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Puede que sí, Lorenzo. Puede que tengas razón. No por ello he dejado de decirte verdades útiles aún, no tanto para la sucesión y la campaña inminentes, sino para los poco más de tres años que todavía te quedan en la Presidencia. No eres excepción a una verdad. Todo jefe de Estado debe escoger entre numerosos caminos. Siempre está en el cruce y lo van a empujar muchas fuerzas.

– Ve por aquí.

– No, mejor por allá.

Ninguna fuerza más poderosa, sin embargo, que la fuerza interior del propio Presidente. Es difícil ubicarla, definirla y actuar sobre ella porque lo insoportable de ser Presidente es que todos te miran como si viesen su propio destino en tu cara. ¡Sobre todo, los miembros del Gabinete! La mayoría cree, por desgracia, que el Presidente recompensa la lealtad más que la capacidad.

Te repito: no quiero llevar agua a mi molino. No hablo pro domo sua. Me expreso hipotéticamente. Los mexicanos acostumbran culpar de todo al "sistema", sea cual éste sea. Jamás se culpan a sí mismos como personas o como ciudadanos. No: es siempre "el sistema' y la cabeza del sistema es el señor Presidente. Una regla no escrita del bendito sistema -desde siempre, desde la Colonia, para acabar pronto- es que es lícito enriquecerse en el poder por un motivo y con dos condiciones.

El motivo es que, sin que nadie lo diga, todos saben que la corrupción "engrasa' al sistema, lo "lubrica" si tú quieres, lo vuelve fluido y puntual, sin esperanzas utópicas respecto a su justicia o falta de ella. México, empero, nunca ha tenido el monopolio de la corrupción. Recuerda la operación "manos limpias" en Italia, los casos Banesto y Matesa en España, la corrupción atribuida al propio canciller Kohl en Alemania o a los cercanos de la virginal señora Thatcher en Inglaterra, para culminar con la corrupción corporativa en los Estados Unidos -el caso Enron, seguido del caso WorldCom, el caso Haliburton, etc., que desnudaron, si no al Presidente Bush junior, un hombre totalmente despistado, un muñeco de ventrílocuo, seguramente a su entorno inmediato ligado al mundo de las finanzas y del petróleo…

Para qué seguir. La diferencia con México es que en Europa o los Estados Unidos se castiga y en América Latina o se premia o se pasa por alto. Ahora te pongo un caso ejemplar, querido compadre y Presidente. Supongamos que X es corrupto y se le sorprende. ¿Conviene o no castigarlo? ¿Qué debe privar, la justicia o la conveniencia?

Yo sé que un sistema político, el que sea, tiene que crear sus propios tabúes no sólo para proteger a los privilegiados, sino, esto es lo que importa, para proteger a la sociedad misma. Si no hay política sin bandidos, lo cierto es que tampoco hay sociedad sin demonios. A veces hay que tolerar o disfrazar pecados de Estado para defender, más que al Estado, a la sociedad, de sus propios poderes diabólicos.

Dicen que estás demasiado aislado y que no ver a nadie te permite imaginar en los demás todas las virtudes -y todos los defectos-. El resultado político neto, tú lo sabes, es que los subalternos, interpretando cada cual a su manera la impasibilidad del Presidente, se pelean entre sí. Mientras tú disfrutas, musitándola, de lo que llamas

– Mi necesaria soledad para pensar claro y actuar derecho,

tus colaboradores se pelean entre sí. Figúrate qué gran oportunidad cuando se acerca la sucesión presidencial. Los pleitos y rivalidades de tus colaboradores, fomentados por la supuesta pasividad del Presidente, te permiten actuar, en última instancia, como árbitro.

No te engañes, Lorenzo. Señor Presidente: el país percibe tu pasividad como un defecto. Has perdido autoridad, seamos francos. Pero ahora, si te lo propones, puedes ganar, en cambio, el poder. Gana la implacable batalla por la sucesión presidencial. Lo que muchos consideran tu defecto, puede ser ahora tu virtud: toma el castillo sin despertar a los perros.

Perdona, pero no le hagas caso a Séneca, que te recomienda pasearte entre la gente, como un califa de Bagdad, disfrazado de pordiosero. Recuerda que si abres las ventanas de Palacio, van a entrar un sol muy brillante y un viento muy fuerte. El pueblo se va a deslumbrar, pero el gobierno se va a acatarrar. Ten listas tus aspirinas y tu desenfriol.

Y las purgas, no para ti, sino para tus colaboradores desleales. Si aún no lo sabes, pronto lo sabrás.

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Tácito de la Canal a María del Rosario Galván

Muy breve nota, señora mía. Cuanto se dice, escribe, tramita o murmura en este país pasa por mi despacho. Soy yo quien, cual coladera, sabe qué dejo pasar y qué impido llegar a la mesa del señor Presidente. Me he enterado de lo que saben usted, su amante viejo Bernal y su joven amante Valdivia. Demasiados secretos, demasiados amores, discreciones dificultosas. Precávase. No voy a dejar pasar una infamia como la que me preparan gracias a la estulticia de un anciano archivista de Los Pinos. Abajo las máscaras, señora. O como diría usted, educada con los franchutes, C'est la guerrea Recuerde usted su lado flaco. No es sólo mujer política. Es madre. ¿Quiere que se sepa? O peor tantito, ¿quiere que el niño sufra? Piénselo. Yo siempre estoy dispuesto a pactar.

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María del Rosario Galván a Tácito de la Canal

Tienes razón, Tácito, abajo las máscaras y arriba el telón. Tú y Bernal son contendientes políticos y pueden hablar claro. Yo no voy a perder la serenidad como tú lo haces, pero sí voy a aprovechar, casi por indispensable catarsis, para decirte unas cuantas verdades…

Has creído que para ascender todo se vale, pero no has calculado el precio del combate cuando ya nada se vale porque nos hemos quedado sin cartuchos y tu cartucho era el señor Presidente.

Has contado con que tu servilismo sea un pasaje gratis a la Silla del Águila. El país entero te ha observado tratando al Presidente como si fuera un intocable Mikado japonés. ¿Cuál crees que es la imagen con que se te puede presentar, mi impresentable amigo, al electorado? ¿Quién no sabe que le acomodas la silla al Presidente cuando éste se sienta a comer y luego te quedas a lamer el plato de las sobras presidenciales? ¿Quién no te ha visto de pie detrás del Presidente con la actitud de guardar la persona del Emperador, que nadie lo toque y que nadie lo escuche? "Dejen que al Presidente le crezcan el pelo y las uñas. Yo se las cortaré en secreto, sin que se dé cuenta, mientras duerme, y las guardaré en un cofrecito…"

Sí, Tácito, como todo lo que guardas en tus cajones. Como objetos robados. Tácito, te especializaste en revelar el pasado desagradable de las personas. Sé perfectamente que yo fui víctima de tus calumnias y ahora me amenazas con volver a hacerlo. Pero ahora es tu propio pasado el que se te va a aparecer de noche a quitarte el sueño. Has desenterrado todos los secretos menos uno, el tuyo. Ahora tu culpable misterio se te va a desenterrar y te lo juro, Tácito, te va a aterrar y con suerte, te va a desterrar.

Por mí no va a quedar. Te lo digo con todas sus letras. En este momento, lo que intentas hacer contra mí y contra Bernal, rebotará contra ti. La verdad de tu conducta la tengo yo y la daré a conocer si me tocas un pelo de la cabeza. Y aunque me cortaras la cabeza, mis pruebas contra ti saldrían a la luz, con un cargo más: el de asesino.

Sabes, hay gente pequeña y malvada que sabe demasiado. Pero también hay gente buena y grande que sabe lo suficiente para callar tu insoportable y tipluda voz de cura recién ordenado. ¿Sabes a quién te pareces por la voz y el físico? A Franco, mi Tácito, al generalísimo Francisco Franco. Pero esta no es España ni estamos en 1936. Has caído en la ilusión premeditada con que Lorenzo Terán ha manejado a su Gabinete. A todos les ha hecho creer: Tú eres el Bueno. Tú eres mi sucesor natural.

¿Te has metido alguna vez en la cabeza del Presidente? ¿Te has imaginado lo que él imagina?