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¡Deja que me ría!

Hoy, no nos queda más remedio que escribirnos cartas. Todas las demás formas de comunicación se han cortado. Claro, nos queda el recurso de la conversación privada. Para eso, hay que perder un tiempo considerable en darse citas e ir de un lugar a otro, sin saber de verdad si lo único que aún funciona es el micrófono escondido donde menos lo pienses. En todo caso, lo primero se presta a una indeseada intimidad. Lo segundo, a los más temibles accidentes de la circulación. Y no hay más triste definición de la vida que la de ser un mero accidente de la circulación.

Querido Nicolás, yo desafío al mundo. Yo voy a escribir cartas. Yo me voy a exponer al peor peligro de la política polaca: dejar constancia por escrito. ¿Estoy loca? No. Simplemente, confío tanto en mi poder de convocatoria que lo asimilo a mi poder mimético. Cuando la clase política de este país sepa que María del Rosario Galván se comunica por escrito, todos me imitarán. Nadie querrá ser menos que yo. ¡Mira nomás qué macha es María del Rosario! ¿Seré yo menos que ella?

Me estoy riendo, mi joven y bello amigo. Verás cómo mi ejemplo cunde porque mi valentía sienta jurisprudencia. ¡Qué gracia! Ayer, en Bucareli, te digo:

– No escribas nunca, Nicolás. Un político no debe dejar huella de sus indiscreciones, que eliminan la confianza, ni de su talento, que alimenta la envidia.

Pero hoy, tras la catástrofe de esta mañana, ya lo ves, tengo que desdecirme, traicionar mi pequeña filosofía de toda la vida y pedirte:

– Escríbeme, Nicolás… Estás ante una mujer apostadora. Por algo nací en Aguascalientes durante la Feria de San Marcos. Mis primeros vahídos se confundieron con relinchos de caballo, cantos de gallo, navajazos de palenque, barajar de naipes, sones de guitarrón, falsete de cantadoras, trompetas de mariachis y gritos de "¡Cierren las puertas!"

No van más apuestas. Les jeux sont faits. Ya ves, ayer le aposté toda mi confianza al silencio. Tenía presente la manera como lo escrito en secreto se vuelve públicamente contra nosotros un día. Recordaba la fascinación psicótica del Presidente Richard Nixon por dejar grabadas todas sus intrigas e infamias en el más soez lenguaje imaginable en un cuáquero. Te lo digo a boca de jarro: todo político tiene que ser hipócrita. Para ascender, todo se vale. Pero hay que ser no sólo falso, sino astuto. Todo político asciende con una cauda de desgracias amarradas, como latas de CocaCola a la cola de un gato a la vez rebelde y espantado… El gran político es el que llega alto despojándose de amarguras, rencores y malos ratos. El puritano como

Nixon es el político más peligroso para los demás y para sí mismo. Cree que todo el mundo tiene que soportarlo porque él viene de muy abajo. Su humildad cabizbaja alimenta su insolente soberbia. Eso es lo que perdió a Nixon: la nostalgia del fango, la desesperada vocación de regresar al albañal de la nada para purgarse del mal, sin darse cuenta de que sólo volvía a bañarse en el lodo de sus orígenes, al precio de recobrar, lo admito, la ambición de salir del hoyo y ascender de nuevo.

La nostalgie de la boue, dicen los franceses (y entre paréntesis, esa es otra cosa que me encantó de ti, que seas francófono, que hayas estudiado en la École Nationale d'Administration de París, que estés a tono con los que abandonamos el inglés por haberse convertido en lingua franca, devolviéndole al francés el prestigio de la comunicación casi elitista, secreta, entre políticos ilustrados).

Nixon en los USA, Díaz Ordaz en México, Berlusconi en Italia, acaso Hitler en Alemania, Stalin en Rusia, aunque estos dos últimos conviertan el mal en grandeza y aquellos lo revierten a la miseria… Estudia estos casos, querido Nicolás. Conoce los extremos si deseas ubicarte en el virtuoso medio, amor mío.

Bueno, recuerdo la fascinación psicótica del Presidente Nixon por dejar grabadas todas sus intrigas e infamias, salpicadas de vocablos indecentes, a veces propios de un chiquillo enojado con el mundo, a veces dignas de un endurecido criminal callejero. ¿Y qué decir de nuestros caciquillos tropicales, que filman sus peores hazañas y se deleitan comprobando el horror impune de sus asesinatos? Qué temblor casi erótico deben sentir cuando ven caer sangrando a un puñado de campesinos inermes balaceados por la tropa del señor gobernador.

México está teñido de ríos ensangrentados y cavado de barrancas fúnebres y sembrado de cadáveres insepultos. Ahora que debutas en política, mi bello, deseable amigo, jamás pierdas de vista el desolado panorama de la injusticia que es la sagrada escritura de nuestras tierras latinoamericanas. El secreto priva, es cierto, pero basta una revelación para convertir la ufana impunidad de un gobernador o un Presidente en vergüenza colectiva que el cinismo del poderoso no alcanza a someter.

Nada me preparaba para un giro tan radical como el que hoy nos da la bienvenida al Año Nuevo. Si no funcionan los sistemas de comunicación, si no hay teléfono, ni fax, ni e-mail, ni siquiera el humilde telégrafo de antaño, vaya, ni palomas mensajeras (envenenadas todas como por arte de brujería) y sólo nos quedan las señales de humo de los indios tarahumaras agitando sus cobijas de colores, y todo esto sucede no por el cambio de milenio como entonces se esperaba, el paso del calendario dominado por el 1900 al instalado en el 2000, sino por este extraño seudocapicúa del año que vivimos, te confieso que mi vida cambia más allá de mis fuerzas hundiéndome en un estupor del cual, como siempre, saco fuerzas para decirme:

– María del Rosario, presta atención a tu amigo Xavier Zaragoza, el llamado "Séneca", el consejero áulico del señor Presidente Lorenzo Terán, cuando dice que, en ausencia de todos los oropeles y parafernalias de este mundo traidor, el as de la baraja, la carta escondida en la manga, bien puede ser la que todos desprecian como ilusoria y poco práctica: la figura noble que con su dignidad redime la abyección de todos los demás. El hombre puro que quizá salve al sistema.