Y ahora eso que fue mi placer es mi pena, mi terrible y profunda pena, Tomás. No tengo a quién dirigirme. La señora María del Rosario, que estuvo tan cerca de ti en la campaña, esa mujer por la que tanto hiciste subiéndola a eso que llamabas tu locomotora, no contesta mis cartas. Me lo explico. No sabe quién soy. Puedo ser una mentirosa, un engaño, una buscadora de publicidad… Y cuando quiero dirigirme a alguien más, tu sombra me detiene y me pide discreción, cautela, como si tú me protegieras, Tomás, como si me dijeras desde donde te halles,
– Dulce, deja las cosas en paz. No agites las aguas. Te lo digo por tu propio bien. No quiero que por mi culpa te vaya mal.
¿Tengo derecho, siquiera, mi amor, a escribirte a ti, a dejar sobre tu falsa tumba una carta de amor y desesperanza? ¿Puedo pedirle a Dios que interceda, que Él me revele la verdad, puesto que ningún ser humano me dirá nada? Dondequiera que estés, piensa cuántas veces nos oye Dios. Lleva la cuenta y verás que la respuesta es:
– Nunca. Ninguna.
Entonces se me ocurre una herejía, Tomás, y la repito aquí, tirada a los pies de tu sepulcro,
– Entonces, ¿cuántas veces nos toca a nosotros rescatar a Dios?
Porque he llegado, materialmente, al límite de mi resistencia. No voy a resignarme, mi amor. No voy a decirme,
– Tomás ha muerto. Resignación.
Mejor, paso las noches en vela diciéndome a mí misma,
– Si no tengo a nadie más que a Dios para oír mis preguntas y si Dios se queda callado, ¿qué debo hacer para provocar a Dios?
Tomás, amor mío. Devuélveme la vida. Tú me hiciste como soy. Era otra antes de ti. Quizá no era nadie antes de ti. En tus brazos me hice mujer. Ahora que no te tengo, me aguanto las lágrimas porque si lloro, ya sé que algo peor me va a pasar. El llanto le hace señas a la tristeza que todavía falta. Y a veces creo que todavía me falta mucha pena.
¿No habrá lugar de reposo?
Te quiero, te quiero, te recuerdo todo el tiempo.
Oigo boleros en las sinfonolas de las cafeterías (el radio y la televisión no funcionan, se venden muchos periódicos) y recuerdo nuestro amor contado por esas canciones tan lindas,
No me preguntes más, déjame imaginar
que no existe el pasado y que nacimos el mismo instante
en que nos conocimos…
Pero la música se desvanece cuando cruzo la reja del cementerio y leo la inscripción de la entrada:
DETENTE: AQUÍ LA ETERNIDAD EMPIEZA Y ES POLVO VIL LA MUNDANAL GRANDEZA
29
Tácito de la Canal a Presidente Lorenzo Terán
Señor Presidente, bendigo la crisis en que nos encontramos, provocada por la respuesta poco meditada de nuestros vecinos del Norte, porque me da la oportunidad de dejar constancia escrita de mis sentimientos de lealtad hacia usted. Aplaudo su decisión de poner los principios permanentes por encima de toda consideración pasajera. Sé muy bien que para usted todo propósito tiene que ser ético. No puede ser de otra manera. Me basta ver sus manos, señor Presidente, para saber que son capaces de hacer milagros. Y es que tiene usted un sexto sentido del cual carece la mayoría de los mortales. Su intuición le habrá dado a entender, por ello, que yo estoy aquí para protegerlo y no permitir que nadie se le acerque que pueda importunarlo. ¿Me atrevo a añadir: que no se le acerque nadie sin sentirse rebajado ante su presencia? Usted ya sabe que yo obedezco las órdenes suyas antes que las dé. Añado a esta virtud la siguiente. El secreto es el hábito de mi vida. Es decir, que en mí usted puede tener plena confianza. Sé que se lo debo todo y hacerle un daño sería hacérmelo a mí mismo. Enfatizo mi actitud para que, en la circunstancia que se avecina -la sucesión presidencial del año 2024- tenga la seguridad de que así como hay opositores que sólo quieren seguir en la oposición porque le tienen terror al ejercicio del poder, así hay quienes, como yo, están ya cerca del poder pero nunca ambicionaron llegar al poder. Por eso puedo hablarle con convicción desinteresada, señor Presidente.
Tenga a la vista que debe poseer el don imperial de la inmovilidad. Deje que otros sean "buenas gentes". Usted no tiene derecho a serlo. Este país se arrodilla ante el poder con respeto, pero no acepta la bonhomía, mucho menos la simplicidad ranchera, en la figura presidencial. Respetamos al Emperador, a Moctezuma, al Virrey español, al Dictador digno y condecorado por el mundo, como Porfirio Díaz. Y también, por supuesto, al hombre de derecho y legitimidad, defensor de la patria y Benemérito de las Américas, don Benito Juárez. ¿Hubo alguien más serio que él? ¿Se le conoce una sola broma a Juárez? ¿No lo llama la historia "Juárez el Impasible"? Pero, ¿no es Juárez el autor de la implacable frase:
– A los amigos, justicia y gracia. A los enemigos, la ley?
Con lo cual quiero decir que la seriedad no es sinónimo de arrogancia imperial, sino de seriedad republicana, pero nimbada de un fulgor monárquico. Sí, seamos siempre república hereditaria, monarquía sexenal y para ello mantengamos siempre la dignidad y el difícil acceso al solio presidencial. Por eso me atrevo a decirle, en relación con ciertos miembros del Gabinete que alardean de derecho de picaporte y muestran excesiva confianza con usted: con los inferiores no se discute. Póngalos siempre en su lugar, señor Presidente. No oiga consejos interesados -porque no existen los consejos desinteresados si el que los oye es el jefe de la Nación.
Señor Presidente: Yo trabajo para usted. No soy distinto de la mayoría de nuestros compatriotas. Todo buen mexicano trabaja por usted. Porque si al Presidente le va bien, le va bien a México. Permítame decirle que en esta hora política que vivimos en este país, hay ocho pequeños partidos. Y hay usted.
El guacamole de la partidocracia confeti sólo puede comerse con una cuchara, la del Presidencialismo que aproveche, según los programas que usted proponga, ora a estos, ora a aquellos. Ponga a prueba este mensaje, señor Presidente, ahora que se acercan las elecciones presidenciales. Los mexicanos no saben gobernarse a sí mismos. Lo demuestra la historia. Verá cómo reciben el mensaje de su autoridad subrayada con gratitud y con alivio. Se lo digo con ánimo de demócrata. No hay dictablanda que no degenere en dictadura. Más vale empezar con dictadura para que degenere en dictablanda.