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Poirot sonrió.

—Lo que la Policía opine no constituye prueba, pero, por regla general, es una guía sólida. ¿Qué concepto tenían ustedes de Eva Kane?

—Que no era, ni mucho menos, la víctima inocente que la creyó el público. Yo era joven por entonces, y recuerdo haberles oído discutir el asunto a mi antiguo jefe y al inspector Traill, que era el encargado del caso. Traill sustentaba la opinión, no había pruebas de ello, claro, de que la feliz idea de quitar del paso a mistress Craig fue exclusivamente de Eva. Y que no solo pensó en ello, sino que la llevó ella a la práctica. Craig volvió a casa un buen día, y se encontró con que su amiguita había tomado un atajo. Seguramente creería ella que pasaría por muerte natural. Pero Craig no opinó igual. Se asustó, escondió el cadáver en el sótano y preparó la cosa para que pareciese que mistress Craig había muerto en el extranjero. Luego, cuando se descubrió todo el pastel, se mostró frenético en sus afirmaciones de que lo había hecho todo él solo, de que Eva Kane no sabía una palabra. Bueno —el superintendente se encogió de hombros—; nadie podía demostrar lo contrario. El veneno estaba en casa. Cualquiera de los dos podía haberlo usado. La linda Eva Kane se mostró toda inocencia y horror. Si lo hizo ella, resultó ser una buena comedianta. El inspector Traill tenía sus dudas... pero carecía de pruebas. Se lo cuento por lo que pueda valer, monsieur Poirot. Como digo, no hay pruebas.

—Pero sugiere la posibilidad de que por lo menos una de estas "mujeres trágicas" era algo más que una mujer trágica... Y que era una asesina, y que si el incentivo resultara lo bastante fuerte, podría asesinar otra vez... y ahora, la siguiente: Janice Courtland. ¿Qué puede decirme de ella?

—He consultado los archivos. Mal bicho. Si ahorcamos a Edith Thompson, no cabe duda de que debiéramos haberla ahorcado a ella también. Desagradable pareja su marido y ella. Eran tal para cual. Y trabajó a ese joven hasta ponerle a punto de caramelo. Durante todo ese tiempo, sin, embargo, tenía puesta la vista en un hombre de dinero. Y quería quitar a su esposo del paso para poder casarse con él.

—¿Llegó a hacerlo?

Spence sacudió la cabeza.

—No tengo la menor idea.

—Se fue al extranjero... ¿y luego?

Volvió a mover Spence la cabeza negativamente.

—Era libre. No se le había acusado de nada. Si se caso, o qué fue de ella, no lo sabemos.

—Pudiera encontrársela uno cualquier día en una reunión —observó Poirot, pensando en el comentario del doctor Rendell.

—¡Justo!

Poirot posó la vista en el último retrato.

—¿Y la niña? ¿Lily Gamboll?

—Demasiado joven para que se la acusara de asesinato. La mandaron a un reformatorio. Los antecedentes de allí son buenos. Le enseñaron me canografía y taquigrafía y le buscaron trabajo cuando salió. Le fue bien. Lo último que se sabe de ella es que estaba en Irlanda. Creo que podemos eliminarla, igual que a Vera Blake. Después de todo, ha rehecho su vida. Y la gente no le tiene en cuenta a una criatura de doce años lo que ha hecho en un acceso de ira. ¿Y si la elimináramos a ella también?

—Quizá lo hiciese —contestó Poirot— si no fuera por el hacha. Es innegable que Lily Gamboll mató a su tía con un hacha, y el desconocido asesino de mistress McGinty empleó algo que se asemejaba a un hacha o cuchilla de carnicero.

—Puede que tenga razón. Y ahora, monsieur Poirot, cuéntenos su parte del asunto. Veo con satisfacción que nadie ha intentado matarle a usted.

—No —dijo Poirot, tras vacilar un segundo.

—No tengo inconveniente en confesarle que he estado algunas veces un poco inquieto por usted desde nuestra entrevista en Londres. ¿Cuáles son las posibilidades entre los residentes de Broadhinnny?

Poirot abrió su librito de notas.

—Eva Kane, si aún vive, tiene que andar muy cerca de los sesenta. La hija, de cuya vida adulta pinta tan conmovedor cuadro el Sunday Comet, tendrá ahora treinta y tantos. Lily Gamboll también tendría esa edad. Janice Courtland frisaría en los cincuenta.

Spence asintió con un gesto.

—Pasemos ahora a los residentes de Broadhinny, y en particular a aquellos en cuya casa trabajó mistress McGinty.

—Creo que eso último está plenamente justificado.

—Sí. Y queda complicado por el hecho de que mistress McGinty trabajaba algunas veces aquí y allá. Pero daremos por sentado temporalmente que lo que quiera que viese, probablemente algún retrato, lo vería en una de las casas a las que iba con regularidad.

—De acuerdo.

—Entonces, teniendo en cuenta la edad, las posibilidades son: primera, los Wetherby, en cuya casa trabajó mistress McGinty el día de su muerte. Mistress Wetherby tiene la edad precisa para ser Eva Kane. Y tiene una hija que podía ser, por la edad, la hija de Eva Kane... hija que se dice de un matrimonio anterior.

—¿Y en cuanto a la fotografía?

¡Mon chéri! No hay manera de identificar con seguridad basándose en ella. Ha transcurrido demasiado tiempo, ha pasado demasiada agua bajo el molino, como dicen ustedes. Uno solo puede decir lo siguiente: mistress Wetherby ha sido decididamente una mujer bonita. Tiene todos los gestos, los aires y las costumbres de tal. Parece demasiado frágil e inofensiva para cometer un asesinato. Pero, según tengo entendido, eso era precisamente lo que el público decía de Eva Kane también. Es difícil saber cuánta fuerza física hubiera sido necesaria para matar a mistress McGinty, sin saber exactamente qué clase de arma se empleó, qué mango tenía, si era fácil de esgrimir o no, cuán afilada estaba, etcétera.

—Sí, sí. Y nunca conseguimos dar con el arma. Pero prosiga.

—Los únicos otros comentarios que tengo que hacer acerca del hogar de los Wetherby son que mister Wetherby sabría ser, y creo, en verdad, que lo es en efecto, muy desabrido si quisiera. La hija quiere a la madre con fanatismo. Y odia a su padrastro. No hago comentarios sobre estos he chos. Me limito a presentarlos para que se consideren. La hija pudiera matar por impedir que el pasado de su madre llegara a oídos del padrastro. La madre podría matar por la misma razón. El padre pudiera matar para impedir que se hiciese público el "escándalo". ¡Se han cometido más crímenes de lo que mucha gente creería posible por salvaguardar las apariencias de respetabilidad! Los Wetherby son "buena gente".

Spence asintió con un movimiento de cabeza.

—De haber algo, fíjese bien que digo "de haber", en ese asunto del Sunday Comet, los Wetherby son claramente los que más se prestan a sospecha —dijo.

—Justo. La única otra persona de Broadhinny que cuadraría en edad con Eva Kane es mistress Upward. Hay dos cosas que militan contra la idea de que mistress Upward, considerada como Eva Kane, hubiese matado a mistress McGinty. Una de ellas es que padece de artritis, y que se pasa la mayor parte del tiempo en un sillón con ruedas.

—En una novela —dijo Spence con envidia—, eso del sillón con ruedas sería una simple tapadera; pero en la vida real, probablemente es lo que representa.

—La otra —prosiguió Poirot—, que mistress Upward parece de temperamento dogmático y autoritario, más inclinada a obligar con amenazas que a recurrir a la persuasión, cosa que no está de acuerdo con lo que se cuenta de nuestra Eva. Por otra parte, sin embargo, el carácter de la gente sí que se desarrolla, y el carácter autoritario se adquiere frecuentemente con los años.

—Eso es cierto —concedió Spence—. Mistress Upward... no imposible, pero sí poco probable. Y ahora, las otras posibilidades. ¿Janice Courtland?

—Creo que puede ser eliminada. No hay en Broadhinny ninguna que tenga la edad necesaria.

—A menos que una de las jóvenes sea Janice Courtland rejuvenecida gracias a la cirugía estética. No me haga caso... no es más que una broma.