Me gusta tu manera fría, expedita, sabia, de hacerme el amor. Dicen que todas las mujeres jóvenes son bellas. Yo no. Creo que he aprendido a suplir mi falta de belleza con talento y hacer que mi personalidad sea más atractiva que mi fealdad. Quiero que me envidien mi personalidad, no mi cara.
Y tú, ¿guapo? ¿Quién es realmente guapo a la hora de desnudar su alma y confrontar su verdad, su secreto, su transgresión?
Qué bueno que tú y yo no tenemos intimidad que recordar. No tenemos momentos compartidos, risas, confidencias, arrumacos. Todas esas tonterías. Lo que tenemos es política.
Lo que tenemos es la decisión de mantenernos en el poder más allá de los tres años que te otorga la ley. Tres años. Suficientes, si nos manejamos bien, para reformar la Constitución y permitir la reelección. Suficientes, si continuamos actuando con energía legalista y flexibilidad práctica. Escogiendo bien a las víctimas propiciatorias. Que son Galván y Herrera. (No sé si suena a razón social o a pareja de tira cómica.) Manteniendo la fachada de una gran seriedad, de una gran confiabilidad. Pisa con cuidado, Nicolás. Date cuenta de que el ridículo ha destruido más gobiernos latinoamericanos que la ineptitud o el crimen.
Una bruja mexicana descubriendo en su jardín los huesos de un diputado desaparecido sólo para que el peritaje los atribuyera a un abuelito de la pitonisa o algo así. (Hace tanto tiempo…)
Un brujo argentino decidiendo los actos de una bailarina de cabaret elevada a la Presidencia. (Hace mil años.)
Presidentes argentinos, brasileños, peruanos, exhibiendo públicamente sus conflictos matrimoniales.
Presidentes ecuatorianos bailando rock y hulahoop en público alrededor del miembro viril de un gringo capado por su leonina Judith quiteña.
Y como trasfondo real, la corrupción gigantesca, los préstamos internacionales que acaban en cuentas suizas, las campañas de intimidación, las torturas, los Vladimiros y sus vladivideos… ¿Cómo va a ser respetable la América Latina? ¿Cómo evitar el escarnio, el escándalo, el repudio, el ridículo?
Con la discreción, señor Presidente. Con la libertad y la democracia. Con el horizonte abierto a la oportunidad. Con la gran consigna del más grande genio político de la era moderna, Bonaparte: Carreras abiertas para todos.
Se puede tener un origen turbio. Si quiere usted consolarse tras de leer esta desconsolada carta de su amiga consolada siempre por la verdad, le agrego dos fichas policiales a las que aquí consigné:
SCHICKELGRUBER ADOLF, llamado "Hitler". Nacido en Braunau, Austria 1889. Participa cabo Gran Guerra. Vagabundo calles Viena. Acogido Asilo para Destitutos. Se une grupos de choque extrema derecha. Asciende con encendida retórica antijudía y antimarxista. Participa golpe cervecería Munich 1923. Juzgado por traición y condenado a dos años de cárcel en prisión de Landsberg, donde escribe Mein Kampf Obsesionado superioridad raza aria y eliminar parásitos judíos.
DJUGASHVILI IOSIV VISSIARONOVICH, llamado "Stalin", "Koba", "Soso". Nacido en Gori, Georgia, 1879. Encarcelado Irkutsk 1903, Campo de Volgoda, 1908. Asalta Banco del Estado, Tiflis, 1907. Pronuncia discursos antisemistas. Califica a judíos de "Judas circuncidados".
No abundo en los sórdidos detalles de las posteriores carreras de estos dos tiranos. Me basta recordar ahora sus orígenes no sólo bajos, sino criminales, para puntualizar: no fueron obstáculo para su ascenso. Les bastó fabricarse una nueva personalidad. ¿Iba a dominar a Alemania y al mundo un vagabundo llamado Schickelgruber? ¿Iba a dominar a Rusia y al mundo un asaltante de bancos llamado Koba? ¿Iba a ser Presidente de México el pequeño hampón catalán Nico Salvat?
Sí, se puede tener un origen turbio. La banda presidencial es como un detergente. Pule, limpia y da esplendor. La Silla del Águila eleva, es cierto, pero "nadie puede sentarse más alto que su propio culo". No es usted peor, señor, que Menem o Fujimori. Y ya ve usted de qué bajos fondos emergieron Hitler y Stalin, y tuvieron más poder que el soñado por usted, señor Presidente. Mucho más.
Pero tuvieron cuidado de eliminar a quienes les abrieron el camino del poder. Los co-conspiradores de Hitler en el putsch de Munich. Los camaradas comunistas de Stalin tras la muerte de Lenin y a pesar de las advertencias de éste ("El camarada Stalin ha concentrado poderes sin límites entre sus manos y no estoy seguro de que los emplee bien."). Ya ve usted por qué no tomaré nunca una ducha en su baño.
Bueno. Pamplinas, como decían las abuelitas. Pelillos al viento, señor Presidente. La mera neta es que la política es una cena de bárbaros. Cada azteca le entierra un puñal a su vecino tlaxcalteca y viceversa. Tú y yo, sentaditos nomás en los tronos alejados del banquete y viendo desde arriba a nuestras tribus de Atilas aborígenes que se matan entre sí. Tú y yo, apóstoles de la mesura y la mediación, mi querido Nicolás.
Mesura, Nicolás. Si quieres ganarte un enemigo, demuéstrale que eres más inteligente que él.
Discreción, Nicolás. No permitas que tus indispensables actos de autoridad ilegal se conviertan en noticia de prensa.
Modestia, Nicolás. Que sólo nos satisfaga lo mejor.
El poder es una terrible suma de deseos y represiones, de ofensas y defensas, de ocasiones perdidas o ganadas. Llevemos la aritmética secreta de nuestra contabilidad. Que no se nos convierta en noticia -te repito- lo que debe permanecer secreto. Aunque el secreto sea relativo. Es estúpido pensar que lo que le pasa a uno no le pasa a nadie más. Cada cosa que sucede le está sucediendo al mismo tiempo a millones de seres. No lo olvides. Protege el secreto. Pero recuerda nuestra fuerza. Somos humanos y nos parecemos a todos. Nuestros presidentes, nuestros secretarios de Estado, lo olvidan con frecuencia. Pero somos políticos porque no nos parecemos a nadie. ¡Que miserable consuelo! ¡Qué irritante paradoja -o parajoda, como decía uno de nuestros rústicos prohombres!
Inevitablemente, provocarás envidia. Todos quieren gozar de la intimidad del Presidente porque todos quieren gozar de sus privilegios. Ahora nos toca actuar solos, querido. Convertirlo todo en ventaja. Pero mucho cuidado con nuestras debilidades. Te lo repito como mujer. Sabes que las mujeres se odian y aprenden a disimular sus odios. Pero los hombres se quieren y aprenden a disimular sus simpatías. Nuestras virtudes son nuestras debilidades, en ambos casos.
Hay un hombre que te quiere tanto, que hasta te quiere matar. Y tú lo quieres tanto que no te atreves a matarlo. Jesús Ricardo Magón.
Decídete, Nicolás. En esto no te puedo aconsejar. La política es la actuación pública de pasiones privadas. ¿Puede haber política pública sin pasión privada? ¿Necesito a estas alturas repetirte el ABC de tu tocayo florentino?
Es más seguro ser temido que ser amado.
El amor se rompe cuando deja de convenirnos.
El miedo, en cambio, nunca nos abandona.
El príncipe debe ser temido sin incurrir en el odio de su pueblo.
Mide tus palabras. Que de tus labios no escape nada que no sea entendido como caridad, integridad, humanidad, rectitud y piedad. Los pueblos juzgan más por lo que ven que por lo que entienden.
Mide tus palabras. Mussolini, al principio de su gobierno, habló mal del último diputado independiente que quedaba, Mateotti. Sus allegados -sus lambiscones- lo oyeron y mataron al diputado. Se consolidó la dictadura fascista. Por descuido verbal. ¡Qué sabio era Obregón cuando dijo: "Un Presidente no habla mal de nadie."
Ten listas tus palabras finales, Nicolás. "Luz, más luz" en un extremo. "Después de mí, el diluvio", en el otro. La palabra del humanista y la palabra del monarca. Pero no termines como el pobre arriba citado Álvaro Obregón, el mejor militar de la historia de México (¡cómo no lo tuvimos en 1848 en vez del cojo traidor Santa Anna!), Obregón el vencedor de Pancho Villa, el brillante estratega y político, asesinado en un banquete por un fanático religioso en el momento en que alargaba la mano pidiendo,