Florinda tenía razón. Yo no tengo el esplendor del nagual Juan Matus. Tal como ella había apuntado, para mí no podía haber nada superfluo. Necesitaba de cada apoyo, de cada matiz. No podía permitirme pasar por alto ninguna de las visiones ni de las concepciones de los chamanes del México antiguo, por muy descabelladas que pudieran parecerme.
Examinar el caminar del nagual Julián al borde del abismo implicó que mi habilidad para enfocar mis recuerdos se extendiera hasta los sentimientos que el nagual Julián experimentó en su extraordinaria lucha por mantenerse con vida. Me estremecí hasta la médula cuando descubrí que la batalla de aquel hombre había sido una lucha segundo a segundo, con sus terribles hábitos licenciosos y su extraordinaria sensualidad enfrentados a su férrea adhesión a la supervivencia. Su lucha no fue esporádica, sino la más sostenida y disciplinada de las batallas por mantener el equilibrio. Caminar al borde del abismo incrementaba hasta tal grado la batalla de un guerrero, que cada segundo contaba. Un solo momento de debilidad habría arrojado al abismo al nagual Julián.
Sin embargo, si mantenía su mirada, su énfasis, su interés enfocado en lo que Florinda llamaba el borde del abismo, la presión se aliviaba. Fuera lo que fuese lo que viera, no era tan desesperante como lo que veía cuando empezaban a apoderarse de él sus antiguos hábitos. Cuando miraba al nagual Julián en esos momentos, me parecía estar recapitulando a un hombre diferente; un hombre más pacífico, más desapegado, más compuesto.
Citas de El conocimiento silencioso
No es que un guerrero aprenda chamanismo con el paso del tiempo; lo que aprende con el paso del tiempo es, más bien, a ahorrar energía. Esa energía le permitirá manejar algunos de los campos de energía que normalmente le son inaccesibles. El chamanismo es un estado de conciencia, es la facultad de utilizar campos de energía que no se emplean al percibir el mundo cotidiano que conocemos.
Hay en el universo una fuerza inconmensurable e indescriptible que los chamanes llaman intento, y absolutamente todo cuanto existe en la totalidad del cosmos está ligado al intento por un vínculo de conexión. Los guerreros se dedican a estudiar, a entender y a emplear ese vínculo. Les interesa especialmente limpiarlo del aturdimiento y del entumecimiento provocados por los intereses ordinarios de la vida cotidiana. A este nivel, el chamanismo puede definirse como el proceso de limpiar nuestro vínculo de conexión con el intento.
A los chamanes les interesa su pasado, pero ese pasado no es su pasado personal. Para los chamanes, su pasado son los logros conseguidos por los chamanes de otras épocas. Consultan su pasado con el fin de obtener un punto de referencia. Los chamanes son los únicos que buscan genuinamente un punto de referencia en su pasado. Establecer un punto de referencia significa, para ellos, tener una oportunidad de examinar el intento.
También el hombre corriente examina el pasado. Pero lo que examina es su pasado personal y por razones personales. Se mide a sí mismo en relación con el pasado, tanto su pasado personal como lo que se conoce del pasado de su época, con el fin de encontrar justificaciones a su comportamiento presente o futuro, o para establecer un modelo para sí mismo.
El espíritu se le manifiesta al guerrero a cada paso. Pero ésta no es toda la verdad. La verdad completa es que el espíritu se revela a todo el mundo con la misma intensidad y consistencia, aunque sólo los guerreros sintonizan consistentemente con dichas revelaciones.
Los guerreros hablan del chamanismo como si fuera un ave mágica, misteriosa, que detiene su vuelo un instante para dar al hombre esperanza y propósito; los guerreros viven bajo el ala de esa ave, a la que llaman el pájaro de la sabiduría, el pájaro de la libertad.
Para un guerrero, el espíritu es abstracto sólo en el sentido de que lo conoce sin palabras, incluso sin pensamientos. Es abstracto porque no puede concebir qué es el espíritu. Y aun así, sin tener la menor oportunidad o deseo de comprenderlo, un guerrero maneja el espíritu. Lo reconoce, lo llama, lo incita, se familiariza con él y lo expresa con sus actos.
El vínculo que conecta al hombre corriente con el intento está prácticamente muerto; así que los guerreros parten de un vínculo que es inútil, puesto que no responde voluntariamente. A fin de revivir ese vínculo, los guerreros necesitan un propósito riguroso y fiero, un estado especial de la mente llamado intento inflexible.
El poder del hombre es incalculable; la muerte existe sólo porque la hemos intentado desde el momento en que nacemos. El intento de la muerte puede suspenderse haciendo que el punto de encaje cambie de posiciones.
El arte del acecho consiste en aprender todas las peculiaridades de tu disfraz, y aprenderlas tan bien que nadie sepa que estás disfrazado. Para conseguirlo, necesitas ser despiadado, astuto, paciente y dulce.
Ser despiadado no significa aspereza, astucia no significa crueldad, ser paciente no significa negligencia y ser dulce no significa estupidez.
Los guerreros actúan con un propósito ulterior que no tiene nada que ver con el provecho personal. El hombre corriente sólo actúa si hay posibilidad de ganancia. Los guerreros no actúan por ganancia, sino por el espíritu.
Los chamanes videntes de la antigüedad advirtieron, gracias a su capacidad de ver, que cualquier comportamiento inusual producía un temblor en el punto de encaje. Enseguida descubrieron que si el comportamiento inusual se practica sistemáticamente y se dirige con sabiduría, acaba forzando al punto de encaje a moverse.
El conocimiento silencioso no es sino el contacto directo con el intento.
El chamanismo es un viaje de regreso. Un guerrero regresa victorioso al espíritu tras haber descendido al infierno. Y del infierno regresa con trofeos. La comprensión es uno de sus trofeos.
Los guerreros, debido a que son acechadores, comprenden el comportamiento humano a la perfección. Comprenden, por ejemplo, que los seres humanos son criaturas de inventario. Conocer los pormenores de cualquier inventario es lo que convierte a un hombre en un erudito o en un experto en su campo.
Los guerreros saben que cuando el inventario de una persona corriente falla, o bien la persona amplía su inventario o bien se derrumba el mundo de la imagen de sí mismo. Las personas corrientes son capaces de incorporar nuevos elementos a su inventario siempre y cuando esos nuevos elementos no contradigan el orden básico de ese inventario. Pero si los elementos contradicen dicho orden, la mente de la persona se derrumba. El inventario es la mente. Los guerreros lo tienen en cuenta cuando intentan romper el espejo de la imagen de sí mismos.
Los guerreros jamás pueden tender un puente para reunirse con la gente del mundo. Pero si la gente desea hacerlo, tiene que tender un puente para reunirse con los guerreros.
Para poder acceder a los misterios del chamanismo es preciso que el espíritu descienda sobre el interesado. La presencia del espíritu desplaza por sí sola el punto de encaje del hombre hasta una posición determinada. Este punto preciso es conocido por los chamanes como el lugar de la no compasión.