Viktor Innitzer señala a la oscuridad en dirección al mueble bar.
El jefe alumbra hacia el mueble bar y después hacia la puerta que hay al lado. Dirige la pistola hacia la cabeza de Innitzer. Ya no le hace falta y aprieta el gatillo. Después les hace una señal a los otros y entran corriendo en el salón.
Buscan metódicamente por todo el salón con ayuda de las linternas. Parece un baile ensayado: se mueven espalda contra espalda, dando una y otra vuelta mientras avanzan, con la luz de las linternas apuntando en diferentes direcciones.
Necesitarían mejor luz, especialmente si Kallis ha tenido tiempo de salir fuera. Esperan que esté herido.
– Ve a buscar el Hummer -dice el jefe del grupo a su pinganillo-. Puede ir por terreno cubierto de bosque.
Anna-Maria Mella acaba de ver muerto al hijo de Diddi Wattrang en el Hummer de la familia… Va corriendo hacia Regla. Aunque, en realidad, no corre, porque fuera está todo completamente oscuro. Va dando saltos y levanta los pies mucho para no tropezar con nada. No tiene ganas de caerse con un arma sin seguro en la mano.
«¿Qué es lo que ha pasado aquí?», piensa.
La luz de fuera está apagada. La casa, arriba en la colina, descansa en una oscuridad compacta.
Cuando está un poco más cerca, ve la luz de una linterna. Alguien alumbra el camino y corre hacia allí a toda velocidad. Anna-Maria se desplaza rápidamente hacia la derecha y cae en la cuneta. Se saca la chaqueta, que está llena de reflectante, y la tira al suelo con el forro hacia arriba. No le da tiempo de correr más que hasta allí, porque, si no, la persona que está arriba la oiría. Se encoge en la cuneta. La hierba del año pasado está aplastada y no ofrece protección ninguna, pero crece un poco de maleza y hay ramas. Si la persona no dirige la linterna hacia donde está ella, se puede salvar.
El agua abajo en la cuneta tiene un palmo de profundidad. Enseguida nota que se le está metiendo en los zapatos y a través del tejano. Remueve el barro con la mano que tiene libre y se mancha de suciedad la cara todo lo que puede para que no se vea blanca con la luz de la linterna. Tiene que mirar hacia arriba, estar dispuesta a disparar si la persona la ve y le apunta con un arma. Coge la pistola con las dos manos, después se queda completamente quieta y en silencio. El corazón le late como una campana.
¿Amigo o enemigo? No tiene ni idea. ¿Es alguno de los hombres de seguridad de Kallis? ¿Es el que acaba de dispararle a Diddi Wattrang y a su familia?
No lo sabe. Se va corriendo hacia la verja, hacia el coche con el niño muerto en el asiento delantero. ¡Hacia Sven-Erik!
Se pone de pie y deja la chaqueta en la cuneta. Sube hasta el camino. Tiene completamente mojadas las rodillas y los pies.
Corre por el césped que está al lado, detrás del hombre que va camino del Hummer. Si saca el arma contra Sven-Erik… Ella sabe lo que tiene que hacer. En ese caso, le meterá una bala en la espalda.
El hombre llega hasta el Hummer. Se sienta en el coche y lo pone en marcha. Los focos se encienden y, de pronto, toda la zona aparece bañada de una fría luz. Dios mío, ¿pueden dos focos dar tanta luz?
No se ve a Sven-Erik.
El hombre da marcha atrás. Ella se da cuenta de que no piensa perder tiempo en dar la vuelta, sino que irá marcha atrás hacia la casa.
Anna-Maria se vuelve a tirar en la cuneta. Se tumba boca abajo cuando el coche pasa. Se levanta y se queda agachada para mirarlo. Está muy ocupado mirando hacia atrás así que no puede mirar hacia donde está ella. ¡Vaya conductor! Va marcha atrás a máxima velocidad, dirección arriba por la avenida hacia la casa. Joder, qué deprisa va. Pero se mantiene en la calzada con mucha seguridad.
Después recuerda que va sentado al lado de la sillita con el niño al que le han disparado en la cabeza. Es un pensamiento tan repugnante y repulsivo. ¿Qué clase de gente es ésa?
– Sven-Erik-grita bajito-. ¡Sven-Erik!
Pero no oye respuesta ninguna.
Sven-Erik acaba de pedir refuerzos.
Va andando al lado de la calzada donde hay hierba bastante alta. Qué difícil es no ver nada pero en el cuerpo tiene todos los años de experiencia. Muchas veces ha tenido que andar rodeado de una oscuridad negra como el carbón y esta vez ni siquiera lleva mochila a la espalda.
De pronto su cuerpo siente que alguien avanza por la carretera pesadamente, con las piernas algo separadas. Nota, más que ve, la calzada a su lado y los tilos de la avenida al otro.
Cuando el hombre de la linterna viene corriendo, no se tira a la cuneta, sino que se esconde detrás de un tilo hasta que ha pasado.
Sin saberlo, Anna-Maria y Sven-Erik se cruzan. Pero cada uno corre por el lado opuesto de la calzada. Anna-Maria corre detrás del hombre de la linterna. Sven-Erik hacia el otro lado, hacia la casa. Hay poco más de cuatro metros entre ellos, pero no se ven. Tampoco oyen sus propios pasos, su propia respiración.
Está en el jardín. Ester lleva bien agarrado a Mauri del brazo y de la pierna. Va como un yugo sobre los hombros de ella. Cuando da la vuelta por el ala norte, ve la luz de unas linternas a través del ventanal del salón. No están lejos pero ella está ahora al abrigo de la oscuridad. Tiene que moverse en silencio. Cruza el patio evitando la gravilla.
Pasará a través del manzanar y luego hasta el cerrado bosque. A través del bosque hasta el viejo embarcadero. Setecientos metros de terreno difícil y con el peso de otra persona. En cuanto llegue a la linde de los árboles podrá ir más despacio.
Cuando casi ha llegado al manzanar, oye el Hummer que sube hasta el jardín. Lo ve venir como un animal de ojos rojos. Tarda un segundo en comprender que son las luces traseras. Sube marcha atrás por la avenida.
Se encuentra en el haz de luz. De pronto se iluminan los troncos huesudos de los manzanos y da unos rápidos pasos para salir de allí. Sólo hacia adelante. De vuelta a su senda oscura. Hacia el bosque.
El conductor del Hummer les comunica a sus compañeros a través de su pinganillo que tiene a la vista dos personas que huyen. Pasa el coche por las plantas y por el césped, hacia el manzanar.
Antes tiene que parar porque hay un gran desnivel y no puede saltar desde la terraza de piedra o se quedaría allí clavado.
Da marcha atrás poco más de un metro, maniobra, va un poco hacia adelante, utiliza el coche como foco, busca metódicamente en la zona, les dice a los compañeros que se den prisa. Dos le indican que están en camino. Los otros dos han ido a buscar a los demás de la casa. Acaban de dispararle a la niñera, que había encendido velas en la sala de estar y estaba buscando algo que leer ahora que la televisión no funcionaba.
Anna-Maria tiene el corazón en un puño. El Hummer ha ido a través del jardín y se ha parado en el borde de un manzanar. A la luz de los focos ve a una persona llevar a otra sobre los hombros, moviéndose en dirección hacia el bosque. Los ve un segundo, después desaparecen del haz de luz. El Hummer gira hábil y parece que los busca con las luces largas. A su lado aparecen dos personas vestidas de negro, se paran un segundo y siguen hacia la arboleda.
Anna-Maria se agacha e intenta no hacer ruido al respirar. No está ni a veinte metros de ellos.
«No pueden oírme con el ruido del motor», piensa.
Todo ocurre de repente: la persona de la arboleda está en medio de la luz otra vez y uno de los hombres de al lado del coche envía una ráfaga de metralleta. El otro levanta un fusil hasta el hombro pero no le da tiempo de disparar porque la persona desaparece de nuevo en la oscuridad. El Hummer da marcha atrás, se gira y se queda allí un segundo.
El hombre de la metralleta vuela sobre la terraza como una pantera y va detrás de aquellos desgraciados que intentan huir allí abajo. El tirador de precisión está junto al coche. Dispuesto a disparar puesto en pie.
Anna-Maria intenta ver algo pero sólo hay troncos que extienden sus ramas negras de invierno a la luz fantasmal de los focos del coche.