BELISARIO ¿Mentiras graves?
MAMAÉ
Más o menos, Padre.
ABUELA (Desde la mesa) ¿Qué dices, Elvira?
MAMAÉ
Que se ha acabado el azúcar. (A Belisario.) Había un paquete entero, pero yo lo escondí. Para que Carmen me diera plata. Y entonces dije la segunda.
ABUELA
¿Y por qué vas a ir tú a comprar el azúcar? Deja que vaya Amelia.
MAMAÉ
Iré yo, nomás. Quiero hacer un poco de ejercicio. (A Belisario.) No era verdad, me cuesta muchísimo andar. Me duelen las rodillas y no guardo bien el equilibrio.
BELISARIO
¿Y para qué esas mentiras, hija?
MAMAÉ
Para comprarme un chocolate. Estaba antojada hacía días. Se me hacía agua la boca al oír en la radio la propaganda del Sublime.
BELISARIO
¿Y no era más fácil que le pidieras al Abuelo cinco soles?
MAMAÉ
Está en muy mala situación, Padre. Vive de sus hijos y ellos pasan apuros. El pobre hace durar semanas sus hojitas de afeitar, sacándoles filo no sé cuánto rato cada mañana. Siglos que nadie se compra ropa en la casa. Heredamos lo que ya no se ponen los sobrinos. ¿Cómo le voy a pedir plata para chocolates? Así que fui a la bodega, compré un Sublime y me lo comí en la calle. Al regresar, puse en el repostero el paquete de azúcar que tenía escondido. Ésa fue la tercera mentira, Padre.
BELISARIO
Eres una persona demasiado orgullosa, hija.
MAMAÉ
Eso no es malo. No es pecado ser orgullosa.
En el curso del diálogo han ido cambiando de posición, hasta adoptar la acostumbrada cuando la Mamaé cuenta los cuentos al niño.
BELISARIO
Yo creo que sí es, Mamaé. El Hermano Leoncio dijo el otro día en la clase de catecismo que el orgullo fue el primer pecado, el de Luzbel.
MAMAÉ
Bueno, quizá lo sea. Pero a la señorita de Tacna el orgullo le permitía vivir ¿ves? Soportar las decepciones, la soledad, la privación de tantas cosas. Sin orgullo, habría sufrido mucho. Además, era lo único que tenía.
BELISARIO
No entiendo por qué le alabas tanto el orgullo. Si ella quería a su novio, y él le pidió perdón por haberla engañado con la mujer mala, ¿no era mejor que lo perdonara y se casara con él? ¿De qué le sirvió tanto orgullo? Se quedó solterona ¿no es cierto?
MAMAÉ
Eres muy chico y no puedes entender. El orgullo es lo más importante que tiene una persona. La defiende contra todo. El hombre o la mujer que pierde eso, se convierte en un trapo que cualquiera pisotea.
BELISARIO
Pero eso ya no es un cuento sino un sermón,. Mamaé. En los cuentos deben pasar cosas. Siempre me dejas en ayunas sobre los detalles. Por ejemplo, ¿tenía malos tocamientos la señorita de Tacna?
MAMAÉ
(Asustada, poniéndose de pie)
No, claro que no. (Más asustada.) ¿Malos… qué has dicho? (Horrorizada.) ¿Malos qué, malos qué cosa?
BELISARIO (Avergonzado)
He dicho malos pensamientos, Mamaé. ¿No tenía a veces malos pensamientos la señorita de Tacna?
MAMAÉ
(Compadecida, deslizándose dificultosamente hacia su sillón)
Tú eres el que tiene la cabeza llena de malos pensamientos, chiquitín.
Se sienta en su sillón y se acurruca. Los Abuelos y Amelia, ajenos, siguen comiendo.
BELISARIO
(Que se ha vuelto a poner a escribir. Habla, mientras garabatea sus papeles) Sí, Mamaé, es verdad. No puedo dejar de pensar que, bajo esa apariencia espiritual, detrás de esa mirada serena, había también en la señorita una madeja de ríos de sangre tibia, instintos que, de pronto, alzaban la cabeza y exigían. ¿O esa austera rutina que era su vida exterior, era, de verdad, toda su vida? (Deja de escribir. Se vuelve a mirar a la Mamaé. Se dirige a ella, con cierto patetismo.) De chico, me figuraba que habías sido siempre una viejecita arrugada. Y ahora, que trato de imaginar tu juventud, no puedo: la viejecita ahuyenta siempre a esa joven que también fuiste. A pesar de tantos cuentos, sigo en la luna sobre la señorita. ¿Qué le pasó luego de quemar su vestido de novia y dejar plantado al oficial chileno?
Con las últimas frases de Belisario, la Abuela se ha levantado de la mesa y se acerca a la Mamaé. El Abuelo y Amelia continúan comiendo, ignorantes de lo que sigue. El Abuelo, a veces, echa sal a su plato con una especie de furia.
ABUELA
¿Por qué no has hecho tus maletas, Elvirita? Belisario quiere partir al alba, para llegar al muelle de Arica antes del sol fuerte. No nos vaya a dar una insolación, sobre todo a ti que tienes la piel tan blanca. (Pausa.) ¿Sabes que, en el fondo me alegro de partir? Cuando murió mi madre, después de esa terrible agonía, fue como si también Tacna se hubiera empezado a morir. Y ahora, con la muerte de mi padre, esta ciudad se me hace hasta antipática. Vamos a hacer tus maletas, yo te ayudo.
MAMAÉ
No voy a ir a Arequipa con ustedes, Carmencita.
ABUELA
¿Y dónde te vas a quedar? ¿Con quién te vas a quedar en Tacna?
MAMAÉ
No voy a ser una carga para ti en la vida.
ABUELA
No digas tonterías, Elvira. Sabes que mi marido está feliz de que vengas con nosotros. ¿Acaso no somos como hermanas? Serás la hermana de Pedro, también. Vamos a hacer tus maletas.
MAMAÉ
Desde tu boda, me he pasado todas las noches esperando este momento. Desvelada, pensando, hasta que oía la corneta del cuartel de los chilenos. No puedo vivir con ustedes. Pedro se ha casado contigo y no contigo más tu prima Elvira.
ABUELA
Te vienes a vivir con nosotros y se acabó. Es un tema agotado.
MAMAÉ
A la larga sería un estorbo. Una fuente de problemas. Por mi culpa habría disputas entre ustedes. Algún día Pedro te echaría en cara que le hubieras impuesto cargar con una intrusa toda la vida.
ABUELA
Por lo pronto, no será toda la vida, porque mañana te olvidarás de lo ocurrido con Joaquín, te enamorarás y te casarás. Por favor, Elvira, hay que levantarse de madrugada. Tenemos un viaje tan largo.
BELISARIO
(Encantado con el hallazgo, salta en el asiento)
Largo, pesadísimo, complicadísimo. En tren de Tacna a Arica. Tomar el barco en Arica y pasar dos días navegando, hasta Moliendo. El desembarco allí era cosa de circo ¿no, abuela? Las bajaban a las señoras del barco a la lancha en canastas, como a las vacas ¿no, Mamaé? Y, después, la cabalgata de tres días hasta Arequipa, por sierras
donde había el peligro de ser asaltadas por los bandoleros. (Se pone a escribir, entusiasmado.) Ah, Belisario, y eso es lo que tú criticabas tanto en los escritores regionalistas: el color local y la truculencia.
ABUELA
¿Te dan miedo los bandoleros, Elvira? A mí me dan, pero al mismo tiempo me encantan. En esas cosas debías pensar y no en tonterías.
MAMAÉ
No son tonterías, ñatita.
ABUELA
Sabes muy bien que no te puedes quedar en Tacna. Aquí no tenemos ya nada. Ni siquiera esta casa, que vendrán a ocupar mañana los nuevos dueños.
MAMAÉ
Me quedaré donde la María Murga.
ABUELA
¿La que fue tu niñera? ¡Qué cosas dices!
MAMAÉ
Es una mujer de buen corazón. Me ha ofrecido un cuarto en su casa, en La Mar. Lo compartiré con su hijito menor, mi ahijado. Ayudaré con los gastos. ¿Acaso no sé bordar? Haré manteles, velos, mantillas de encaje. Y también dulces. Los llevaré a la Pastelería Máspoli; el italiano los venderá y me dará una comisión.
ABUELA
Como en una novelita de Xavier de Montepin… Ya te veo viviendo en un arrabal de Tacna, en medio de los cholos y de los negros. Tú, que a todo le haces ascos; tú, la niñita respingada, como te decía mi papá.
MAMAÉ
Seré respingada, pero nunca me he sentido rica. Aprenderé a vivir como los pobres, ya que yo también soy pobre. La casita de la María Murga es limpia.