Podría contarle todo esto a Jakkelsen. Pero, sin embargo, no lo hago.
– Esta noche lo arreglaré todo para nosotros -dice Jakkelsen.
– ¡Qué bien!
– No me crees, Smila. Pero espera y verás. Todo está claro para mí. A mí nunca me ha podido engañar nadie. Porque, como ya sabes, conozco el barco de cabo a rabo. Lo tengo todo controlado.
Cuando sale a la luz del puente veo que no lleva ropa de abrigo. Ha estado conversando a 10 °C bajo cero como si estuviéramos dentro.
– Esta noche sólo debes preocuparte de dormir y tener dulces sueños, Smila. Mañana todo será distinto.
– La cocina de la cárcel ofrecía posibilidades einzigartige [16] de cocer pan ácimo.
Urs está inclinado sobre un molde rectangular envuelto en un paño de cocina blanco.
-Die vielen Faktoren. [17] La misma base, la mezcla y, finalmente, la masa. ¿Durante cuánto tiempo debe reposar y a qué temperatura? ¿Weliche Mehlsorten? [18] ¿La temperatura de cocción?
Desenvuelve el pan. Tiene una corteza brillante, casi vidriosa y de un color castaño oscuro, rota acá y allá por granos enteros de trigo. Un aroma de granos, de harina y de una frescura ácida. Bajo otras circunstancias, podría incluso alegrarme de ellos. Pero hay otra cosa que atrapa mi interés. Un factor temporal. Cualquier acontecimiento en un barco es anunciado en la cocina primero.
– Estás haciendo pan ahora, Urs. Eso es ungewöhnlich. [19]
– El problema reside en el equilibrio. Entre la Säuerlichkeit [20] y la capacidad de fermentación.
Después de haber perdido el contacto, después de que él me encontrara en el montacargas de servicio, he estado pensando que tiene algo de pastoso. Algo que es sensible, incorrupto, sencillo y, sin embargo, refinado. Y, al mismo tiempo, demasiado blando.
– ¿Acaso hay un servicio extra?
Intenta hacer como si no me hubiera oído.
– Irás directamente a la cárcel -le digo-. Directamente ins Gefängnis. Aquí en Groenlandia. No habrá ningún servicio de cocina. Keine Strafermässigung. Aquí no se preocupan mucho de la comida. Cuando nos volvamos a ver, dentro de tres o cuatro años, veremos si has conservado tu buen humor. A pesar de que, sin duda, habrás perdido treinta kilos.
Se desinfla como un soufflé pinchado. No tiene ni la más mínima posibilidad de saber que no hay cárceles en Groenlandia.
-Um Elf Uhr für eine Person. [21]
– Urs -le digo-, ¿por qué te metieron en prisión?
Me mira aterrado.
– Sólo es una llamada -le digo-. A la Interpol.
No me contesta.
– Llamé antes de que zarpáramos -le digo-. Cuando vi la lista con los nombres de los miembros de la tripulación. Fue heroína.
Una ristra de perlas de sudor aparece en la zona estrecha entre la barba y el labio superior.
– No era de Marruecos. ¿De dónde era?
– ¿Por qué tienes que atormentarme de esta manera? -dice.
– ¿De dónde?
– El aeropuerto de Genf. El lago está muy cerca. Estaba en el ejército. Sacábamos las cajas junto con las vituallas, por el río. A las once. Para una persona.
Cuando me contesta, empiezo a entender, por primera vez en mi vida, un poco del arte de los interrogatorios. No es tan sólo por el miedo por lo que me contesta. Se debe también a las ansias de contárselo a alguien, a la carga de una conciencia atormentada, a la soledad del mar.
– ¿Cajas con antigüedades?
Hace un gesto afirmativo con la cabeza.
– De Oriente. En avión desde Kioto.
– ¿Quién las traía? ¿Quién era el expedidor?
– Pero, ¡tienes que saberlo!
No digo nada. Conozco la respuesta antes de que llegue.
– Der Verlaine natürlich…
Es así como han tripulado el Kronos. Con gente tan expuesta que no han tenido más remedio que aceptar, que no han podido elegir. Sólo ahora, después de tanto tiempo, veo la tripulación del barco tal como es en verdad. Como un microcosmos, una reproducción de la red que Toerk y Claussen crearon anteriormente. De la misma manera que Loyen y Ving han utilizado la Sociedad Criolita, ellos han utilizado una organización que ya existía. Fernanda y María de Tailandia; Maurice y Urs de Europa; partes de la misma organización.
-Ich hatte heme Wahl. Ich war zahlungsunfähig. [22]
Su temor ha dejado de parecerme exagerado.
Ya estoy saliendo cuando viene detrás de mí.
– Fräulein Smila. A veces pienso que tal vez todo es mentira… Que tal vez usted no represente a la policía.
Incluso cuando estoy a medio metro de él, percibo el calor del pan. Debe de haber salido del horno hace un instante.
– Y en tal caso wäre es kein besonderes Risiko, [23] si, algún día, le sirvo, digamos, una ración de trifli y pequeños trozos de alambre de púas.
Sostiene el pan en la mano. Debe de estar a más de doscientos grados. Tal vez no sea tan blando como yo creía. Tal vez podría, si se le sometiera a temperaturas demasiado altas, llegar a desarrollar una corteza tan dura como el vidrio.
Un derrumbamiento no tiene por qué llegar como una rotura. Puede perfectamente llegar de manera que, poco a poco, vayas hundiéndote en el abandono y la renuncia.
A mí me llega de esta manera. De vuelta de la cocina me decido a huir del Kronos.
Ya en mi camarote, me pongo ropa interior de lana nueva. Por encima, me visto con mi ropa de trabajo azul, zapatillas deportivas azules, jersey azul y un fino plumífero azul oscuro. En medio de la oscuridad parecerá casi negro. Es lo menos llamativo que de momento se me ocurre. No hago ninguna maleta. Envuelvo mi dinero, mi cepillo de dientes, una muda de ropa interior fina y un pequeño frasco de aceite de almendras en una bolsa de plástico. No creo que consiga escapar con más equipaje.
Me digo a mí misma que es la soledad la que me ha atrapado. Me he criado en una comunidad. Si he deseado y buscado cortas etapas de soledad e introversión, ha sido para poder adentrarme en la colectividad con mayor fuerza.
Pero no la he podido encontrar. Es como si se hubiera perdido para mí, en algún lugar alrededor de aquel otoño en que Moritz me sacó en avión de Groenlandia por primera vez. Todavía sigo buscándola, no me he rendido. Pero es como si nunca acabara de llegar.
Ahora, este barco se ha convertido en una caricatura de mi existencia en el mundo moderno.
No soy una heroína. He sentido algo por un niño. Podía haber puesto mi terquedad a disposición de quien la necesitara, si hubiera habido alguien que quisiera llegar a comprender su muerte. Pero no hay nadie. Nadie más que yo.
Subo a la cubierta. En cada esquina espero encontrarme con Verlaine.
No me encuentro con nadie. La cubierta da la sensación de estar abandonada. Me coloco cerca de la borda. Greenland Star parece ahora distinta de cuando estaba aquí hace unas horas. Entonces, todavía estaba paralizada por los días que precedieron a este momento. Ahora se ha convertido en el camino que me alejará del Kronos, en mi posibilidad de huida.
Los muelles, dos de ellos con una longitud de un kilómetro, están extrañamente silenciosos ante el oleaje tendido que llega rodando desde la oscuridad de allá fuera. Cerca de los edificios vislumbro los pequeños coches eléctricos y las grúas móviles iluminados.
[16] En alemán: «excepcionales».
[17] En alemán: «Los muchos factores».