– Perdone a sus enemigos -me dijo una vez el señor obispo de Huamantla.
– No puedo -le dije muy seriecito-. No queda uno solo. Los maté a todos.
¿Ha visto usted mi colección de fotos de fusilados, mi general? Hay una que tengo encima de mi cama. Es bien famosa. Es la foto de un cabecilla rebelde a punto de ser tronado. Tiene el sombrero tejano puesto. Tiene un cigarrillo en la boca. Adelante una pierna. Ha enganchado los pulgares en el cinturón. Y sonríe de oreja a oreja. Espera con tremenda sonrisota a la muerte pelona. ¡Así quiero morir yo, mi general, ahora que estoy entrado en copas se lo digo como mi hermano del alma y compañeros de armas, así quiere morir Cícero Arruza, muerto de la risa frente un pelotón de traidores y jijos de la chingada…! (Otra larga pausa en la grabación.) Ay, mi general, mire nomás qué enana está mi suerte, ¿cuándo la veré crecer? De usted depende. Usted da la orden y yo la ejercito. Mire qué fácil. Se le cargan los crímenes a la policía y el ejército queda a salvo de toda culpa. Le juro que yo sé cumplir órdenes hasta el límite de mi deber. No por nada dicen que tengo cara de pocos amigos. Es que no tengo amigos. Ni siquiera usted, mi general. Lo obedezco. Es mi superior. Pero no es mi amigo. No le conviene. Se lo aseguro. Ser amigo mío es algo así como un atentado a la salud. En cambio, con lo que puede contar es con mi lealtad y mi conocimiento del terreno que piso. Cuento con el apoyo de los que cuentan. Los gobernadores y caciques que ejercen el poder real en ausencia de la autoridad de nuestro democrático Presidente que confía en que la sociedad se gobierne solita. Cómo no. Primero se derrite el infierno. Los mexicanos sólo entienden la mano dura. Cabezas en Sonora. Quintero en Tamaulipas. Delegado en Baja California. Maldonado en San Luis. Todos están hartos del güevón gobierno democrático y listos a unirse a nosotros… No digo nada del tabasqueño, porque con ese nunca se sabe cómo va a responder. Un día da seguridades de apoyo, al siguiente traiciona la palabra empeñada. Para que vea que no le escondo ninguna verdad, mi general. Y en cuanto a los otros candidatos que se perfilan para la sucesión, verá cómo se les aparece el coco cuando vean que las fuerzas vivas con los militares al frente se les adelantan a tomar el poder en nombre de la seguridad de la nación. Al expresidente César León ya le tengo preparado un funeral público. No, no lo voy a matar, los crímenes no se anuncian, se cometen. Al intrigante César León le voy a organizar una procesión fúnebre que pase frente a sus ventanas al mediodía. A ver si entiende la alusión, pues. A Bernal Herrera lo dejamos actuar. Es como el doble del Presidente Terán y nadie quiere un segundo acto en esta carpa. A Tácito de la Canal no va a haber más remedio que desaparecerlo, mi general. Ese pinche pelón tiene demasiados secretos perjudiciales para todo el mundo. El muchachito ese llegado a Gobernación, Valdivia, está muy ciruelo, apenas le salieron pelos en los sobacos. Yo me encargo de manejarlo por su propio bien. Salucita, joven. Y en cuanto a la argüendera señora María del Rosario Galván, le tengo preparada una sorpresa. ¿Que dizque es muy cogelona la vieja? Pues entonces va a gozar que veinte de mis muchachos le invadan la casa, destruyan todo y se la tiren uno tras otro, de a trenecito. ¿Quién me falta, mi general? Ah, sí, el secretario de Hacienda. Pues viera usted que ese es nuestro cándidato para provisional -pero provisional de veras, porque no dura dos días en la Silla del Águila sin entregarle el poder a las fuerzas armadas-, o sea la junta, señor general, presidida por usted mismo con mi patriótico apoyo para poner orden en el país, darle seguridad a la gente, restaurar la pena de muerte, cortarle las manos a los rateros, el pene a los violadores, las patas a los asaltantes y los ojos a los secuestradores, porque ese es el tema número uno, la inseguridad, el crimen, y ese es el motivo de patriotismo público que nos mueve a usted y a mí, la seguridad pública, no la ambición personal, por eso vamos a obtener el respaldo unánime de la nación. Se acabó la impunidad. No más asaltos. No más secuestros. No más asesinatos -salvo los que usted y yo juzguemos indispensables-. Orden, orden, orden. Mi deseo… es que… la muerte natural… deje de existir… (Voz desfalleciente y lengua trabada.) Mi general, en estos momentos la Prudencia se llama Pendeja. Uyuyuyuy, yo soy puro mexicano porque para mí todas las noches son 15 de Septiembre. (Sonoro eructo.) Y no tenga una mala impresión de mí nomás porque soy francote. Y contésteme ya. Hay que moverse ahora mismo. Hemos andado juntos un largo camino, mi general. Contésteme. Usted nomás me oye, pero no me dice nada. Yo tomo su silencio como alianza y acuerdo. Chitón, en esta boca no entran moscas… entra puro tequila, compadre… Perdón, mi general. No me haga pensar que tiene usted una mala impresión de nuestro proyecto. No me haga sentirme como el nopal, que nomás lo visitan cuando tiene tunas… Y sabe una cosa, ¿ha matado alguna vez? Después de la primera muerte, las que siguen son fáciles… Jyuyuyuy…
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Nicolás Valdivia a Jesús Ricardo Magón
Amor, esta va sin firma pero tú sabes de quién viene y a quién va… Bonito verbo, venir. Se conjuga de todas las maneras imaginables… Salgo esta tarde del puerto y te espero en el Hotel Mocambo. No te asombres. Es una especie de Marienbad-sobre-el-Golfo. Un hotel con cien años de soledad en el que sólo viven los fantasmas de su apogeo, que fue allá por los 1940. Imagínate. Hace ocho décadas. Tiene la ventaja de que es un laberinto blanco, délabré. Entras y sales sin destino. Llegar a tu recámara es una aventura deliciosa, si tú me estás esperando allí. He tomado cuartos separados y no soporto la espera que me separa aún de tu cuerpo canela, que es como una estatua viva del trópico, tan llena de selvas y flores, de negruras y soles, de escondites y sabanas…