Sé que esto que transcribo podría dañarme y hasta deshonrarme aún más. Pero es que me quedan muy pocos cartuchos, señor Almazán.
En verdad, me queda sólo uno.
Le soy franco. He aprendido a estimarlo. Es más, estimo a su familia. Tiene usted la fortuna de contar con una mujer amantísima, doña Josefina, y con tres lindas muchachitas, Teté, Talita y Tutú. Lo que no tiene usted es una buena cuenta bancaria. Vive de su sueldo y de la herencia de su mujer -lo que queda de una de las viejas fortunas henequeneras de "La Casta Divina de Yucatán…
Yo le traigo una proposición. El hecho de que fracasara el negociado de MEXEN no excluye la posibilidad de iniciar otros proyectos redituables. Quizá mi fortuna política ande por los suelos. Pero un buen negocio siempre es un buen negocio. Y toda vez que yo ya no estoy en el poder, usted que sí lo está -y al frente, nada menos, que de las finanzas públicas- puede convocar, si así lo desea, las sumas requeridas para lo que se llama una oportunidad de inversión.
Este es mi plan.
Ofrezcamos mediante una sociedad anónima la oportunidad de que inversionistas con crédito adquieran hipotecas preautorizadas por las autoridades (o sea, por usted, señor secretario) con la promesa de que pueden ser vendidas a partir de una fecha determinada a los bancos con un beneficio del 2%. Es decir ganancias seguras y pocos riesgos. Nunca faltan ni tiburones ni sardinas para estas aventuras. Porque antes de que se venza el plazo de la primera inversión, usted y yo reclutamos nuevos inversionistas y con el dinero de éstos le pagamos dividendos a los primeros inversionistas, que de esta manera quedan muy contentos -y en la luna.
Los inversionistas iniciales nos agradecen los beneficios y nos ayudan a reclutar nuevos socios. Éstos -los nuevos socios- aportan el dinero fresco necesario para pagarles dividendos a los socios anteriores.
De esta manera, Andino, usted y yo vamos construyendo una verdadera pirámide financiera en que con nuevas inversiones atraídas por las ganancias de las que las precedieron, el capital de la sociedad aumenta vertiginosamente.
Por desgracia, el número de inversionistas posibles no es ilimitado y la pirámide, en el momento en que ya nadie invierta en ella, se vendrá abajo como un castillo de naipes.
Pero usted y yo habremos hecho nuestro agosto sustrayendo los beneficios que nos correspondan en cada etapa del negocio. Entonces se declara insolvente a la compañía y nos acogemos a las leyes que rigen las quiebras, poniendo a la compañía bajo administración, en vez de liquidarla.
O sea: usted y yo no perdemos nada. Ganamos en cada etapa de la operación. Es más: no tenemos que dar la cara. La darán por nosotros Felipe Aguirre, el secretario de Comunicaciones, y Antonio Bejarano, de Obras Públicas. Están dispuestos a ser nuestros hombres de paja. Como Valdivia los va a correr sin consideraciones, están ansiosos de venganza y quieren que nuestro Presidente Sustituto debute con un escandalazo. Les serán apartadas las recompensas del caso y si a Valdivia se le ocurre juzgarlos por peculado en ejercicio de sus funciones, a nadie se le puede juzgar dos veces por el mismo crimen. Cuestión de amalgamar las faltas, Andino, y disponerse a pasar una breve temporada en Almoloya a cambio de millones en cuentas de Gran Caimán.
Asimismo usted y yo, prudentes como somos, habremos guardado nuestras ganancias en offshore, manteniendo en México la suma necesaria para que la bancarrota sea visible y se le incaute a la compañía una suma mínima.
Ojalá acoja con simpatía mi propuesta. No deje de consultarla con su estimable señora esposa. No deberíamos hacer nada, usted y yo, sin que doña Josefina esté al tanto. Se trata, al cabo, del bienestar futuro de usted y de Teté, Talita y Tutú. No creo que Valdivia lo mantenga en su nuevo Gabinete, señor secretario. Y es injusto que en medio de tanto desfile público de lujos y beneficios, usted y los suyos tengan que contentarse con mirar la procesión desde las ventanas.
Recuerde, usted que es hombre honrado, que los principios deben ser buenos criados de amos perversos.
Suyo siempre, T.
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El Anciano del Portal a diputada Paulina Tardegarda
Mi entrañable discípula y preferida amiga. Acudo a ti con prisa aparente, pero con la deliberada pausa interna que tú me conoces. "Se tarda rápido" ha sido mi lema desde que floreció la higuera y Felipillo fue santo (un santo mexicano de verdad, crucificado por los salvajes japoneses en el siglo XVI, y no un santito de charreada como ese Juan Diego de los Nopales).
Pues ahora, figúrate nomás, la higuera está que se cae de madura y al desolado nopal lo visitamos porque al fin floreció. Ah, el nopal, mi querida Paulina. Símbolo y sostén de la nación porque si en el escudo la que manda es láguila y la que sufre la serpiente en el pico del ave, la mera verdad es que láguila necesita una roca pa’posarse y no caer en la’gua de la laguna.
Bueno, que prefiero pasar por un viejo taimado pero ignorante, porque el político culto no inspira la confianza de la gente común y corriente. Ya ves, en los meros Yunaites Adlai Stevenson no pasó porque era culto, "cabeza de huevo", le decían, Bill Clinton tuvo que esconder su cultura y en cambio Bushito hasta hizo gala de su ignorancia. Tú sabes que sentado aquí en Veracruz exploto mi francofobia, pero la verdad es que crecí leyendo novelas francesas como todo mundo. Dumas, Hugo, Verne, sobre todo Dumas y dos novelas, la del Hombre de la Máscara de Hierro que es el mellizo del Rey y éste lo mandó encarcelar pa’disipar que no hubiera dudas. Los tronos tienen que ser de un solo hombre (o mujer; perdona, Paulinita) porque el poder depende de la legitimidad para ejercerse con autoridad. El Hombre de la Máscara de Hierro, cómo no, y El Conde de Montecristo, claro que sí, injustamente encarcelado un chorro de años en el castillo parecido al de Ulúa que tenemos aquí en Veracruz…
Pues ahí tienes, mi querida Paulina, que tu viejo amigo, el olvidado Anciano del Portal, te va a presentar al Hombre de la Máscara de Nopal.