiempo peligroso —si lo hubiésemos sabido— era cuando sólo usted poseía la capacidad para los sueños e, y no sabía qué hacer con ella. De no haber venido hacia mí, si no lo hubieran enviado a manos científicas, experimentadas, quién sabe qué podría haber ocurrido. Pero usted vino acá, y acá estaba yo: como dicen, el genio consiste en estar en el lugar exacto en el momento oportuno —lanzó una risotada—. De modo que no hay nada que temer, y usted no tiene ninguna responsabilidad. Sé, científica y moralmente, lo que estoy haciendo y cómo hacerlo. Sé adónde voy.

—Los volcanes emiten fuego —murmuró Orr.

—¿Qué?

—¿Puedo irme ahora?

—Vuelva mañana a las cinco.

—Vendré —dijo Orr, y se marchó.

10

Il descend, réveillé, l’autre cóté du réve.

Hugo, Contemplations

Eran sólo las tres de la tarde, y él debió haber vuelto a su oficina en el Departamento de Parques para terminar los planos de las áreas de expansión suburbanas del sudeste; pero no volvió. Pensó el asunto y lo desechó. Aunque su memoria le asegurara que había tenido ese puesto por cinco años, no lo creía; el trabajo no tenía ninguna realidad para él, no era el que debía hacer. No era su tarea.

Tenía conciencia de que al relegar así a la irrealidad una porción importante de la única realidad, la única existencia que de hecho tenía, estaba corriendo exactamente el mismo riesgo que corre la mente insana: la pérdida del sentido de libre albedrío. Sabía que en la medida en que uno niega lo que es, se ve poseído por lo que no es, las compulsiones, las fantasías, los terrores que se apresuran a llenar el vacío. Pero el vacío estaba allí. Esta vida, carecía de realidad, era vacía; el sueño, al crear donde no había necesidad de crear se había vuelto gastado y tenue. Si esto era ser, tal vez el vacío era mejor. Aceptaría los monstruos y las necesidades irracionales. Iría a su casa a dormir, sin drogas, y soñaría los sueños que se presentaran.